-IX-

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En nuestra historia como licántropos hay muchas más cosas fantásticas de las que no solemos hablar, cosas increíbles que las personas desconocen por el simple hecho de negarse a leer más allá de la historia que se nos cuenta en los colegios. El crecimiento de las personas es diferente a la que una vez la humanidad vio, los niños pequeños ya no son tan indefensos como antes y instintos pueden llegar a dominar al sentido común, pudiendo convertir a una persona en una bestia.

Un lado bestial que no muchos pueden controlar, un lado que las personas necesitan aprender a dominar sino quieren tener un monstruo dentro de sí mismos. Tú mejor amigo puede ser un instinto asesino.

Las parejas en este mundo son de por vida, cuando un lobo encuentra a su compañero este será de por vida. Luchará por el con todas sus fuerzas y hasta caer rendido, su luna es lo más importante.

Los alfas son dotados con mayor fuerza, capaces de ser un protector para toda la familia, los omegas son maternales, con un instinto de cuidar a su descendencia inigualable. Los betas son los más fieles compañeros que te puedes encontrar, su amor es sincero y sin trucos.

Pero alfas como Lee Félix no están criados de esa manera, no son una máquina ni tampoco unos insensibles.

Son simplemente personas que cuidan a los suyos, que aman y que se dejan amar.

Cómo en ese preciso momento en el que se encontraba dormido plácidamente en el pecho de un omega; permitiéndose mostrarse débil frente a ese omega tan misteriosamente como apareció, se ganó su confianza.

Algo lo llamaba a estar con ese omega, a dejarlo entrar en su corazón, jugar con él y mostrarle su lado más débil como el más fuerte.

Su padre le enseñó todo lo que sabe de la lucha y de manejar una manada; su madre le enseñó que un alfa también puede demostrar amor, puede ser débil.

Agradece tener a ese omega que lo asegura en sus brazos, que le demuestra cariño de la manera más simple. Le gusta estar de esa manera.

La decisión más extraña que pude haber tenido en el día fue llevar a Félix a mi casa, noona nos dejó una lista de cuidados y salió de ahí lo más rápido que pudo

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La decisión más extraña que pude haber tenido en el día fue llevar a Félix a mi casa, noona nos dejó una lista de cuidados y salió de ahí lo más rápido que pudo.

Alfa siguió durmiendo apenas llegó, se acurrucó en mi cama y no hubo manera de despertarle para la cena, preparé algo para mí y dejé algo para él en el microondas; limpié un poco y cuando escuché registros viajar por la zona fui corriendo a mi habitación.

Al entrar me encontré con una imagen que no esperaba ver.

Gyu ya había perdido el aroma de mi hermano, pero después de dormir tantas noches abrazado a él, el mío se había quedado impregnado; Félix se encontraba entre las sábanas, apenas dejando visible su hombro y cabeza, pero se podía ver cómo abrazaba a Gyu.

Sus ojos oscuros estaban entrecerrados y sus labios mostraban un puchero de lo más tierno, su cabello es un nido de aves de lo desordenado que se encontraba, unos mechones cubrían parcialmente su rostro.

— ¿Qué está mal, Félix? —pregunté en voz baja, acercándome.

Él palmeó a su lado mirándome bajo sus pestañas, sonreí con ternura mientras me sentaba en el borde de la cama, quitándome mis pantuflas.

Me dejé caer a su lado, siendo atacado por el gran cuerpo del alfa segundos después. A pesar de la clara diferencia entre nuestras estaturas se las arregló para que yo fuese una almohada humana.

Esta vez con su cabeza justo sobre la zona de mi corazón, se acurrucó un poco más hasta quedarse totalmente quieto.

— ¿Cuidarás de mí hasta que me recupere? —preguntó en voz baja.

— ¿Quieres que haga eso, Félix? —llevé mi mano a su cabello para dejar caricias en este.

— Me haría muy feliz.

— Entonces lo haré —pellizqué un poco sus mejillas, logrando que una risita escapara de sus labios.

Solo tomaron unos minutos antes que volviera a dormir, la explicación de noona a esto es que su cuerpo al tratar las heridas gasta más energía que de costumbre. Descansar es la mejor opción en estos momentos.

Además, estaba sorprendida por algo, me contó que Félix ni enfermo descansaba, tenían que pelear con él para que lo hiciera o que alguno de sus betas lo obligara a mantenerse en cama.

Miré su rostro repasando cada uno de sus rasgos, por un segundo miré sus labios que se encontraban entre abiertos, por estar apoyado en mí su mejilla estaba aplastada contra mí pecho haciendo una tierna mueca en su boca.

La primera peca que vi en su rostro fue aquella que tiene en la punta de su nariz, un puntito pálido que apenas le presté atención se fueron multiplicando hasta hacerme caer en cuenta que parte de su rostro literalmente estaba cubierta por pecas de diferentes formas y tamaños.

Con la punta de un dedo intenté tocar la primera peca que descubrí, luego paseando este dígito por el resto de una manera muy suave.

ChangBin.

— ¿Sí? —susurré inverso en el rostro de Félix, sonriendo al ver como arrugaba la nariz durante un segundo.

¿Sientes lo mismo que yo?

— Estoy seguro que sí —dejé en paz el rostro de Félix acomodándome con mi poca movilidad disponible.

Él también lo siente, su lobo me lo dice.

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