Capítulo 21: Momento con mis hijas

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Landon

Entramos a la casa, Lía y Candy venían a cada lado de mi agarrándome la mano, se veían tan tiernas cargando cada quien su mochila con su ropa, y agarrando cada quien su peluche favorito.

Había valido la pena todo lo que tuve que hacer para que Emily aceptara dejarme traer a las niñas a la casa.

—¿Están mis abuelitos?

—No Candy, tus abuelitos el día de hoy tenían una cita.

Tendría el resto del día, toda la noche y parte del día siguiente para disfrutar al lado de mis hijas, para mejorar mi nuevo trabajo de papa, y estaba más que feliz con eso.

—¿Cómo la que tuvieron tú y mamá el otro día?— preguntó ahora Lía.

Sonreí al recordar ese día, desde ese día me volví a acercar a Emily y sentí que no todo estaba perdido, en serio esperaba que ese presentimiento no me fallara.

—Si, como esa cita.

—Que divertido.— dijo Candy dando pequeños aplausos.

—¿Dónde vamos a dormir, papá?— pregunto curiosa Lía.

Sonreí, desde la visita de las niñas mis padres habían querido prepararles una habitación en la casa para que tuvieran su propio espacio y se sintieran cómodas cuando vinieran a visitarlos.

—Sus abuelitos estaban tristes por no poder estar aquí cuando llegaran así que les dejaron un regalo allá arriba.

Sus ojitos se iluminaron —¿En serio?— preguntaron al unísono.

—Claro.— así que comenzamos a subir corriendo las escaleras hasta que llegamos a la puerta.

La puerta tenía un cartel donde estaban escritos los nombres de Lía y Candy en letra cursiva, note como mis niñas se emocionaron. Le solté las manos para poder abrir la puerta, me hice un lado para que pasaran, me derretí de ternura al ver que ambas estaban tomadas de la mano.

—¿Qué les parece?

El cuarto estaba divido en dos colores, rosa y morado, era una combinación de sus personalidades, y lo demás ya estaba decorado con personajes y había juguetes por todos lados, mis padres en verdad querían consentir a sus únicas nietas.

Saltaron sobre mí y yo las recibí con los brazos abiertos, me embargaba una felicidad al solo ver sus sonrisas —Esta muy bonito, papi.

—¿Vamos a dormir aquí?

—Eso es obvio, Candy.— le contesto obvia Lía a su hermana.

—¿Quieren algo de cenar?

—¿Podemos jugar?

¿Jugar?

—¿A qué?— pregunte.

Me sentía más nervioso que cuando acepte el puesto de jefe en todas las empresas Evans ¿y si la cagaba y las hacia llorar? ¿y si preferían irse con Emily y ya no verme?

—Llamando al mundo de papá.— parpadee y vi a mis dos princesas pasándome sus manos enfrente de mi cara tratando de llamar mi atención.

—Sí, vamos.— después de eso me vi jalado por ellas hasta llegar a una pequeña mesa de té que se encontraba en la habitación.

—Siéntate papá nosotros prepararemos todo.— solté una carcajada, con ese tono serio que habían utilizado y la manera en la que se lo tomaban tan serio, me dio risa y ternura.

—Claro, princesas ¿Dónde me siento?

—Ahí.— señalaron una pequeña sillita.

—¿Ahí?— pregunte incrédulo, ¿Cómo se supone que podría caber en esa pequeñita sillita?

—Si papá, mira así.— se sentó Candy en la silla tratando de mostrarme cómo hacerlo, solo me reí, aparte la silla y me senté en piso, quede a la misma altura que ella, así que no había diferencia ni incomodidad.

Lía se acercó a nosotros con la tetera llena de agua, la puso en la mesa y tomo asiento también —Que alegría tenerlos aquí.

—Más me alegro su invitación señorita Lía.— dijo Candy, vaya si se tomaban en serio este juego.

—Es placer es todo mío señoritas.— si para ellas era importante este juego para mí también lo serio y me metería en mi papel adecuadamente.

Lía se paró y nos sirvió agua en los pequeños vasos fingiendo que era el té, mis pequeñas siempre tan bonitas —Tenga cuidado señor Landon está caliente.

Sonreí y soplé un poco antes de tomar un sorbo —Le ha quedado exquisito señorita Lía.

Las dos se rieron, después de un rato jugando al té mis princesas me comentaron que tenían hambre, ya era la hora de la cena y casi se llegaba su hora de dormir.

—Antes de bajar quiero decirles que yo también les tengo un regalo, revisen debajo de sus camas.— ambas salieron corriendo, sacaron las cajas de regalo de debajo de la cama y se acercaron a mi contentas.

Las empezaron a abrir y las interrumpí —Vayan al baño, ábranlo y se lo ponen.— me miraron confundidas pero yo solo les guiñe un ojo, no dudaron en obedecerme.

Escuché sus chillidos de felicidad y me reí, minutos después las dos salieron las dos listas, ambas vestían los pijamas de unicornio que les había regalado, Candy la rosa y Lía la azul, al parecer había acertado con los colores porque las dos se veían felices.

—Gracias papá.— dijeron al unísono.

—Se ven hermosas, princesas. Ahora vamos a comer antes de que se haga más tarde.

—Si papi.

Bajamos los tres marchando, cuando llegamos a la cocina las senté y arrimé la cena, por suerte la cena ya estaba hecha, era un desastre en la cocina y no quería ni imaginar lo mal que les hubiera caído la comida a mis hijas si yo la hubiera hecho.

—Ñam.

Cenamos entre risas y bromas, para cuando termine de recoger todo las dos ya estaban bostezando —¿Ya tienen sueño?

Negaron las dos, sabían que estaban mintiendo sus caritas de sueño las delataban, pero aun así no les dije nada —Queremos que nos leas un cuento.

—De acuerdo, vayan a lavarse los dientes y yo mientras busco uno.

Subieron corriendo las escaleras hacia su cuarto y yo me dirigí a la biblioteca de la casa, para cuando llegué a la habitación ya las dos se encontraban acostadas.

—Vamos papi.

Arrime una silla y me senté en medio de las dos camas, me aclare la garganta y comencé a leer —Ricitos de oro.— tome una pausa para echarles un vistazo, las dos parecían emocionadas con la lectura así que continúe —Hace mucho tiempo, existió una niña hermosa de cabellos largos y tan rubios, que todos le llamaban Ricitos de Oro...

Para cuando termine de leer la primera página las niñas ya se encontraban profundamente dormidas, se veían tan bonitas, a pesar de todos los errores que había cometido en la vida había sido premiado con ellas, con esos dos bellos ángeles que me aseguraría de cuidar y amar durante toda mi vida.

Me acerqué a cada una, las arrope y les di un beso en la cabeza, apagué el foco y di un suspiró —Las amo con todo mi corazón, hijas.

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N/A

¿Qué les pareció? Espero que también su mueran de ternura como yo lo hice, también espero que se puedan imaginar a las dos princesas Evans con sus lindas pijamas de unicornio y Landon jugando con ellas.

Capítulo 3/3

Me haría muy feliz que me dejarán sus opiniones y sus estrellitas brillando. Nos leemos después sensuales lectores.

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