Capítulo 05 | Día Uno

3.2K 308 19
                                    

—Señor Maximilian —la voz de Emilia hace que detenga mi caminar—. Lamento el inconveniente, pero... le recuerdo que hoy es mi día libre.

Abro los ojos, consternado. —Lo había olvidado —murmuro.

—Ya me lo sospechaba —la mujer me sonríe con cariño—. Puedo llevarme a Angie a casa de mi hija, estaremos de regreso una hora antes que usted.

—¿De verdad? —pregunto, esperanzado.

—Sí. No se preocupe, puedo cuidar de la niña, además mis nietos estarán encantados de tener compañía.

Asiento y después de darle algo de efectivo a Emilia, me marcho.

Mientras conduzco hasta la oficina, no puedo dejar de preocuparme por encontrar una niñera, no puedo continuar así, Emilia es una gran y agradable mujer, una excelente ama de llaves, pero su labor no incluye cuidar de una niña de seis años.

Doblo al estacionamiento y aparco el auto en mi lugar asignado. El portero inclina la cabeza a modo de saludo y las recepcionistas hacen exactamente lo mismo.

—Buenos días señor Armstrong —dicen.

—Buenos días —respondo, subiendo al ascensor.

Recargo la cabeza contra el cristal del cubo y suelto una bocanada de aire. Al llegar al piso de mi oficina, me enderezo y me paso las manos por la cara en un intento de no lucir demasiado cansado.

—Buenos días señor Armstrong —saluda Kristin—. Tiene a alguien esperando por usted en su oficina —informa.

Mi ceño se frunce. —¿Quién?

—El señor Dixon. Llego hace un par de minutos.

Asiento y me adentro a la oficina, Darren está de espaldas a mí, con la vista al frente y esa posición temeraria en su cuerpo.

Se gira para encararme cuando escucha el sonido de la puerta al cerrarse.

—¿No habíamos quedado de vernos a las diez en el Starbucks? —inquiero, depositando mi maletín sobre el escritorio y quitándome el saco para colocarlo en el respaldo del sillón.

—Sí, habíamos quedado en eso, pero no voy a tener tiempo —responde, apartándose de la ventana y sentándose en la silla frente a mí.

Lo miro con curiosidad y ojos inquisitivos.

—Debo volar a Houston —dice, posando sus ojos azules en los míos—. Mi padre ha enfermado, lo hospitalizaron de emergencia.

El pecho se me contrae. —Mierda hombre, lo siento.

—No más que yo. Esto definitivamente atrasará mis planes —se queja, y me dan ganas de propinarle un buen golpe en la cabeza y no por primera vez.

—Dare, deberías dejar ese rencor hacia tu padre, un día de estos...

—Lo sé, es solo que no puedo evitar llenarme de frustración al saber que ahora deberé asumir el cargo en el banco.

—Si necesitas ayuda, sabes que aquí estoy para lo que se te ofrezca.

—Gracias, pero puedo manejarlo.

—Tendrás el doble de trabajo, ¿no es así?

—Sí —suspira—. Cambiando de tema, ¿ya conseguiste niñera para Angie?

—Nop. Aún no tengo nada. La señora Halls renunció ayer.

—¿Qué le hizo?

—La pintó de payaso —digo, tratando de ahogar la risa—. Hubieses visto cómo se veía esa mujer.

La Miel De Tus Labios© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora