Escape.

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Las paredes salpicadas de sangre dieron la bienvenida al ángel. Cerró la puerta con seguro, los demás estaban suficientemente entretenidos para no darse cuenta. Busco la fuerza necesaria para darse la vuelta y enfrentar la imagen que se negaba a aceptar.

- Hola.

Se escuchó a su espalda. Voz ronca y cansada rompiendo el silencio. El sonido el atravesó el cuerpo, estremeciéndolo en terror. Castiel se dio la vuelta con sigilo.

Lucifer le sonrió, con la boca ensangrentada, prisionero de una silla. Su rostro hinchado por los golpes, y la ropa sucia en carmesí. Intentaba parecer tranquilo aunque su cuerpo gritara de dolor. Sus miradas se cruzaron por primera vez con el corazón abierto. Castiel no soporto la situación por más tiempo. Hurgo en su gabardina, tomando la llave que le había robado a Dean minutos atrás.

Las esposas mantenían los brazos del arcángel atrás, en una incomoda posición. El morocho las retiro, tirándolas lejos. Pero aun así, Lucifer no podía levantarse por mucho que deseara, su gracia era un suspiro, y su vida se extinguía por mucho que su sonrisa lo negara.

- Voy a sacarte de aquí. – Juro Castiel, soportando su cuerpo y marchando a la puerta.

- No, Cas. – Lo detuvo aquella misma voz rasposa. – Solo... déjalo así. –

Nadie sabía de su relación. Nadie se enteraría de que intento sacarlo. Castiel regresaría con los cazadores, sin tener que dar explicaciones. No perdería nada y las cosas seguirían su cause. Lucifer no iba a arruinarle, no lo quería. El ángel vio la suplica en su mirada, pero también la sangre que se escurría de su cabeza y delineaba sus ojos. Si continuaba un minuto más aquí, no volvería a ver a Lucifer vivo.

Siguió el camino a la salida sin escuchar los argumentos del mayor para detenerse. El pasillo estaba vacío y sabía bien como llegar al garaje sin ser vistos. Debían ser rápidos, pero el estado de Lucifer no les favorecía. Las voces de Sam y Dean se escuchaban cercanas. Se apresuraron hacia el garaje donde estaba estacionado el auto de Castiel.

Atasco la puerta del recinto antes de ayudar a Lucifer a bajar las escaleras. Probablemente no tardarían demasiado en darse cuenta de que su prisionero había escapado, Castiel solo rogaba a Dios suficiente tiempo para salir de allí. El asiento del acompañante recibió a Lucifer, quien intento guardarse un quejido al volver a esa posición dolorosa. El garaje se abrió, y Castiel no lo cerraría, solo acelero.

Vio por el espejo retrovisor a Dean gritarle un insulto que la tensión no le permitió entender. La respiración de Lucifer se escuchaba cada vez más forzada, y eso no le tranquilizaba.

A poco tiempo de alejarse del bunker, el Impala apareció detrás de él. Su corazón acelerado difería con las pulsaciones aminorándose de Lucifer.

Dean no sabía qué demonios sucedía con Castiel, pero acelero hasta superar al auto del ángel. Escucho a Sam pedirle que no lo hiciera, justo antes de golpear al vehículo, sacándolo de la carretera y viéndolo perderse entre los árboles.

- ¡¿Qué demonios hiciste?! – Le hizo reaccionar su hermano.

Cas había golpeado su cabeza lo suficientemente fuerte para desatar un sangrado, Lucifer a su lado busco su mano para cerciorarse de su estado. Ambos estaba bien, pero el auto no volvería a arrancar. El ángel salió, luchando con la puerta, hacia el lado de Lucifer. Habían colisionado con un árbol, pero podía escuchar perfectamente la gasolina gotear y el fuego abrirse paso. Con su brazo bien sujeto a la cintura ajena, debían seguir escapando.

Sam corrió por la carretera hasta donde el auto se había perdido, Jack le seguía sin caer en cuenta de lo que estaba pasando. Dean bajo aturdido del auto, ¿Había matado a Cas? A los pies del bosque, se detono la primera explosión. El fuego podía verse desde donde estaban, pero ninguno se animaba a dar el primer paso hacia aquel lugar.

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