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La desesperación consumió. No pudo evitar recordar a Lucifer de la misma forma, moribundo entre sus brazos. Casi podía revivir la sensación del fuego a pocos metros y la aterradora noche sobre sus cabezas. La sangre manchando la gabardina y la desesperación de nuevo. El mundo enmudeció para Castiel.

Por mucho que le llamara Nathan no respondía y no sabía cuál era el problema. Lucifer apareció en su visión y dijo algo que no escuchó, pero le trajo de vuelta a la realidad.

- ¿Lo lastimaron en alguna parte? – Interrogó el arcángel a Jack.

- En la pierna.

Dean apareció por la derecha del ángel y sacó una navaja, cortando la pierna del pantalón hasta la rodilla. Dos filas de dientes bien marcados, profundos y oscuros trazaban la piel del menor.

- ¡Mierda! – Vociferó Satanás. – Es veneno de Shedim.

- ¿Hay algún antídoto? – Interrogó Sam, a unos pasos de su hermano.

- Si. Dame tú espada, Cas. –

El ángel obedeció sin esperar que Lucifer rasgara la piel de su propia palma desatando un reguero de sangre. Apoyó su herida contra la de Nathan, y la sangre oscura de su hijo comenzó a bullir como aceite caliente.

- Vamos, niño. – Apuró el arcángel, viendo que no había reacción. – Se supone que mi sangre pura debe funcionar.

La palidez propia de Nathan comenzaba a tornarse enfermiza. Castiel le abrazó más contra su pecho, cantando a su oído las misma canciones que cantaba para él cuando estaba embarazado.

- Por favor, Nathan. – Rogó.

Lucifer repasó las heridas de su mano, probando de nuevo. Tenía que salvar al niño, sino era por el amor que le tenía a Nathan, lo haría por detener las lágrimas de Castiel, pero tenía que lograrlo.

Jack apareció a su lado, poniendo una mano sobre la frente de su hermano. Sus ojos brillaron en dorado por el esfuerzo que requería sanar a alguien más poderoso que él, pero aun así lo intentaría.

- Se supone que no hay veneno, ¡¿Qué demonios pasa?! – Se quejó Satán, pero enseguida una idea se le vino a la cabeza.

Nathan resurgiría de entre los muertos si era necesario por su madre, y si algo le pasaba a Castiel no tendría tiempo para hacer su drama del niño moribundo.

- Perdón por esto, Dulzura.

El rubio tomó la mano del ángel, apartando su ropa y descubriendo la parte interior de su brazo. De un momento y sin pensarlo, rasgó la piel con la espada del ángel. Cas se quejó lo suficientemente alto para que su hijo lo escuchara. Excelente.

- ¡¿Por qué me hiciste eso?!

En cuanto la primera gota de sangre cayó, haciendo un sonido imperceptible para el oído humano, Nathan abrió los ojos; un blanco intenso refulgía de ellos. La mano del joven se asió al cuello de Satanás, mirándole directo a los ojos.

- Te mataré...

- Creo que volvió. – Pronunció Luci con la voz entrecortada.



Nathan dormía profundamente en su cama bajo la vigilancia de su madre, apoyado en el marco de la puerta del cuarto de su hijo. Cas no paraba de pensar que era su culpa, si hubiese seguido sus instintos seguramente nada de esto hubiese pasado.

- Estará bien. – Apareció Lucifer a sus espaldas. – La yerba mala nunca muere.

- Lucifer. – Reprendió como de costumbre.

El ángel le miró, por primera vez en mucho tiempo, directo a los ojos.

- Gracias.

- No fue nada.

- Pudiste haber callado y dejarlo morir. – Caviló.

- Si, a veces hago cosas estúpidas. – Rio, siendo correspondido por una sonrisa.



Sam y Dean comían ansiosos los postres que había preparado Kelly, sentada a su lado.

- Nunca fui de las que cocinan, pero con Jack me obligue a aprender. ¿Más chocolate caliente? – Ofreció la amable mujer.

Dean asintió y su hermano menor pidió por favor.

- Es bueno tener visitas, los chicos son bastante tranquilos todo el día.

- ¿Nathan y Jack? -

- Si, últimamente se la pasan jugando. – Sonrió. – Cas y yo estamos muy felices de que se lleven bien al fin.

- ¿Qué tal es Nathan? – Husmeo el cazador mayor.

- Es un chico muy educado y amable. – Aduló. – Se parece más a Castiel que a su padre. Pero ustedes conocieron su lado más... ¿Salvaje?

Sam asintió, mientras su hermano se servía más de esos pastelitos cubiertos de crema.

- Yo descubrí que Nathan me había mentido cuando nos conocimos, pero comprendí su comportamiento. Supongo que Jack también haría lo que fuera por mí, y Nat no estaba seguro si yo iba a confiar en él... - Se levantó para buscar más aperitivos. – Es solo un niño.

Eso dejó pensando al pelilargo, y Dean lo haría también, sino estuviese concentrado en el pastel de chocolate que Kelly dejó frente a él.

Jack entró con las compras que su madre había pedido y Crowley con el resto de bolsas; dejándolas sobre la mesada.

- Gracias, cariño. – Dijo Kelly. - ¿Por qué no vas a ver a tu hermano?

El nephilim asintió entusiasmado y subió las escaleras.

- No había la marca de crema que querías, así que traje esta. – Señalo Crowley, mientras revisaba la lista de compras con su otra mano, verificando no haber olvidado nada.

- Está bien, sirve igual.

- También le compré caramelos para Jack, y esos confites de chocolate para Nathan.

Dean y Sam se quedaron observando al demonio, ¿Quién diría que terminaría haciendo compras para la familia de Castiel?

- ¿También te llaman "papi"? – Bromeó Dean, provocando la risa cómplice de su hermano. 

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora