Lazo roto.

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Acurrucado en un rincón, con sus manos esposadas resguardando su bebé y las lágrimas acumuladas en sus ojos, Castiel pensaba en cómo salir de allí. Su hijo se retorcía intranquilo, tratando de librarse de esa prisión temporal en la que se había convertido el vientre de su madre.

La puerta se abrió pero no se sintió feliz de ver a Lucifer. En cambio, el otro le sonrió como si nada malo hubiese pasado, y eso dolió más.

- Tienen que dejarme ir. – Suplico. – Por favor.

El rubio se arrodillo a su lado, entregándole un vaso de agua y rodeándole con un brazo.

- Dulzura, saldremos de aquí pronto, y todo volverá a la normalidad.

- Le van a hacer daño al bebé.

Tiró lejos el vaso de agua y movió sus hombros para que Lucifer alejara su brazo de él.

- Esto es por tu bien, Cassie. –

Una mirada conocida le volteo a ver. No era su ángel, ni tampoco el niño... era Castiel, su enemigo. El ángel que le había jurado que jamás permitiría que tocara a Sam Winchester. Era el Castiel que servía a su padre por encima de todo y todos. El mismo que se había interpuesto entre él y Jack. El mismo que le había dicho que sí en una jaula solo para salvar el mundo.

- Si te atreves a tocar a mi hijo, jamás volverás a verme. – La voz autoritaria no era la de su dulce ángel, esta era la del soldado que había bajado a matar o morir. – Y si la vida vuelve a cruzarnos, te matare con mis propias manos, Lucifer.

Lucifer salió de la habitación, necesitaba salir de ella. Sabía que lo cumpliría, porque ese tono de voz era el Castiel de antes. Castiel le mataría si seguía con esto, y era un hecho.



Dean fue el encargado de ir a buscarlo, pero enseguida necesito ayuda de Lucifer, porque Cas ponía demasiada resistencia para cualquier humano.

- Por favor, Dean no hagas esto. – Intento convencerlo mientras lo arrastraban por el pasillo. – Siempre he procurado por el bien de Sam y de ti... ¡No puedes hacerme esto!

- ¡Es suficiente, Castiel! – Sentenció el Winchester mayor.

Debía silenciarlo por mucho que le costara ver al ángel así, su hermano estaba en la otra sala y el no sería tan fuerte ante las palabras de Cas.

Jack estaba sentado en una esquina, inseguro de estar listo para ver esto. Podía sentir a su hermano retorcerse en ese sello impuesto, luchando para ser liberado. Cas no busco su mirada, ni su ayuda. Jack tan solo era un niño, sin culpa alguna, manipulado por los que creía su familia.

Cuando Rowena entró con un recipiente con inscripciones y símbolos, el ángel entendió que pretendía. Encerrar al niño para siempre allí.

Las esposas sujetas a la cama se sujetaron a sus manos y pies por mucho que se resistió.

- Bien. – Dijo Sam, tragando saliva. – Prosigamos.

Rowena apareció en el campo de visión de Cas, mientras Lucifer le sostenía para que no se moviera.

- Haces el corte y yo me encargo de contener al niño. – Explicó a Sam, y este levanto la camisa blanca de Cas, para revelar su vientre sellado.

Era solo una línea recta desde el centro del vientre hasta un poco más debajo del ombligo. Debería ser fácil para Sam, pero las manos le temblaban de todas formas. Tomó el bisturí hecho de espada de ángel fundida, y lo miró como si estuviese a punto de matar a su propio hermano.

- Sam, por favor... para... – Le suplico Cas, antes de que Dean tapara su boca para silenciarlo.

Pero la frase ya estaba repitiéndose en la cabeza del menor de los hermanos y no podría quitársela.

Rowena comenzó a pronunciar el hechizo con una señal de Dean y Sam se acercó peligrosamente a Cas, mientras el ángel se retorcía entre los brazos de Lucifer.

Sam hizo la incisión lo más rápido que podía, e intento no pensar en el grito ahogado que la boca cubierta de Cas libero. A los pocos segundos, la piel comenzó a curarse con la misma velocidad que fue dañada. El sello comenzó a brillar en rojo sangre.

Dean y Lucifer alejaron sus manos del ángel cuando estas ardieron al tacto.

- ¡EL SELLO SE ROMPIÓ!

El segundo hijo de Lucifer estaba aquí.

Las esposas cayeron como si fuesen de plástico, y todos se apartaron, inseguros de lo que haría. La sangre había manchado la camisa blanca de su madre, y el gesto de disgusto demostró que eso no era bueno.

- ¿Por qué hicieron esto? –

Nadie respondió, totalmente aterrorizados.

- Él los amaba. – Se refirió a su madre. – Y ustedes le rompieron el corazón.

Acaricio su rostro y fue consciente de las lágrimas que su madre había derramado.

- Le hicieron daño a mi madre, y eso es algo que no soy capaz de perdonar. – Amenazó.

Un movimiento de manos y el recipiente en el que pensaban aprisionarlo se partió en mil pedazos, el papel en donde estaba el hechizo y los ingredientes se quemaron, y el bisturí fue consumido por completo.

- Les mataría con solo un clic. – Dijo chasqueando los dedos. – Pero a mamá no le gustaría eso. – Suspiro desilusionado. – Espero que el dolor de ser conscientes del daño que causaron sea suficiente para castigar seres tan inmundos como ustedes.

Camino al medio de la sala a paso lento. Pero antes de irse, giró hacia Lucifer.

- Considérate muerto para nosotros, padre. – Y luego hacia Jack. – No vuelvas a llamarme hermano, traidor. 

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora