El agua se enfría.

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De vuelta en casa, el día había pasado relativamente normal. Pero había gestos, actitudes que hacían pensar a Luci que no todo iba normal. Castiel entre sus brazos sobre el sofá, parecía más distante que la primera vez que compartieron una mesa en una cafetería. Aunque fingía prestar atención a la película, Satán sabía que los pensamientos del ángel estaban en otra parte, creando preguntas e hipótesis descabelladas.

- ¿Dulzura?

El morocho se acomodó para verlo directamente, y dar a entender que lo escuchaba.

- Estas raro.

- ¿Qué quieres decir?

- Que intentas fingir que todo está bien pero no lo está.

Entonces una idea llego a su cabeza, y no le gusto demasiado.

- Es por lo que dijeron los Winchester, ¿Verdad?

- Lu, no estoy raro y ese tema ya se terminó.

Mentira, Castiel era demasiado fácil de leer, tan transparente como un niño. Nunca esquivaría su mirada si dijese la verdad.

- Esta perfecto que dudes, pero no quieras verme la cara de imbécil.

Lucifer se levantó de repente, siendo un poco más agresivo de lo que le gustaría.

- No dudo de ti. – Aseguro, poniéndose de pie también. – Es solo que...

- Crees demasiado en ellos. – Finalizo su pareja.

El rubio empezaba a perder la paciencia e intentaba cerrar su boca y frenar sus puños para no dañar al menor de ninguna forma.

- Lucifer, lo siento si me he comportado extraño, pero jamás seria porque desconfie de ti.

La próxima vez que Lucifer se giró a mirar a su pareja, los ojos le ardían en rojo carmesí.

- ¡¿Puedes parar de mentirme en la cara?!

Grito con toda la furia contenida.

Silencio. Desde que habían empezado con esta nueva etapa en sus vidas, dejando su pasado de enemistad atrás, Lucifer jamás le había gritado a Castiel, no con la fiereza con la que lo hizo. Creyó que el ángel sacaría su espada como puro instinto de defensa, algo que no paso. Pero si pudo ver como se caía a pedazos poco a poco, convirtiendo su aspecto en melancolía pura.  Los ojos azules se llenaron de lágrimas contenidas, los hombros se encogieron en un pequeño gesto de auto preservación, y sus pies retrocedieron un paso atrás. Le había gritado y dolía a ambos por igual.

- Lo siento.

Dijo Lucifer antes de atraer al ángel entre sus brazos de nuevo, aferrándose a él para que no se fuera, para que no lo dejara solo de nuevo. Volvió a respirar cuando el abrazo fue correspondido y sintió las manos de Cas aferrarse a su camiseta y la respiración suave en su cuello.

Unieron sus frentes respirando el mismo aire. Castiel era su relajante, quien alejaba las tormentas y le traía la paz que muy pocas veces pudo sentir.

- ¿Qué tal si tomamos un baño juntos para relajarnos? – Propuso con una sonrisa.

El más bajo asintió, sonriendo de nuevo.

- Ve a prepararlo, yo voy por algo a la cocina y te sigo. – Beso su boca.

- Esta bien.

Castiel desapareció de su vista en su camino a la bañera, pero él no se movió. No iría por nada a la cocina. 

¿Cómo pudo gritarle por algo que era su culpa? Si Cas tenía cualquier tipo de duda sobre él, se las merecía. Nunca fue un buen tipo, nunca fue amable o misericordioso. Era Satanás y su reputación le precedía, e incluso si no fuese así, el ángel ya había conocido lo peor de él.

Y allí estaba él. Creyendo cada una de sus palabras, defendiéndolo del mundo entero, arriesgando su vida por él. ¿Qué clase de pagó era la forma en la que lo trataba? Castiel merecía más que un simple "lo siento".

- Luci, ya está listo.

Cas secaba la mano que había comprobado la temperatura del agua con una pequeña toalla, encontrándose la sala vacía. Tampoco había nadie en la cocina, mucho menos en la habitación.

- ¿Lucifer? El agua se enfría.

Silencio.

- ¿Lucifer? 

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora