El único.

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Los pasos marcados de Satanas bajando las escaleras, retumbaron en medio de la conversación de los Winchester y Jack. El arcángel se dejó caer sobre la silla, como agotado por completo.

- Hable con mi padre.

Fue lo único que Lucifer necesito decir para que el silencio absoluto invaciera el bunker. Nadie podía creer que en verdad Dios apareciera nuevamente. Pero no era lo que hizo en realidad.

- ¿Va a intervenir? – Pregunto Sam, apresurando al arcángel.

- No... - Suspiró. – Esta demasiado asustado para salir de su jodido agujero.

- ¿Asustado? – Se burló Dean. - ¿De qué?

- Del niño.

Puede que pareciera que se estaban enfrentando a otro Jack, solo un poco más poderoso. Pero no tenían idea de lo que Nathan realmente representaba para todo lo existente.

- Me dijo que él es el único que existe de su clase, en todas las realidades y todos los mundos.

- ¿Somos la única realidad en la que existe? – Interrogó el Winchester menor. – ¿Eso que...?

- Mató a todos los demás.

Silencio nuevamente. Según lo que Lucifer amplio después de esas palabras, Nathan había desaparecido a todos sus "yo" de otras realidades para ser el único en nacer, matándolos directamente o manipulando las circunstancias en su contra.

- Y lo hizo sin siquiera haber nacido.

- Esto es más grande de lo que imaginábamos. – Comentó Dean. – Y no podemos detenerlo.



Cuando Crowley volvió con las hamburguesas, Castiel no estaba por ninguna parte. Reviso por si habían dejado una nota o algo, pero no. Pensó que tal vez era una de las "excursiones" de Nathan, pero el niño le avisaría si fuese el caso. Dejó la bolsa de sus compras sobre la mesa y salió a buscarlos. Pronto se dio cuenta que era una pérdida de tiempo correr por el hospital, cuando tenía claro dónde encontrarlos.

En el jardín interno del lugar, los pétalos de un pequeño cerezo danzaban pintando el lugar de rosa. Algunos de ellos se enredaban en el cabello oscuro de Castiel, dándole ese porte angelical que siempre tenía cuando sus humores se suavizaban. Aves, abejas, mariposas y demás le acompañaban como si fuese una princesa de Disney, pero atraídos por el ser en su interior. Era su lugar favorito, lleno de verde y flores bonitas. A Nathan también le gustaba, porqué mamá se sentía en paz, le cantaba canciones y le hablaba de la vida.

Castiel acariciaba su vientre cantando una suave melodía al pequeño dentro. Quien estaba bastante tranquilo hoy, y eso era lo raro. Sentado en uno de los bancos, no se percató de la presencia de otro ser. Crowley se sentó a su lado.

- Ya te dije que es peligroso que salgas del bunker. – Regaño el demonio.

- Estamos bien y ya estás aquí para asegurarte de ello. – Sonrió el ángel, demasiado feliz para preocuparse.

El demonio observó el paisaje junto al ángel, imagen irónica. Pero algo estaba mal allí, pues todo lo vivo parecía reaccionar en demasía a su presencia, o a la de su hijo.

- ¿No crees que los seres vivos actúan extraño?

Pero era tarde para preguntarse eso, Cas ya estaba inclinado contra su pancita, reprimiendo un gemido de dolor. Crowley le sostuvo entre sus brazos para que no cayera del banco con la segunda contracción.

- ¿Falsa alarma? – Rezó el demonio.

Los ojos celeste cielo del ángel le miraron llorosos.

- Va a nacer, Crowley. 

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora