Perder.

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La casa era lo suficientemente grande para albergar a los nuevos invitados, con habitaciones para ambos y cuarto de baño en cada una.

Cas observaba desde la sala lo feliz que parecía Kelly cocinando para su hijo, justo como lo habían soñado alguna vez. Solo ponía esa sonrisa cuando hablaban de Jack, en el tiempo en que su pancita daba patadas y le hacía cosquillas. Le gustaba tenerla de vuelta, le fascinaba la idea de que el nephilim pudiese disfrutar de ella como lo merecían.

Sobre el cuerpo del ángel, en aquel sofá individual reclinable, Nathan había logrado encontrar una posición cómoda para dormirse. Se había quitado las partes incomodas del traje, y solo vestía la camisa negra con el pantalón sin su cinturón. Los zapatos fueron también abandonados a un lado del sofá.

A poca distancia, Crowley veía una película o algo así, demasiada palabrería mafiosa para el entendimiento del ángel, pero parecía hipnotizar al demonio.

Jack bajo las escales, con el cabello mojado y ropa que pertenecía a su hermano menor. Castiel buscó su mirada, pero el nephilim decidió ignorarlo y seguir su camino hasta donde estaba su madre. Tal vez le había herido sin saberlo, tal vez no había pensado lo suficiente en su hijo mayor.

Nathan se removió, frunciendo el ceño como en pesadillas. Cas pensó que sus pensamientos y preocupaciones habían perturbado el sueño del menor, pero cuando abrió los ojos llenos de enfado, supo que no estaba enojado con él.

- Lucifer está haciendo otro berrinche. – Se quejó. - ¿Puedo dormirlo? – Interrogó con esperanza a su madre.

- No juegues con él como si fuera de plastilina, Nathan. –

El menor estuvo a punto de objetar, pero Kelly lo interrumpió con su anuncio de la comida lista.



Cuando Nathan habló de un berrinche, se refería a un verdadero caos. Los Winchester se habían marchado por su propio bien, y Lucifer se dedicó a arrasar con el lugar entero. Para cuando calmo su furia, no había quedado nada más que escombros dispersos a su alrededor.

No se trataba de ser pisoteado por su propio hijo una vez más, o del hecho que Jack tuviese que irse con ellos. Era Castiel... Castiel le había dejado oficialmente, y sentía que perdía todo por lo que había luchado. Ya no había un porque seguir respirando. Nunca había sido el favorito de sus hijos, ni de nadie que cociera, excepto el ángel. El ángel le dio un corazón que hace tiempo había perdido, y sano sus dolencia con paciencia. Ahora se sentía devastado, como si el caos a su alrededor fuese el mismo en su interior. Un tsunami había derribado todo lo que creyó en orden, lo que creyó suyo por primera vez.

Cayó de rodillas en medio del desastre causado. Solo se dio cuenta de que lloraba cuando las lágrimas oscurecieron en pequeños círculos el suelo. ¿Cuándo paso esto? ¿Cuándo dejo de tomar malteadas y cantar canciones para hacer reír al ángel, para ahora quedarse solo con su ira? Todo volvía a ser como antes. Desgarrado. Preso de la furia. Solo.

Lloró. Lloró como un niño a la luna llena. Nadie vendría a consolarle, como nadie había venido antes. Perdió aquellos brazos que le acogían y esos labios que le besaban suavemente, prometiéndole que todo iba a ir bien. Perdió las noches de películas y caricias traviesas. Perdió la sonrisa comprensiva y la mirada de advertencia. Perdió los sonrojos y la leve inclinación de cabeza ante una duda. Perdió el amor y la comprensión. Perdió a su ángel...



Jack ya estaba instalado en su nueva habitación cuando Sam llamó, para preguntar cómo estaba. No había mucho que decir, primeramente porque él mismo no lo tenía claro. La felicidad de tener a su madre se mezclaba con el rencor hacia su hermano y la manera inocente en la que se comportaba ante los demás. Jack sabía lo que Nathan era capaz de hacer, y parecía que los demás lo obviaban.

Cortó la llamada, y alguien tocó su puerta. Castiel le sonreía al otro lado. Le dejo pasar porque aún le respetaba, pero no estaba muy contento de verle.

- ¿Qué pasa? – Preguntó sin mucho interés.

- Creí que estarías más feliz de tener a Kelly aquí. – El ángel se sentó a su lado, intentando comprender.

- Es difícil ignorar a Nathan. –

- Jack, sé que te hizo daño, pero... -

- No se trata de mí.

El joven dejó de ignorar la mirada de su padre, reincorporándose en una posición más directa para mirarle.

- Lo que hizo fue atroz, Cas. No tienes idea cuanta sangre había allí.

- Lo sé. – Buscó comprender. – Pero piénsalo, ¿Cómo estabas tú cuando naciste? Solo, confundido, asustado.

- Pero yo no hice nada como eso.

- Porque no tenías nada que proteger, Jack – La mano del mayor acaricio el rostro de su hijo con suavidad. – Soy lo único que Nathan tiene, y el mundo le ha rechazado antes de siquiera permitirle nacer. – Suspiro con una sonrisa. – Supongo que es igual de impulsivo que su padre.

Jack no pudo evitar sonreír también. Ciertamente se parecían, y tal vez, por ello mismo se veían en guerra tan seguido.

- ¿Aún sigues enfadado conmigo?

- Nunca lo estuve. – Dar explicaciones era difícil, en especial porque necesitaba comprender sus propios sentimientos primero. – Verte con Nathan y pensar en lo cruel que ha sido, me causa... rechazó.

- Entiendo.

El nephilim le miró sorprendido, no creía que la comprensión viniera tan rápido. Pero Castiel deducía que simplemente Nathan y Jack no habían comenzado de la mejor manera su relación de hermanos, y que era cuestión de tiempo. A los ojos del ángel, ambos eran niños asustados del mundo. 

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora