Reacción.

330 38 20
                                    

Cuando despertó, intento mover sus brazos sin éxitos. Las esposas se unían a una cadena asegurada al suelo. En su lenta vuelta a la realidad, intento pronunciar el nombre de su hijo, pero sus labios estaban sellados con cinta. La pared a su derecha, donde se recostaba su adormecido cuerpo, estaba fría y solo iluminada por un ventana muy alta y pequeña.

Su visión borrosa se aclaró y logró ver el brillo del collar que colgaba de su cuello, el mismo le dieron sus hermanos cuando lo secuestraron. Su camisa blanca estaba manchada, faltándole el saco y la gabardina. La puerta se abrió pero no logro elevar su mirada lo suficiente para ver más allá de las piernas del extraño que entro.

Repentinamente una mano se posó sobre su cabeza, guiándolo a apoyarse en el hombro de una presencia conocida. Reconocía ese aroma, ese toque, esa sensación.

- Lucifer... -

Logró decir, percatándose de que su boca era libre.

- Perdóname, baby, no quería hacerte daño. – Se disculpó, besando la frente del ángel.

Castiel no lograba entender del todo lo que pasaba, ni lo que le decían, solo quería alejarse de ese hombre. Descubrió que sus manos eran libres, cuando intento alejarlo con ellas, pero su agarre se lo impidió.

- Sé que estás enojado, dulzura, pero intento protegerte.

Se dejó hacer por el arcángel, escondiendo su confusión en el espacio de su cuello y sujetándose a la camiseta azul oscuro. Relajó su respiración, y casi consiguió sentirse como en casa. Sentados en el sofá, viendo una película que realmente no les interesaba demasiado, buscando pasar un tiempo juntos.

- Las cosas han ido de mal en peor, pero mejoraran... - Prometió el rubio. – Arreglaremos esto, Cas.

- No sin... - Pronuncio con dificultad. – Nathan.

Lucifer busco su mirada, enmarcando el rostro del ángel con su mano. Unió sus labios en un beso que deseo que no fuese el ultimo, pero Castiel no lo correspondió, obligándolo a separase.

- No sin Nathan. – Sentenció por segunda vez, y con más claridad.

- Lastimó a Jack, mató a una docena de cosas, ¿Y aun así crees en su inocencia?

- Te amare... - Busco la fuerza para hablar. – Pero no por encima de mis hijos... no sin Nathan y Jack.



La puerta del bunker se abrió sin esfuerzo, dejando entrar al segundo hijo de Lucifer y al rey del infierno. Un chasquido encendió las luces del oscuro lugar. El traje negro de Nathan relució con la nueva luz y su gabardina del mismo color ondeo bajando las escaleras.

Nadie, no había nadie. El parpadeo de una luz carmesí llamó su atención, una cámara filmaba todo desde un esquinero en el techo.

- Te dije que no vendrían aquí. – Recordó Crowley.

- Pero debe haber pistas. –

- No creo que sean tan estúpidos. –

- No creo que seas tan estúpido de hacerme enfadar. – Amenazó el menor.

- Oye, solo tu madre puede tratarme así.

Nathan bufó por lo bajo. No lo estaba pasando nada bien, y cada vez era menos su paciencia.

- Enviare a mis hombres a investigar, ¿Ok? – Sugirió el demonio. – Pero tienes que tener paciencia.

Pero la cadena ya estaba rota, y el bozal suelto, Nathan estaba furioso. Mataria a todos, destruiría la maldita humanidad, cielo e infierno hasta encontrar a Castiel.

- ¡¿DONDE ESTA?!

El gritó arrancó del piso la mesa del mapa enviándola a la sala contigua. Los libros volaron en todas direcciones junto a las estanterías que cayeron. Las luces parpadearon pero por suerte, no reventaron. Entonces, Nathan terminó de quebrarse.

Crowley le abrazó y el joven lloró como el niño que era. Necesitaba a su madre, necesitando la razón de su vivir.

- Lo vamos a encontrar. – Prometió el demonio. Aunque él no hacia promesas, desde que Nathan estuvo a su cargo, las promesas salían de su boca como verdades seguras. – Se paciente, voy a encontrarlo.


El lente de la cámara se había trizado un poco, pero Sam aún podía ver lo que sucedía. Dean y Jack, se sentaron a cada lado del pelilargo para ver las cámaras.

Crowley dijo algo al chico, y luego se marchó, dejándolo solo. Entonces, Nathan limpió su rostro de lágrimas y se dio la vuelta hacia los pasillos.

Sam presionó un par de teclas, y las cámaras del pasillo se mostraron. El ojiazul un golpe imprevistamente el muro, y una grieta se abrió a lo largo del corredor.

Un movimiento suave hacia las habitaciones y todas las puertas se abrieron. La de Dean fue la primera. Nathan hurgó en cajones e insatisfecho, destrozó todo a su paso antes de salir.

- ¡Hijo de perra! – Se quejó el Winchester, sin poder hacer nada a través de una pantalla.

Lucifer apareció desde una puerta detrás de los reunidos enfrente del computador, sorprendido por el repentino enojo del cazador.

El siguiente fue la habitación de Sam. Nathan hojeó rápidamente uno de sus libros, quemándolo entre sus manos luego.

- Era mi libro favorito. – Suspiro lastimero el menor de los hermanos.

La habitación de Jack fue inspeccionada por encima, sin tocar nada, como si le causara aversión. En la mesita de luz, la dulce sonrisa de Kelly se mostraba en un portarretrato. Nathan lo tomó entre sus manos, y sonríe también, pero no de manera dulce como la mujer.

- Conozco esa sonrisa. – Sam señalo al arcángel. – Es la misma que pones cuando estás pensando algo siniestro.

Pues sí, Nathan tenía una idea, una idea brillante.

Jack señalo estupefacto la pantalla para que todos volvieran a prestarle atención. En la misma habitación del nephilim, apareció una mujer de la nada.

Nathan se volteó hacia ella, con un gesto suave y aniñado le saludo.

- Hola, Kelly. 

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora