Primera cita.

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No darían vueltas por diferentes partes del mundo como en aquellos días que parecían tan lejanos ahora. Lucifer llevó a su ángel al salar de Uyuni, el lugar en que todo realmente comenzó. Las vista seguía siendo tan presionas como en ese entonces, y Castiel seguía viéndose tan dulce y lindo mirando las estrellas con admiración, como siempre.

Aunque no estaban tan solos como el arcángel quisiera. Podía sentir la respiración de Nathan detrás de él, advirtiéndole de los peligros de meterse con su madre, pero el menor no esa allí, no físicamente. Suspiro intentando relajarse.

- ¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? – Sonrió rememorando. – Tu cara de espanto cuando te besé fue lo mejor.

Castiel golpeó su brazo, fingiendo enfado.

- Tú ni siquiera podías responder una simple pregunta.

- Es que no sabía que me gustabas de esa forma. – Elevo los hombros justo como esa vez. – Creí que solo te tenía ganas.

- ¡Lucifer!

- Al final si te tenía ganas y algo más. – rió justo antes de que Cas lo golpeara, pero con más fuerza que antes.

Lucifer tomó la mano del ángel, acercándose peligrosamente a él.

- No sé qué le haces a los chicos malos que caen a tus pies. – Sonrió pícaro. –

La mano de Cas, le empujo suavemente hacia atrás.

- Nathan, él es el punto aquí. – Sentenció.

- Ok, bien. Nos estamos llevando mejor y es... es... ¿educado?

- ¿A eso le llamas progreso?

Está bien, no era mucho. Pero de verdad que lo intentaba. Olvidarse de todo y empezar una relación padre e hijo con un desconocido no era tan fácil. Además que Nathan no era tan simple como Jack que actuaba como un niño, el morocho no olvidaba nada y a cada memoria del sufrimiento de su madre la tenía bien presente. No podía regalarse un sable láser y pedirle que olvidara todo, porque el niño lo atravesaría con el sable y bailaría sobre su cadáver.

- Necesito más tiempo con él del que tuve con Jack, ¿Si?

- Bien, pero hasta que él no te perdone, yo no podré hacerlo. – Lamento. – Lo siento.

- ¿Me odias?

- No, pero Nathan y yo estamos unidos aun, puedo sentir su resentimiento cada vez que te ve, Lucifer. No puedo aceptar nada de ti así.

Lucifer vio la sinceridad en sus ojos. El ángel de verdad quería volver con él, creía en su arrepentimiento, pero sus sentimientos se mezclaban con los de su hijo.

- Entonces, ¿Aun me amas?

- Por supuesto, no preguntes eso. –

El arcángel elevó el mentón del menor, para ver directo a sus ojos, acercándose solo un paso.

- ¿Por qué sigues estando con él si es así?

Cas recordó lo de Crowley, como quien recuerda que dejó un pastel en el horno por el olor a quemado.

- No es lo que parece. – Intento explicar.

Lucifer palideció.

- ¿Estas con él solo por sexo? - ¿Quién era este tipo, y donde perdió a su inocente ángel? – No te creía así, Cas.

- ¿Qué? No. Solo somos amigos.

- ¿Amigos con derecho?

- ¡Solo amigos! –

Bien, entonces había algo de todo esto que no encajaba.

- ¿Y las miraditas? ¿Y el papi Crowley que es para Nathan?

- Crowley siempre me mira así. – Sopeso. – No por nada en particular. Y ha criado a Nathan todo este tiempo, tiene sus derechos sobre él.

Lucifer achinó los ojos observando al morocho y ordenando toda esa información nueva.

- ¿He pasado noches en vela imaginándote con ese tipo y muriendo de rabia... por nada?

Cas asintió repetidas veces, con un poco de lastima por el pobre arcángel.



Castiel entró a la casa, sin hacer mucho ruido porque todos dormían. La lámpara a un lado del sofá se encendió, y Crowley apareció en su pijama.

- ¿Qué horas son estas de llegar? – Dijo con una voz más profunda que la suya. El rostro serio denotaba que estaba muy enfadado.

- ¿Qué? –

- Lo siento, siempre quise decir eso. – Rio, cumpliendo un sueño.

Se acomodó mejor en el sofá, y golpeteó a su lado para invitar al ángel a sentarse.

- ¿Qué tal tu cita?

- Supongo que bien. – Sonrió.

Se había divertido y olvidaron un rato todos sus problemas, volviendo a ser los novios de antes por unas horas.

- ¿No viene otro pequeño monstruo en camino? – Preguntó el demonio, picando la barriga del mayor.

- No, Crowley.

- Menos mal. – Suspiro, relajándose en su lugar. – Hoy Kelly y yo tuvimos que soportar una guerra de confites. No podría criar a un tercero.

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