Tú no estabas.

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Nathan veía, sentado en el sofá, como se marchaban aquellos tres indeseables. No quería despedirse cuando su deseo era que se marcharan. Puede que su conexión con su madre no fuese tan fuerte como antes, pero estaba al tanto de su preocupación constante, del miedo que sentía. Y sabía que era culpa de las "visitas".

Un clic se escuchó desde la cocina y se levantó a buscar sus palomitas.



Lucifer había logrado alejar lo suficiente del resto a Cas, para tener una conversación medio decente.

- De verdad que lo intento, pero el chico me saca de las casillas. – Se defendió.

- Tiene meses de edad, Lucifer. – Se cruzó de brazos. – Es realmente lamentable que no hayas madurado en todos estos siglos.

- Empezamos con el pie izquierdo, si me das tiempo quizá...

- Tal vez no te quede tanto tiempo. – Sentenció, perdiendo su mirada.

Lucifer siguió la dirección de los ojos azules, topándose con Crowley parado en la puerta de la casa. Con las manos en los bolsillos y su elegancia conocida, sonrió al ángel.

- No estás hablando en serio. – Se giró de vuelta hacia Castiel. – ¡Voy a matar a ese hijo de perra! – Estuvo a punto de correr hacia el demonio, pero Cas le frenó.

- ¡Lucifer! Nathan y yo mucho menos vamos a perdonarte si algo le pasa a Crowley.

- ¡¿Por qué mierda lo defiendes tanto?!

- ¡Porque estuvo cuando estaba solo esperando a un niño con el mundo en mi contra! Cuando Nathan se inquietaba por tus arrebatos, Crowley fue quien lo tranquilizaba. Procuró que naciera en un lugar seguro y le dio esta casa que tiene todo lo que podría necesitar. Esta siempre para hablar con él y protegerlo aunque sea el más débil de los tres. Y... estuvo allí para abrazarme cuando me culpaba por lo que estaba pasando. – Las lágrimas se acumularon en el azul cielo de sus ojos. – Tú no estabas allí, Lucifer.

Empujó a Satanás, limpiando sus lágrimas para que los demás no le vieran, aunque ya les habían escuchado discutir.

- ¡Cas! Tenemos que darle un buen regalo a esta mujer. – Dean señalo a Kelly. – Cocina como los dioses, se lo merece.

Castiel asintió sonriéndole a la dulce mujer, no podía estar más de acuerdo. Y Jack la abrazó orgulloso de su mamá.

- Y muchas gracias por la comida extra. – Agradeció Sam, despidiéndose de la mujer.

El ángel entonces se percató que el asiento de atrás del Impala estaba repleto de tappers y comida envuelta en papel.

- Cas. – La voz de Dean llamó su atención nuevamente. – No olvides que puedes venir a comer cuando quieras.

- Igual para ustedes. – Sonrió. – Jack quiere pasar tiempo con Kelly, pero ya me aseguró que quiere volver por un tiempo a resolver casos. –

El nephilim asintió, reafirmando sus planes.

- Pero si mi madre está de acuerdo... - Cayó en cuenta que ahora había una nueva autoridad que debía respetar y se sentía totalmente feliz de tenerla.

- Por supuesto que puedes, cariño.

- Bienvenido seas entonces. – Apoyó Sammy.

Los hermanos subieron al auto. Lucifer se iría con ellos, pero en su camino al auto, no volteo a ver al ángel ni una vez.



Demonio y ángel paradas uno al lado del otro, observando el camino donde no había nada que observar.

- No me gusta mentirle.

- No le mentiste, él se hizo el cuento de que estábamos juntos. – Sonrió orgulloso de su plan. – Confía en mí, hará algo o terminara de irse.

- Dicen que no debes confiar en el demonio. – Bromeó mirando al más bajo.

- ¿Me lo dice el ángel que hizo cosas sucias con Satanás?

La risa sonaba combinada de ambos seres sonaba armoniosa en el curioso Nathan que les espiaba.

- Preparare chocolate caliente para Jack, ¿Vas a queres, Nathan? – Kelly lo sacó de sus pensamientos.

- Seguro. – Miro a su alrededor. – ¿Dónde se fue mi hermano?

- Sala de juegos.


Nathan dejó de lado su curiosidad y el bol de palomitas vacío, para encontrar a su hermano mayor frente a la pantalla. Jack se alegró en cuanto lo vio.

- ¿Jugamos Diablo 3?

El menor observo con detenimiento la portada del videojuego que su hermano le pasó, sin poder evitar reír.

- Irónico que los hijos de Lucifer jueguen Diablo 3.

- Acostúmbrate, hermanito, la vida de nosotros nunca será normal. – Suspiro. 

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