Cinco.

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Fue muy mala idea dejar solo a Castiel, fue muy mala decisión del ángel bajar a comprar solo. Tenia demasiada hambre. Lucifer dormía, y solo le tomaría cinco minutos cruzar la calle y comprarse algo. No pensó en lo que sucedería, ni en quienes le esperaban.

Con sus cinco meses encima, el bebé empezaba a pesar y su estado físico a deteriorarse. Para cuando se dio cuenta de la presencia de sus hermanos, ya lo habían subido a una camioneta.

Lucifer despertó media hora después. Una nota de post it le esperaba en la mesa de la cocina.

"Vuelvo en 5 minutos! Cas ♥"

Pasaron cinco, pasaron diez y veinte, Castiel no regresaba. Reviso el estacionamiento y la camioneta estaba allí también. La preocupación le abrumó y buscó su celular.

- ¿Jack? ¿Castiel está ahí?

La respuesta negativa le inquieto más.

- Necesito rastrearlo, no siento al bebé tampoco. –

- ¿Llevaba su teléfono?

- Creo que sí, no está en el departamento, pero llamo y no contesta.

- Sam se encargara.



Aferrado a su vientre con ambas manos, Cas era rodeado por cinco de sus hermanos, mientras Duma le miraba fijamente, sentada frente a él en aquella mesa metálica. El lugar parecía una vieja fábrica abandonada, con su maquinaria ya oxidada y el sol colándose por agujeros en el techo. Lucifer debía encontrarle, seguramente no tardaría en dar con su hijo.

- Tranquilo, Lucifer no va a venir, si eso es lo que piensas. – Cas le desafió, pero ella parecía bastante segura. – Ese collar en tu cuello lo distraerá.

No había notado en que parte del recorrido el accesorio fue colocado en su cuello. Una piedra de colores violáceos enredada en alambres de oro. Según sabia eso distorsionaba los sentido de cualquier ser. Aun así, sabía que él vendría a buscarlo.

- Bien, prosigamos. – Sonrió. – Naomi no está muy de acuerdo con mis "maneras", pero de alguna forma debes entender que ese niño no puede nacer.

- Tú no eres nadie para decidir por la vida de mi hijo.

- Tú estás decidiendo por la vida de todo lo existente, Castiel. –

Su bebé era bueno, él lo sabía. Abrazó con más fuerza su barriga, dando a entender que no sedería.

- Te encariñas rápido con las cosas destructivas, ¿No? – Rio. – Primero el Winchester, luego Jack. Creímos que Lucifer era el tope, pero entonces decides engendrar a la bestia más feroz que puede existir.

- No llames "bestia" a mi hijo.

El bebé no estaba feliz. Se había inquietado un poco con la preocupación de su madre, pero la constante promesa del rescate de papá le mantuvo pasivo. Sin embargo, ahora era contagiado de la ira naciente en Castiel. Con sus cinco meses, se retorció y pateo como si le doliera quedarse quieto.

Cas se acomodó mejor en la silla, percibiendo punzadas no muy dolorosas, pero iban en aumento.

- Ya te lo explique. Sera simple, Cas. – La mujer se levantó, rodeando la mesa y acercándose al ángel. – Extirpamos al niño y será más fácil encargarnos de él. Tú no serás consiente de nada. – Intento consolarlo.

Lo siguiente que iba a decir Duma, quedó atorado en su garganta, prisionera del agarre fuerte de Castiel... Al mirarlo a los ojos, ese no era Cas.

- Tú... intentas... ¿hacerme daño? –

Los demás ángeles intentaron ayudar a Duma, pero no podían moverse de sus lugares. Las manos de Cas apretaron con lentitud hasta sentir el crujir de la garganta del ángel. Ojala hubiese dañado solo el recipiente de Duma, pero el segundo hijo de Lucifer era capaz de destrozar a un ángel como si fuese una simple planta indefensa.

Los despojos de Duma cayeron al suelo en un sonido simplemente asqueroso. Los ojos celestes se giraron a ver a los demás ángeles, percatándose que al fondo, en la puerta, su padre le observaba.

Sonrió a él, justo antes de masacrar a cada uno de sus captores con sus propias manos. Jack, Sam, Dean y Lucifer lo vieron todo. Como no pestaño ni un segundo, ni cuando la sangre le salpico y jamás quito la sonrisa tampoco.

Cubierto de carmesí líquido, camino tranquilo hacia su padre.

- Mamá tenía razón, vendrías a por nosotros. –

Lucifer no salía del impacto sufrido por la sangrienta escena, ni podía entender cómo es que podía hablar con su hijo de tan solo cinco meses de gestación.

- ¿Por qué me miras así, papá? – El gesto de confusión de Cas se reflejó en él, pero en sus ojos, Luci sabía que ese no era su novio. – Estas... asustado. –

El cuerpo de Castiel pareció sufrir un golpe de electricidad, y el ángel regreso, sano y salvo.

- ¿Por qué me miras así, Lucifer? –

Era él, completamente su ángel. Luci le abrazó como si estuviese muriendo, y Cas no comprendía que sucedía.



El regreso a casa fue incómodo. Lucifer condujo, mientras Cas comía por trecientos.

- ¿En verdad hablaste con él? – Interrogo a su novio, sin poder creerlo, acariciando su vientre. –

- Si.

- ¿Cómo fue?

- Nada relevante.

Lucifer había estado distante en su propio mundo desde que se subieron a la camioneta, y a Cas no le gustaba su actitud cuando hablaba de su hijo. Además, el bebé parecía inquieto también, podía sentirlo de malhumor.

- ¿Por qué no estas emocionado?

- Porque no fue la gran cosa... - Resto importancia, entrando al estacionamiento de su edificio.

- Es tu hijo.

- Y no tengo ganas de hablar de él, Castiel.

No comprendía, ni jamás entendería porque les trataba de esa forma. Con los ojos llorosos, el ángel se bajó de la camioneta y camino directo al ascensor, cerrando las puertas antes de que Lucifer tan siquiera pensara en subir.  

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora