Apártense.

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Castiel cayó en cuenta de lo que estaba pasando. Los ojos celestes enfrente de él, con una dulce sonrisa y su mano sostenía entre la calidez de las ajenas. Su hijo había nacido y Lucifer le miraba desde la puerta. Nathan estaba en peligro, fue lo primero que atravesó su mente. Sacando fuerzas de donde no tenia, y apoyándose en Crowley, se levantó para protegerlo.

La camiseta mojada caía libre hasta la mitad de sus piernas, el cabello húmedo de sudor y la respiración dificultada por el cansancio, no impidieron su ira. Apartó a Nathan, ocultándolo detrás de él. Su hijo se aferró a la tela negra y se escondió asustado. Crowley permaneció a un lado del ángel, como todo este tiempo.

Lucifer dio dos pasos hacia ellos, con una sonrisa inevitable; la felicidad de ver al ángel sano y salvo era algo imposible de disimular.

- Aléjate de mi hijo. –

Fue lo que quito la sonrisa del rostro de satanás. Castiel no tenía idea de lo que el niño había hecho, de lo que era capaz de hacer.

- Tú debes alejarte de él, es peligroso. – Intento hablar calmado. – Cas debes...-

- El único peligroso en este lugar eres tú. – Sentenció el antiguo Castiel, su enemigo. – Apartarte del camino.

Lucifer le enfrento, tomando ventaja de su altura y jugando al mismo juego que el ángel. Si Castiel quería guerra, guerra obtendría.

- Si sales de aquí es conmigo y nadie más.

- No voy a irme con quien intentó asesinar a mi hijo dos veces. –

La ira iba en aumento y Castiel no iba a frenarla, porque le odiaba, le odiaba por romperle el corazón, por dañar a su bebé.

- ¡¿Crees que no sé qué ustedes recuperaron esa daga?! ¡Te atreviste a atentar con la vida de Nathan por segunda vez, Lucifer!

- Tenía que hacerse.

- ¡Matarte desde un principio es lo que debí hacer! ¡No volver a ese maldito café nunca más!

Nathan repentinamente colocó sobre los hombros del ángel la gabardina; pidiendo en una simple acción que se fueran de allí. Castiel cedió, sujetando la mano de su hijo y blandiendo su espada en la otra.

- Sal de en medio, Lucifer. –

- No, hasta que hablemos a solas. –

El demonio dio un paso al frente.

- Dijo que te apartes, monigote.

- Cierra la boca. – Ordenó sin mirar al morocho.

Probablemente sea repetido, pero la paciencia de Nathan era poca.

- ¡Que te muevas! –

Lucifer fue apartado tres metros hacia atrás, sin mucho esfuerzo, por Nathan. Jack fue a su auxilio, viendo salir a Cas con el demonio y su hermano menor. Ninguno se volteo a ver a los presentes, caminaron en línea recta por el pasillo.

- ¡Es un maldito monstruo, Castiel! – Grito Dean, colérico. - ¡¿Cómo no lo ves?!

Los pasos del ángel se detuvieron. Nathan buscó su mirada, esperando no encontrar duda en ella.

- ¡Mató a una docena de cosas solo por diversión! – Continúo el Winchester. - ¡No tienes idea de lo que ese niño ha hecho!

Nathan se giró a ver al cazador, amenazándole con la mirada. Volviendo a ver a su madre, se aferró a su agarre con más fuerza.

- ¿Mamá?

Castiel le sonrió a la dulzura de esa palabra. Retomó el paso sin volver a detenerse por mucho que su antigua familia gritara, por mucho que doliera dejar atrás a Jack con ellos.

Afuera, mal estacionada, su camionera relucía en gris. Nathan hurgo en el bolsillo interior de su sacó y entregó las llaves que había robado de su padre en algún momento.

- ¿Podemos ir por algo de comer, mamá? 

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora