Mátanos, papá.

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Esa mañana quien abrió los ojos no era Castiel.

- ¿Nathan?

- Buenos días, Crowley.

Se colocó la gabardina de su padre, dejándose debajo la única camiseta que llegaba a cubrir la pancita de embarazado y su holgado pantalón.

- ¿Adónde vas?

- Necesito ir a un lugar y destruir una cosa.

- ¿De qué hablas?

- Menos averigua Dios y perdona. – Recito el antiguo dicho.

Antes de cerrar, se detuvo en el marco de la puerta.

- Volveré en un momento. Ten listo el desayuno de mi madre para entonces, por favor.

Crowley se quedó mirando la salida por un rato. El chico tenía un extraño aire altanero a su padre y una educación propia de su madre. Tal vez cuando naciera se decidiría a quien parecerse más.



Sam y Dean ya estaba reunidos en el bunker con Lucifer para entonces, preparando el viaje.

- Iré solo. – Sentenció el arcángel.

- O nos llevas o no vas. – Desafío el Winchester mayor.

- ¿Y tú me vas a detener?

- ¡Suficiente! – Interfirió Sam. – Iremos los tres. Jack cuidara el bunker por cualquier cosa.

El plan era simple. Viajar en el tiempo hasta el Edén, tomar la daga en poder de Dios y volver. La daga se había perdido desde que Chuck desapareció, y viendo que no pensaba intervenir, tendrían que arrebatarla de otra forma. Eso mataría al niño; nacido o no, Nathan debía morir.

- ¿Eso evitara que explotemos como palomitas al entrar al Edén? – Señalo Dean a los dos brazaletes sobre la mesa.

- Si. – Reafirmo Sam, colocándoselo primero. – Lucifer los robó del cielo.

Lucifer hizo crujir su cuello y colocó una mano en cada hombro de los hermanos.

- ¿Listos?

- Hagámoslo.



Jack bebía un jugo tranquilamente, cuando la puerta del bunker salió despedida de sus bisagras, cayendo a pocos metros de él, contra la entrada a la cocina.

Enseguida se levantó, su hermano le saludo con un gesto infantil desde la entrada.

- ¿Te importa si espero a nuestro padre aquí? – Interrogó mientras bajaba las escaleras.

- ¿Qué quieres?

No respondió, sentándose en la silla que antes utilizaba Jack.

- ¿Crees que se tarden mucho? Mamá necesita desayunar.

Los ojos dorados de Jack brillaron en ira, acercándose peligrosamente a su hermano menor.

- Vete.

- Dilo de nuevo.

La segunda vez que lo pronuncio, el nephilim no pudo completar la palabra. Nathan le dio un golpe directo a su mandíbula. Jack se golpeó con el marco del pasillo hasta donde fue lanzado, levantando su cabeza del suelo con dificultad segundos después.

- De verdad que no quiero problemas con mamá por tu culpa, pero es que eres insoportable. - Se quejó el más joven.

Acomodó su gabardina y se hincó enfrente de su hermano.

- No mataré a tu papi, solo tomare la daga y me iré. – Apartó los mechones que habían caído sobre la frente del rubio. – Piénsalo, si yo muero, Cas muere conmigo. Está claro que eres un traidor, ¿Pero eres capaz de permitir algo así?



Caminaban por el Edén siguiendo a Lucifer para no perderse entre las plantas, los Winchester estaban realmente confundidos desde donde habían entrado.

- Se supone que la tiene Adan. – Dijo el arcángel. – Distraeré a Chuck mientras ustedes la toman.

- ¿La toman? – Interrumpió Dean. - ¿Y qué le decimos? "Oye, necesitamos la daga que tienes para salvar a la humanidad, serias tan amable..."

- Golpéalo con una roca o algo, no morirá. – Quitó importancia.

A lo lejos, disfrutando de la naturaleza a un lado de la cascada, Adan tarareaba distraído.

- Allí esta, el resto es cosa suya. – Fue lo último que Lucifer dijo antes de desaparecer.

- ¿Vamos a matar a Adan? – Pronuncio la aterrorizada voz de Sam.

- Temporalmente. –

El plan fue perfecto. Adan cayó al primer golpe, y Sam tomó la daga de su cinturón. Lucifer no tardo demasiado en volver.



Ninguno imaginaba la sorpresa que les esperaba en casa. Jack estaba sangrando de nariz y oídos, con su rostro lleno de hematomas y tirado en un rincón del bunker.

Sentado sobre la mesa, Cas cantaba bajito una canción de cuna mientras acariciaba su vientre. No tardaron en descubrir que ese no era el ángel realmente.

- Hola, papá. –

Nathan fue directo hacia Lucifer que cargaba la daga, en posición de defensa. Pero el niño no retrocedió hasta estar bien cerca de su padre, hasta que el filo de la daga rozo el vientre de su madre.

- Hazlo. – Desafió. – Apuñala a tu hijo. – Sonrió. – Pero recuerda que mi madre morirá conmigo, que perderás al amor de tu vida y que seguirás siendo el mismo miserable de siempre.

Lucifer dudo, mirando alternamente entre los ojos celestes de su ángel y la punta sobre su vientre, la voz de su hijo le apresuraba a tomar una decisión que jamás creyó tener que tomar.

- Vamos, papi... - Tomó a su padre del mentón, obligándolo a que lo mirara. – Mátanos.

Satán gruño antes de bajar el arma y alejarla del ángel. Nathan le arrebato la daga sin mucho esfuerzo, analizándola mientras caminaba hacia las escaleras.

- Por supuesto que no permitiría que dañaras a mamá, haría que cayeras muerto antes de que lo pensaras. – Confesó.



El desayuno ya estaba sobre la mesa cuando Nathan volvió, regresándole el control a su madre.

- Gracias, Crowley. – Dijo saboreando el exquisito sabor de los hotcakes.

- No hay de qué. – Se le quedo mirando intrigado. – ¿Qué tanto fueron a hacer el pequeño y tú?

- Creo que Nathan quería esto. – Declaró sacando la daga del bolsillo de su gabardina. – Es malo para él.

- ¿Puede matarlo?

- Si. – Cas se entristeció de repente, sospechando de donde la había sacado Nathan. – ¿Puedes destruirla?

- Sin problemas. 

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