3. CONFESIONES Y AMISTADES

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Durante los siguientes cuatro años en la escuela primaria, Leah no volvió a ver a Amy más que un par de veces en aquel pequeño y aburrido pueblo. Eran encuentros tan extraños que muy apenas se reconocían y hacían solo un gesto con las manos para saludarse a lo lejos, antes de perderse entre la gente que iba pasando. Tal vez nunca hablaron como tal en ese tiempo, ni cuando estaban juntas; pero no por eso serían groseras con la otra, como para no sonreírse cuando se hallaban por ahí.

Leah nunca supo en qué escuela entró su ex compañera, pero siempre imaginó que fue en una buena. Oía muy rara vez de ella, en realidad; sin embargo le hacía feliz saber que estaba bien durante esas ocasiones.

Por otro lado, al siguiente año en su primaria, habían entrado nuevos alumnos en el colegio: un chico y una chica. Una niña de tez morena y cabello oscuro llamada Andrea era ahora su amiga del salón y, a parte, de ballet; mientras que aquel niño, el cual le pareció horrible la primera vez que lo vio, terminó convirtiéndose en la primera persona que le gustó.

Por razones de la vida, a muchas de las niñas durante segundo, tercero y cuarto les parecía lindo ese estudiante: Atenas, María José, Andrea, Leah, Alexandra y Daniela (durante un tiempo) formaron parte de ese grupito, exceptuando a Dana y a Sídney, la mejor amiga de Leah. Estas últimas estaban enamoradas también de un mismo chico, pero era otro.

Durante segundo año la amistad de Leah y Sídney comenzó a reforzarse, (siendo amigas desde kínder fue fácil que se llevara bien.) Iban a todas partes juntas, incluso con Andrea que, a veces, se unía a ellas. Se divertían jugando con sus manos todos los recreos; caminando y palmeando las de la otra, agarrándose de la mano las tres, jugando a "Por aquí pasó un caballo..."

En ese entonces, fuera de la institución, Sídney, Alex (de quien Sídney estaba enamorada y quien, a su vez, estaba enamorado de ella), Estefanía y Leah se reunían la mayoría de los años para celebrar el cumpleaños de la primera mencionada; iban a las hamburguesas, luego cenaban pizza y jugaban en su casa hasta muy tarde. Estefanía, gracias a esas reuniones, se mantenía al tanto de lo que sucedía con sus antiguos compañeros de kínder; pues ella había ingresado en la primaria contraria en la que estaba el resto.

Fue en unas vacaciones de verano cuando Estefanía y Leah entraron juntas a clases de natación y a pintura, en donde María José y otras amigas lejanas entraron. Conoció por esa época a Miranda, una niña con cabello claro y rizado que seguía a todas partes a Estefanía y que siempre llevaba una enorme sonrisa en su cara; también, gracias a esas clases se acercó más a María José.

—¿Sabes quién es Edgar? —Preguntó Estefanía una tarde, mientras ella y Leah iban en camino a sus clases de natación. Claro que lo sabía; era el niño nuevo que siempre llevaba el cabello sumamente pegado a la cabeza, casi pelón.

—Sí. Es quien saca primer lugar. —Respondió con desinterés.

«—El matadito que me robó el primer lugar durante toda la primaria.» Diría la actual Leah.

—María José me contó que era quien le gustaba. —Sí. Esa clase de amigas eran la mayoría de niñas en ese entonces— ¿Cómo es él? No me imagino a alguien que se llame así. ¡Es tan raro...!

Leah había dejado de escucharla tras aquello, pensando en la imagen mental. No le daba celos, solo le costaba trabajo imaginar una relación entre ellos dos; tal vez porque eran todos muy jóvenes en ese entonces, nunca lo supo.

Meses después de entrar a tercer grado, habló sobre el tema con María José, sincerándose con ella y diciéndole que también le atraía el mismo niño; ambas se lo tomaron bien y solo reían por semejante tontería. Las cosas cambiaron cuando Atenas se enteró de sus sentimientos, yendo a contarlos con el involucrado; Leah lloró durante largos minutos en el baño de la escuela, queriendo desaparecer por la vergüenza causada.

Lo "positivo" de aquel acto fue que Edgar, una vez hablaron por mensajes, le confesó que le gustaba, diciéndole miles de cosas lindas. Así pues, la pequeña ingenua se las creyó todas; hasta que al día siguiente le dijo que todo era broma. Y así, confesión tras confesión, la tonta iba cayendo cada vez más redondito; hasta que se cansó de tanta estupidez y terminó odiándolo durante un tiempo.

Por otro lado, en su casa y sin saber lo que pasaba, Leah toleraba comentarios por parte de su madre del tipo: "¿Por qué Sídney y tú siempre están juntas?", "Siempre la llevas a todas partes" o "Parecen novias." Sin conocer de la existencia de esas parejas, la niña terminó por sentirse incómoda cada vez que veía a su amiga o a Andrea; siempre se soltaba de las manos y dejó de jugar a las palmadas durante un tiempo.

Si la Leah actual pudiese volver a ver a su yo del pasado le diría que aquello es normal en cualquier niña, pues a esa edad mayores intenciones no se dan; y, en efecto, a Sídney y a Andrea siempre las vio como amigas y nada más.

«Mañana, sigue caminando.
Somos demasiado jóvenes para detenernos.
Mañana, abre la puerta. 
Vemos demasiado como para cerrar la puerta.
Cuando la noche oscura pase, 
Una mañana brillante llegará.
Cuando llegue mañana, 
La luz brillará;
Así que no te preocupes. 

Tomorrow
-BTS.»

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora