5. ¿QUÉ MÚSICA TE GUSTA?

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El último año de la primaria al fin había llegado. Al fin habían ingresado nuevas personas al grupo; sin embargo ya se conocían entre todos. Azeneth volvió, Laura que era una compañera del catecismo de algunos y Ana, que según Leah conocía (la verdad era que ninguna de las dos recordaba a la otra; pero sus madres, sí), se acoplaron rápidamente.

Durante la primera mitad del ciclo escolar María José, Atenas, Estefanía y Leah terminaron siendo más amigas que nunca, dejando de lado a Sídney. En ese entonces la castaña no sabía el daño que le hacía a su amiga solo por ser tan cercana a otras niñas, pensando que ella también lo era con alguna otra. También llegó el momento en el cual Leah amaba más leer y escribir que hablar con sus amigas, cosa que molestaba un poco a las mismas, gastándole bromas de repente a lo relacionado.

Sídney se mudó a Estados Unidos al tiempo, alejándose física y emocionalmente de Leah. Ella no se sentía tan mal como todos parecían creer porque esos sentimientos los olvidó en libros y en sus "nuevas mejores amigas", la querían y siempre le sacaban una sonrisa cuando era necesario; incluso le ayudaron a que perdiera su pánico al bailar en las fiestas.

Un poco antes de que fuera la marcha de Sídney una nueva alumna ingresó junto a sus hermanas menores: Amy. Leah nunca había imaginado volver a verla en ambiente escolar, solo en la iglesia o por ahí; sin embargo eso le había generado cierta felicidad. No sabía por qué pero cuando la vio sintió el impulso de acercarse y hablarle, por primera vez, sobre algo útil. Quería ser su amiga, como antes no había podido

Y así fue, en efecto.

En su primer día esperó a que todos se marcharan a clase de computación, dejándola sola con la chica. Se acercó a ella con el corazón extrañamente acelerado y con la cara posiblemente rojiza.

—Te espero. —Logró decir cuando vio cómo su compañera la miró de reojo. Tal vez no sabía por qué le hablaba, si nunca lo habían hecho como tal.

—No es necesario. —Creyó haberle oído murmurar; pero lo ignoró.

—Este es el libro de la clase. —Dijo, mostrándole la pasta del suyo con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Lo sé.

Sin muchas opciones para temas de conversación, Leah guardó silencio unos segundos mientras pensaba en algo que decir. La verdad era que, pese no verse parlanchina, pensaba que, siquiera, le seguiría la plática para hacer todo menos incómodo.

—¿Qué música te gusta? —Decidió preguntar mientras iban de salida al salón de la clase correcta. Sabía que era una pregunta muy tonta, pero quería saber; ella había estado cambiando su gusto de música a causa de sus acercamientos con Atenas y María José. Tenían buen gusto gracias a sus hermanas mayores y, en ese entonces, ella no.

—Rock, principalmente. ¿Y a ti?

—Pop y muy poco rock.

Caminando junto a la otra, Leah creía saber que Amy no parecía tener ningún interés en hablar con ella ese momento, desalentándola un poco. Quizá, si hubieran hablado desde años atrás, todo sería más fácil; en cambio la vio solamente con las niñas exageradas de la generación. Lo más seguro era que imaginaba que era como ellas.

Desde entonces, por alguna razón, Leah siempre se sentía nerviosa junto a su nueva compañera; no de mala manera, pero tampoco sabía si era buena. Solo reconocía lo acelerado que siempre estaba su corazón sin motivo exacto cada vez que estaban cerca.

Un día, jugando hándbol, terminó torciéndose el tobillo al dejarse caer de la forma incorrecta sobre él. Soportó el dolor hasta que llegaron por ella, notando la horrible hinchazón que tenía; parecía que tenía una enorme bola en su pie. Así Leah quedó sin poder andar correctamente por un mes, llevando consigo un yeso pesado, el cual todos terminaron sellando.

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora