27. LATIDOS

28 2 0
                                    

Los siguientes días transcurrieron igual para Leah: no bailar, no hacer ejercicio, despertar tarde, dormir a altas horas de la madrugada y, principalmente, hablar durante mucho rato con su pequeño Ratoncito. Sería una vil mentira el decir que todo fue más fácil después de la confesión, pues seguía siendo algo complicado para ambas; pero las dos sabían que ese algo tan especial que tenían seguía existiendo y las unía. Amy dijo alguna vez que era la prueba de la leyenda japonesa del hilo rojo y, en definitiva, era una hermosa comparación.

Se hizo costumbre que, cuando podía, Leah le escribiera algún relato a Amy sobre Dominick y Evan de algún tema que se podría ambientar en su relación: sus sentimientos, la amistad, las inseguridades de Doomi, la distancia que existirá en sus escuelas, Sídney siendo representada por Zach... Esos regalos parecían gustarle mucho a la menor, pese a ponerse tan nerviosa apenas saber que le estaba escribiendo uno nuevo.

Por su parte, la castaña escuchaba cómo su amiga se quejaba varias veces acerca de la tercera implicada acerca de su ausencia cuándo tenía algún bajón de autoestima o, simplemente, acciones que hizo y que no valen la pena recordar. Cosas que la inseguridad de que ellas tuvieran una relación comenzó a crecer más y más en Leah pues, más allá de sus celos y su interés romántico en Amy, estaba su amistad y esa otra joven no prometía nada bueno a su parecer.

Un día como cualquier otro, la mayor decidió invitar a la azabache para que se quedara a dormir en su casa una vez más. Ella aceptó sin dudarlo, al igual que sus padres no tardaron en darle el permiso.

Amy: ¿Luis Omar sigue ahí?

Leah: ¡Síp!

El pequeño se había quedado de vacaciones en casa de Leah junto a sus abuelos y tíos. Reuniones atrás, él las había visto ya varias veces juntas, divirtiéndose y riendo; a veces las acompañaba, si es que veían alguna película o cenaban algo. Era algo tímido en algunas ocasiones, siendo 10 años menor que las chicas, pero a su prima le parecía sumamente adorable cuando veía a Luis jugar con Amy. Nunca creyó que ella fuera a tenerle paciencia y, simplemente, el ver a la persona que te gusta jugar con niños era algo precioso; "ser bueno con los animales y niños siempre cautiva el corazón del más fuerte", así es.

—¿Podremos dormir en kigurumi? —Preguntó Leah, recibiendo una respuesta afirmativa por parte de su compañera mientras sacaba las cosas necesarias para esa velada.

En determinada parte de la noche, decidieron ver una película en el cuarto de la mamá de la chica; por alguna razón, a Amy le daban mucho miedo, mientras que a Leah y a Luis Omar les gustaba mucho. La más alta miró a la contraria, antes de abrazarle y sonreír un poco.

—Todo está bien. Tranquila.

Tras haber cenado algo, Amy le recordó a Leah la promesa de mostrarle las fotos y vídeos que tenía guardados en su computadora cuando era pequeña. Se la pasaron viendo recitales de ballet y fotografías de cualquier momento, en realidad. Se dieron cuenta de cuánto cambió físicamente la implicada, sorprendiéndose un poco; había adelgazado, sus mejillas ya no eran tan regordetas, su cabello ahora era corto, usaba lentes... Lo único que seguía siendo igual era lo plana que era, ajá.

—¿Deberíamos de acostarnos ya? —Preguntó Amy, mientras se ponía su kigurumi de Stitch.

—Con la condición de que no babees mi almohada como la última vez —bromea la otra, haciendo que la joven hinchase un poco las mejillas e hiciese una pequeña mueca con los labios—. Fue adorable, no te preocupes. Pareces una niña pequeña.

—Ya, déjame —se quejó.

Entre risas, ambas se tumbaron en la cama individual de Leah y, tal y como fue la promesa de Amy días atrás, era su turno de abrazar durante toda la noche a la mayor; siempre era al revés y, pese a no ser molesto ser quien abrace, a Leah le encantaba acostarse entre sus brazos.

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora