23. MUY CERCA

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Poco a poco, el fin de año se acercaba y los problemas comenzaban a ser un tanto pesados ya. No querían a Berenice en el otro grupo porque se había metido en un problema con el hermano de Abril y Leah, por su parte, también comenzaba a cansarse de la actitud de Sídney con Amy; le estresaba cualquier cosa y solo quería irse ya.

Durante los dos últimos días me hubiese gustado contarles que todo pareció resolverse mágicamente, pero no. Leah había decidido perdonar a Berenice por los rumores que se había inventado, pero el resto no y, por tanto, solo ellas comieron juntas en ese penúltimo recreo.

—¿Cómo está todo? —Preguntó una.

—Bien, creo. —Respondió la otra—. ¿Y contigo? ¿Cómo te trata la vida?

—Bien, creo. —Repitió. En silencio, consumieron sus alimentos con calma; al menos el ambiente no se sentía tan pesado.

El último recreo fue más... Decepcionante.

Leah no sabía si era ella quien no intentaba integrarse en las conversaciones de Amy y Sídney, o si era ella quien no lograba hacerlo. Estaba tan cansada de cada discusión con su amiga que no podía soportar tanto, esforzarse más. Llorar cada maldito mes por sentirse culpable de no contar la verdadera razón por la cual pasaba tanto rato con la azabache, o sentir cómo tenía que decidir entre cada una porque a Síd no parecía caberle en la cabeza de que tenía dos mejores amigas y no una.

¿Era culpa de Leah?

¿Era culpa de Sídney?

¿No era culpa de nadie?

En esos últimos treinta minutos libres por parte de la institución, Leah simplemente huyó de ellas cuando las vio hablar entre sí. Prefirió ocultarse en la biblioteca, pero no necesitaban ayuda en nada; así que salió, dispuesta a comer sola. Sin embargo y para sorpresa suyo, encontró a Berenice, esperándola. No supo cuándo la siguió, tampoco cuándo al verla las ganas contenidas de llorar desaparecieron y pareció ser una niña pequeña.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —Preguntó. Leah rió con ironía, derramando unas cuantas lágrimas mientras estrechaba entre sus brazos a la morena. ¿Cuántas veces había oído esas preguntas en todo lo que llevaba del año?

—Estoy cansada. —Susurró.

—¿Te peleaste con las niñas?

El silencio fue su respuesta, pero no porque se hubiese quedado sin palabras; sino porque Amy había llegado a la escena unos segundos después y ambas se habían quedado congeladas por la presencia de la otra. La azabache pareció forzarse en irse por su cuenta, pensando que no era necesaria su presencia, cuando era lo que más necesitaba en ese momento; se marchó mientras parecía maldecir y manteniendo la mirada baja.

Cuando Berenice le soltó, fue el instante en el que se dio cuenta de que había seguido derramando lágrimas de a montón. Avergonzada, limpió su rostro tratando de no dejar soltar algún hipido.

—Ven, vayamos a comer. Tranquila, ¿sí?

Cuando pasaron por el patio principal, sintió una gran pena. Miró a lo lejos el grupo de sus antiguos amigos, luego vio a Sídney comiendo como si nada con Amy y, en el polo opuesto, al resto de la Familia Kim.

—¿Qué pasó? —Preguntó Berenice.

Decidió contarle todo a su compañera, sintiendo la mirada confundida de Abril sobre ella, la cual se hallaba a un par de metros lejos. Le dijo sobre los problemas con Sídney, el miedo de que Amy saliera lastimada, su punto de vista acerca de la hipocresía de Síd... Y, posiblemente, dejando a flote sus verdaderos sentimientos hacia la azabache. Nunca supo si Berenice lo entendió todo gracias a su explicación, pero tuvo aquel presentimiento.

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora