11. CELOS

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Durante las vacaciones de ese diciembre, Leah procuró tener algún cambio en su cuerpo. Durante los recreos notaba que Amy no comía lo que le enviaban o, simplemente, no llevaba nada para el día; entonces se puso a pensar en sus hábitos al comer. Nunca antes se había preocupado por su peso porque siempre fue delgada; pero tampoco había pensado en los azúcares y el exceso de carbohidratos que sí le podían afectar en algo en un futuro.

—¡Yo estudio comiendo! Amo comer. —María José siempre le contaba su forma de estudio con una sonrisa. Leah pensaba que era una buena forma y lo hizo durante un tiempo; pero, gracias a ese suceso, se percató de que no era bueno. Ella no era tan activa, como María José, para bajar correctamente las grasas consumidas y siempre era comida chatarra.

Se esforzó, entonces, en comer un poco más balanceado, a pesar de haber aprendido de un ejemplo poco sano; Amy también debía de comer mejor para mantenerse en un peso aceptable para alguien de su edad. Comenzó a comer más verduras verdes, dejó de lado el llevar un sándwich al colegio por llevar una barrita o un yogur natural, redujo sus porciones de comida a las de alguien normal y, en efecto, logró mantenerse en un peso correcto hasta la actualidad (claro que ahora se da más libertad al comer.) Después de todo, también su nutrióloga se lo había recomendado para controlar sus problemas de presión que, pese a ser normales para alguien de su edad, debía de controlar un poco mejor.

Sin embargo, tras volver de las vacaciones, ella no apoyó nunca el hábito de no comer de Amy. Era muy, muy extraño el verla comer en la escuela; eso le preocupaba porque sabía que tampoco comía del todo bien en su casa.

Los rumores comenzaron a surgir y los profesores no fueron del todo precavidos al tratar ese tema con la joven, dándole libros sobre el tema. Preocupación y enojo era lo que sentía en la mayoría de los recreos cuando la veía a lo lejos con sus otros amigos. No se estaba cuidando.

El peso de Amy comenzó a ser un punto de enfados por parte de Leah junto a los rumores que crecían alrededor de ella a causa de una mala amistad que formó con una chica del otro grupo y la sensación de ser plato de segunda mesa que le metía en la cabeza Laura, quien se había vuelto una amiga suya. Por suerte, Sídney había vuelto para quedarse y no estaba del todo sola; pero era incómodo también.

Ella no sabía que Amy quería hacer nuevos amigos y así no molestar en la amistad con Síd; pero sí sabía que podía llegar a ser algo descuidada y confiada, lanzándose sin más a una posible amistad que no le dejaría nada bueno de provecho... O así lo veía Leah.

Su pérdida de peso.

El rumor de que estaba saliendo con aquella niña.

Sus nuevas amistades poco duraderas y que podían meterla en problemas.

Los celos hacia esas amistades y esa niña, ser plato de segunda mesa.

Sabía que no era su plato de segunda mesa, que no era cierto el rumor de esa relación y que ella solo quería hacer nuevos amigos (aunque de una forma un poco ingenua.) Lo sabía, maldición, lo sabía. Pero la inseguridad de salir nuevamente lastimada, como en su pasada amistad con Atenas y el resto, le aterraba.

Quería cuidarla. Quería ser ella quien estuviera al pendiente de Amy y ser ella el hombro en el cual pudiera apoyarse; pero, ¿en verdad iba a lograr ser eso alguna vez, si la ignoraba o trataba mal? ¿Podría alcanzar ese objetivo, cuando incluso sentía celos de cuando la veía tomada de la mano de alguien más? No estaba lista para ella. Cuando no quería lastimarla más, terminaba haciéndolo.

—Yo creo que este paso quedaría muy bien. —Amy dijo en una reunión en su casa, mientras ella, Leah, Celeste y Berenice ensayaban un baile que presentarían en un concurso el día del estudiante.

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora