8. CABELLO ROJO

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Las vacaciones de verano se acabaron más rápido de lo que todos esperaban, de lo que ella esperaba.

La secundaria a la que la mayoría entraría tenía la fama entre los jóvenes de ser demasiado estricta, casi como una "cárcel"; pero lo que en verdad preocupaba a la mayoría de los niños era el hecho de que los separarían en dos grupos, "A" y "B." Las amistades de años podrían acabar a causa de la tonta organización de la escuela; sin embargo, se hacía eso con el objetivo de que se conviviera con diferentes personas y, por ende, tener nuevos escenarios en donde llevar a cabo la vida escolar.

María José: ¡Debemos de pedir que nos pongan juntas y con nuestros amigos! Mi hermana y la de Atenas han entrado ahí, deberían de darnos chance, ¿no? Además, ¡entrará de nuevo Estefanía!

Estefanía, Atenas y María José se habían vuelto amigas inseparables, como Sídney y Leah en la primaria... Pero con dinero. Leah, María José y Atenas eran mejores amigas de la escuela, principalmente.

Atenas: ¡Sí! La hermana de María José es de las favoritas, ¿no? Eso nos será útil. Podremos estar con Edgar, Alex, Rodrigo, Ismael, Paco y Sergio. ¡Genial! ¿Qué dices, Leah?

Leah: ¡Súper! Le contaré la idea a mi mamá para que vaya a la escuela y pida que esté con ustedes.

Ella sabía que, aunque se lo dijera a su madre, no diría nada a las secretarias o a la prefecta de la escuela. Según ella, no debía de ser tan ridícula en esos aspectos... Y, en efecto, no lo dijo a nadie.

Atenas: Y aunque no nos toque juntas, no será el fin de nuestra amistad y, a parte, nos ayudará a hacer nuevos amigos. Mi hermana conoció a su mejor amiga ahí. Todo puede suceder. ¡Las amo!

¿Conocer más gente? ¿Ellas? Por favor. Eran amigas de media ciudad; era Leah quien no tenía ni la menor idea de cómo socializar correctamente con los desconocidos la mayoría de las veces.

Ahí estaba Leah frente el gran portón de la secundaria, nerviosa. La sensación de entrar a un nuevo ambiente le carcomía el cuerpo desde dentro. Conocía su mala suerte al derecho y al revés: sabía que no estaría con sus amigos y que se separarían con el tiempo. Tenía miedo de pensar en que, quizá, no conocería a nadie de su salón o, tal vez, estaría con los que le caían mal.

—Recuerda que no puedes estar tanto tiempo de pie con mucha gente. No quiero que te desmayes el primer día, ¿sí? —Su madre dijo, notando la gran cantidad estudiantes que se acumulaban en el patio de la institución. Era tan pequeño el lugar que parecía haber el doble de personas que en verdad había—. Si necesitas algo díselo a Julia, es la secretaria más vieja. Estuvo también cuando yo asistía aquí, así que será buena contigo.

Sí. Tan grande era la mujer.

—Adiós. —Dijo, cerrando la puerta del coche con un portazo. Si no estaría con sus amigas llegaría a la escuela y formaría una nueva ella: pensaba leer todos los primeros días, sola, mientras hacía algunos amigos en el salón.

Llegó junto a la prefecta, Ariza, y le confesó sus problemas de presión (por los cuales se desmayaba o mareaba.) Gracias a eso logró conseguir lugar entre tanta gente. ¿Se podría decir que se aprovechó de su situación?

Desde su asiento observaba a lo lejos a sus amigos, charlando. Tal vez nadie había notado su presencia, estaba a unos metros de distancia de ellos y ni siquiera tenía la valentía de acercarse a saludarlos.

—Los jóvenes de primero pasen al segundo patio y fórmense por estaturas. Segundos y terceros, pueden pasar con sus respectivos maestros —Ariza habló por el micrófono unos minutos después. Era la hora para la formación de los grupos y Leah no estaba preparada.

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora