Capítulo 1

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Hola mamá, dime, cómo estás? –Le contesto a la llamada.

Después de la separación de mis padres mi madre quedó destruida.

La verdad, yo ya lo esperaba, mi padre hacía tiempo que no se fijaba en mi madre, últimamente todo lo que hacía le molestaba y a la mínima le levantaba la voz.

Un día mi madre recibió una llamada extraña del banco y fue a pedirle explicaciones a su despacho, y cuál fue su sorpresa que lo encontró, con su secretaria encima de su mesa y el con los pantalones bajados.

A partir de ahí vinieron días de reproches, él marchándose de casa y buscando abogados por ambas partes.

Yo me quedé con mi madre. La verdad, siempre he tenido muy buena conexión con ella. Con mi padre siempre ha sido una competición, y, aunque sigue siendo mi padre y yo lo quiero, no es una buena persona y nunca me ha gustado como ha tratado a mamá ni a ninguna mujer en general.

Al acabar el divorcio mi madre hizo las maletas y se fue de viaje a España, donde están mis abuelos maternos, para pasar una temporada. Al principio quería que yo fuese con ella pero al final la convencí.

Primero, aquí tengo todos mis amigos y después, ¿como voy a desperdiciar un verano solo en casa?

- Hola mamá, dime, ¿cómo estás?.

- Hola hijo, primero, ¿cómo estás tú?, ¿estás comiendo bien?, ¿te estás cuidando?. –Pregunta Mora con un timbre de preocupación en la voz-.

- Siii, ma, tranquila, –digo entre risas–. Por aquí todo va genial. Tampoco hago nada del otro mundo, dormir, comer, piscina, cine, ir al club... la misma rutina de siempre.

- ¿Y las chicas?. ¿Alguna en especial?.

- Ma, para, ya sabes que no me gusta hablar de esto, pero te voy a decir que no hay novia a la vista. ¿Y tú qué?, ¿que tal por España?, ¿y los abuelos?.

- Todo bien, los abuelos te mandan muchos besos, ya sabes las ganas que tienen de verte, la próxima vez no me vas a convencer y vas a venir conmigo.

-Bueeeeeno. –Digo con voz traviesa-.

-Te llamaba porque quería comentarte una cosita....

-Si?

- Bueno... no quiero que te enfades –Dice con voz nerviosa-.

- Que pasa?

- He conocido a un hombre y estoy saliendo con él –Dice de un tirón-.

- ¿¿¿Cómo???

- Si, es un bueno hombre, Pablito, es cariñoso y me quiere, y yo también a él. Ha sido un flechazo.

- A ver, explícame desde el principio. –Digo con voz calmada mientras voy al sillón a sentarme-.

Mora empieza a recordar como conoció a Franco y a intentar explicarle a su hijo como conoció al hombre del cual se había enamorado.

- A la semana de llegar a Madrid, estaba mirando escaparates y pensando en mis cosas cuando me tropecé con un hombre y me caí haciéndome una pequeña torcedura en el tobillo. Él, muy amable, me incorporó disculpándose y me llevó en su coche a un centro sanitario para que me miraran el tobillo, y bueno, una cosa llevó a la otra, y desde ese día no nos hemos vuelto a separar.

No sé si me entiendes hijo, ya sé que no tengo quince años, pero me siento así, me he enamorado de Franco y te lo quería explicar.

Desde el otro lado de la línea Mora solo oía la respiración de su hijo.

- Hijo, por favor, dí algo...

- Ma, tranquila, es que estoy procesando... No te preocupes por mí, estoy bien, si ese hombre te hace feliz está todo bien. Sólo espero que sea un buen hombre y te sepa cuidar. Tú te mereces ser feliz. ¿Ya sabe que tienes un hijo?

- Si, ya lo sabe todo, hijo. Me hace tan feliz escucharte. ¿Cuando creciste tanto, cariño?

- ¿Te vas a quedar más tiempo en España?

- No, la verdad es que estamos hablando sobre ello. Él es un empresario textil con oficinas repartidas por todo el mundo, y también tiene en Buenos Aires, y está pensando en venir a vivir conmigo... con nosotros, si tú no te opones.

- Vaya, menudo notición. Por mi no hay problema. Mamá, ya tengo 17 años y tú tienes todo el derecho a rehacer tú vida. Yo te voy a apoyar en todo.

- No sabes el bien que me hacen tus palabras... sólo... esto.... Hay una cosita más que me gustaría comentarte...

- ¿¿¿Más???.

- Bueno.... Él es viudo, y tiene dos hijas.

-¿¿¿Queeee???.

- Sí, tiene dos hijas, Marizza la mayor, que tiene tú edad, y Mia, que tiene un año menos. Desde qué murió su madre hace dos años, se han vuelto un poco rebeldes, sobre todo la mayor, y su padre considera que irse de España, a parte de querer estar conmigo, va a ser lo mejor para ellas, ya que se están juntando con malas compañías.

- ¿Y vamos a vivir todos acá?

- Bueno, no se..., ya veremos si nos quedamos en la casa o compramos una más grande.

- No sé qué decir, no me esperaba todo esto, la verdad, es mucho que asimilar.

- Ya lo sé, cariño. Te dejo para que lo pienses, no voy a hacer nada que tú no quieras, sólo te pido que pienses en mi felicidad, de acuerdo. Te quiero mucho. Chao.

- Chao, mamá, yo también te quiero.

.......................

Estoy alucinando, mi madre con un hombre y dos hijas...

Me alegro por mi vieja, evidentemente, la verdad... estoy contento que haya vuelto a enamorarse y a recuperar la sonrisa, espero que ese hombre no se parezca a papá, pero...¿las hijas?.

¿Y qué es eso de que son rebeldes?.

A parte de tener que compartir la casa con un hombre que no conozco encima tener que aguantar a dos chicas, que por lo que entendí, teniendo dinero el padre, deben ser insoportables.

El timbre de la puerta me saca de mis pensamientos y voy a abrir. Desde que se fue mamá, el servicio solo viene tres días a la semana a limpiar y a prepararme la comida de la semana, fue una petición que le hice a mi madre para poder estar tranquilo las vacaciones y no sentirme vigilado.

Al abrir me encontré con Manuel, mi amigo desde la guardería, con la guitarra al hombro.

- Hola che, como estás?

- Bien...

- ¿Que te pasa?. ¿No estuvo bien la noche con la rubia que te ligaste ayer?

- No, si, eso estuvo bárbaro, es que acabo de hablar con mi madre y no sabes la bomba que me acaba de soltar.

Al otro lado del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora