Capítulo 27

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Pasan las semanas.

Marizza y yo no nos hablamos.

Mia me recriminó como es que no aproveché el fin de semana para hacer las paces. –No tenía ganas. Mejor metete en tus cosas-, le espeté, y me fui, dejándola con la palabra en la boca. Desde entonces Mia y yo nos hemos distanciado.

Tampoco ayuda que sea novia de Manuel. Él me vino a reprochar el porqué traté así a Mia. -¡Dejadme en paz! ¡los dos!. ¡Dejad de poneros en mi vida!- le grité, y desde entonces tampoco hablo con Manuel.

He vuelto a acostarme con mujeres. Pero cuando acabo las dejo, asqueado y odiándome a mí mismo. Estoy entrando en un círculo vicioso y no sé si tengo ganas de parar.

Al final volvieron mi madre y Franco, estuvieron fuera dos semanas. Mi madre nota que me pasa algo, que no estoy bien, pero no me dice nada.

Las chicas últimamente vuelven a casa o con Manu o con Diego.

Yo, cuando salgo de clase voy directo al apartamento de Consuelo. Se ha convertido en mi refugio, el apartamento, no ella. Ella se ha ido a Colombia una temporada por trabajo y me dio las llaves de su piso para que lo cuide, ya que vio que necesitaba un sitio donde estar. Un día aparecí por su casa, sin avisarla, sin dar señales de vida durante tanto tiempo y no me preguntó nada. No oí ni un reproche de su boca. Sólo me dejó entrar. Sabía que me encontraba mal. Me dio lo que necesitaba. Al día siguiente me dio las llaves y se fue a Colombia. Ahora cuido su casa. Es mi refugio, mi escape, mi flotador.

Siempre hago lo mismo. Llego a casa de Consuelo, como, duermo un rato, ya que por las noches duermo poco y mal, y estudio, ya que vienen los exámenes y recibí un mensaje de mi padre diciéndome que si suspendía alguna me iba a sacar del instituto. (Me dan igual sus amenazas, pero no pienso darle el gusto de que me diga otra vez que no valgo nada, ni para estudiar. Ya lo he oído suficiente en mi vida. Se acabó). Después quedo con alguien, con alguna chica que quiera pasárselo bien conmigo. Me voy a casa ya de noche y voy a mi cuarto a dormir. Esta es mi rutina. Cada día.

En el insti siempre hay una chica colgada de mi cuello. Guido está contento por mí porque según él he vuelto mejor y renovado. Yo no me siento así. Soy un autómata. Rio cuando tengo que reír, bebo cuando tengo que beber y me alimento cuando me tengo que alimentar. No me fijo en nada ni en nadie. Sólo dejo que los días pasen.

Un día, al entrar en el insti me topo en el hall con mi padre que salía de dirección.

- ¿Qué haces aquí?.

- Vaya, mi hijo se digna a hablarme. Vengo de pagar las cuotas. No quiero que me tachen de mal padre. Pero bueno, seguramente estas serán las últimas. Cuando sepa las que has suspendido te voy a sacar de este centro y te voy a enviar fuera del país. Ya pensaré donde.

- Ya, llego tarde a clase. –Le digo dirigiéndome al aula-.

Me coge del brazo y me da la vuelta, encarándose conmigo.

- No pienses que he olvidado lo que me hiciste. Eres un desgraciado. Un desnaturalizado. Si por mí fuera, estarías viviendo debajo de un puente.

- Ya lo sé, pero te gusta demasiado el poder para poder permitirte tu sueño ¿no?. –Le contesto con todo el desprecio de mi voz-.

Me da una bofetada que me tira hacia atrás y mi espalda choca con fuerza contra una columna.

- Que sea la última vez que me desafías. –Me dice apuntándome con un dedo-.

- ¿Qué pasa aquí?. -Giro la cabeza y veo como Marizza viene hacia mí y se pone entre nosotros dos-.

- ¿No le da vergüenza pegar a su hijo, aquí, en el colegio?. Es una basura.

Al otro lado del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora