Capítulo 21

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A la mañana siguiente, cuando nos levantamos a desayunar, Mia nos está esperando con unos bocadillos ya preparados al lado de una Marizza adormilada porque quiere que cojamos las piraguas y vayamos al centro del lago, donde hay un pequeño islote. Está muy emocionada y no le podemos decir que no, así que desayunamos a las prisas y yo subo a la habitación a coger otra sudadera por si las moscas.

Salimos y nos dirigimos al pantalán. Mia quiere ir con Tomás así que no me queda más remedio que ir con Marizza. Por cómo me ha mirado Mia, creo que lo ha hecho a propósito. Quiere que me lleve bien con Marizza y se piensa que teniéndonos juntos haremos las paces. Si supiera.

Subimos a las piraguas, con cuidado para no volcar y nos encaminamos al centro del lago. 

Durante la travesía no nos hablamos. Ahora que lo pienso, durante el desayuno tampoco ha dicho ni una palabra. Ni en el coche cuando volvíamos a casa ayer por la noche. Mierda.

Llegamos un poco más tarde que Mia y Tomás que ya se han perdido entre los árboles empezando a explorar.

Primero salgo yo, me giro y la ayudo a salir tendiéndole la mano. Ella me la coge y con cuidado intenta salir de la piragua, ya que no es tan fácil, cuando un pié se le resbala y yo la sujeto contra mi pecho. Ella levanta la cabeza mirándome a los ojos y me susurra un gracias.

Este gracias me hace estremecer y no la suelto de mis brazos hasta que oímos como Mia nos llama desde atrás. Con esfuerzo abro los brazos y la dejo ir.

Nos dirigimos donde están los chicos y empezamos a caminar. Me parece que tampoco está tan enfadada conmigo..., claro, para ella mis besos ni le afecta, prefiere los de su Simón. Joder Pablo, tienes que dejar de pensar en ella.

Recorremos el islote en dos horas más o menos, tomándonoslo con calma.

Mia ha traído una manta, así que la extendemos en un claro con el sol encima de nuestras cabezas y sacamos los bocadillos, disfrutando del sol y del paisaje.

- ¿Y cómo os lo pasasteis anoche?. –Pregunta Mia-.

- Muy bien, conocí a una chica, Cristina se llama, y está tarde a las siete he quedado con ella.

- Vaya. ¿Y vosotros?.

- Bien, -contesta Marizza-, Tomás se fue con la chica y nosotros estuvimos la noche bailando y hablando. Estuvo bien. –Dice dirigiendo su mirada hacia mí-.

¿Y eso?.

- ¿Pues qué os parece que ya que Tomás ha quedado con esa chica vayamos con él y nos quedemos para conocer el pueblo?. –Sugiere Mia-.

- Es buena idea, por lo que vi ayer en el coche, es un pueblo pintoresco. –Contesto-.

- Pues decidido, en un rato nos volvemos, nos cambiamos y vamos todos al pueblo.

Nos tumbamos en la manta dejando que el sol nos caliente cuando al rato noto a Marizza, a mi lado, que tiembla un poco.

- ¿Tienes frío?.

- Un poco.

- Ten, -le digo incorporándome y abriendo la mochila, sacando mi sudadera-, la he traído por si acaso.

- Gracias. –Me dice poniéndose de pié, sacándose el plumón y poniéndose la sudadera, que le va enorme. Le llega por encima de las rodillas y por un segundo me la imagino desnuda con solo mi sudadera puesta. Sacudo la cabeza sacándome esa imagen de mi cabeza cuando compruebo que ella ya se ha vuelto a poner el plumón encima y se ha estirado a mi lado.

Al otro lado del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora