Capítulo 28

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Llegamos a su casa y pago al taxista. Entramos al jardín delantero y es ¡enorme! y la casa es.... Ahora entiendo porque cuando llegaron a mi casa Marizza dijo que se sentía en una caja de zapatos. Se nota que vivían muy bien aquí. Llamamos y nos abre el servicio, que automáticamente se ocupa de nuestras maletas y da la bienvenida a Marizza.

Marizza me lleva al segundo piso y me enseña mi habitación. No voy a compartir cuarto con Manuel ya que hay habitaciones de sobra para todos. ¡La casa tiene nueve habitaciones!. Me dice que la habitación de al lado es la de Manuel y me enseña donde está su cuarto y el de Mia. Oímos risas en el cuarto de Mia y vamos para allá. Al abrir, los vemos a los dos, juntos, el detrás de ella sujetándola por la cintura y ella enseñándole una foto de encima de un estante, riendo cómplices. Siento una punzada de... celos.

- Chicos, -les llama Marizza entrando-. Tenemos que contaros algo.

Nos sentamos en la cama y en unas butacas que hay en un rincón y Marizza les va explicando todo lo que ha ocurrido en el aeropuerto con Olga. Mia le explica a Manuel la rivalidad que tienen Olga y Marizza y le dicen que no se preocupe. Que lo entienden. Que ellos seguirán la farsa. A partir de ahora, somos dos parejas.

- Esto va a ser divertido. Tú y Marizza. No os imagino. Si no os podéis ni ver. –Me dice Manu de camino a nuestras habitaciones sacudiendo la cabeza y riendo-.

.......................

Nos pegamos una ducha y descansamos un poco, ya que con el jet lag estamos un poco espesos. Mientras estoy tumbado en la cama examino el cuarto. Es grande y la cama, aparte de que es de matrimonio es comodísima. El cuarto de baño es para mí solo. Y me he fijado que tiene aire acondicionado central, así que se está súper bien, ya que afuera hace bastante calor. ¡Hasta en el cuarto de baño hay aire acondicionado!. Si mi padre estuviera aquí se muere de la envidia. Ahora entiendo porque Franco insiste en que nos mudemos.

Llaman a la puerta y es Marizza. Le digo que entre.

- Hola, ¿estás bien?, ¿necesitas algo?.

- No. Todo está genial.

- Bien. Vamos a bajar a tomar algo porque se supone que ahora es la hora de cenar y así nos vamos acostumbrando a los horarios. Si quieres venir...

- Sí, claro. –Le digo levantándome y siguiéndola escaleras abajo-.

Me enseña un poco la casa y vamos a cenar. Desde que ha pasado el percance con Olga, Marizza está más... amable conmigo. Supongo que está incómoda por tener que hacerse pasar por mi novia. Le voy a demostrar que puede confiar en mí. No pienso besarla ni tocarla, si es que ella no da el primer paso. Me voy a controlar. Tengo que demostrarle que mis sentimientos por ella son ciertos. Y esta es la oportunidad perfecta. Y si oigo alguna palabra de más en esa Olga, me va a conocer.

Acabamos de cenar, (no mucho), porque antes de aterrizar hemos comido, y mi madre aprovecha para comentarme que mañana por la mañana iremos temprano a casa de los abuelos a hacerles una visita y que nos quedaremos a comer con ellos.

Nos dirigimos a nuestras habitaciones a cambiarnos. Ya son las diez de la noche y la fiesta es a las diez y media. Al salir de la habitación voy a la de Manuel y juntos vamos a la habitación de las chicas. Marizza es la que sale primero. Está guapísima. Lleva un sencillo vestido verde de tirantes, no muy estrecho pero lo justo para que se le marquen esas curvas que tiene, con unos zapatos descubiertos que llevan pequeños cristalitos de colores y el cabello suelto solo recogido en un lado con un pasador verde también con cristalitos.

Al otro lado del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora