Capítulo 4

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              Carlos.

Tampoco iba a mentir.
Me hacían muchísima gracia las caras que ponía la chica a la que le había pedido que me acompañase.
Sabía perfectamente dónde estaba mi clase, los horarios que tenía, y con quien las tenía.
Simplemente seguí mi impulso, ¿ese que tiempo atrás me había llevado ha hacer verdaderas gilipolleces? ese mismo.
Tenía claro que no quería involucrarme con ella, seguramente acabaría pasando algo que por lo menos yo no quería.
No era mi tipo, era graciosa.
Y mucho.
Sobre todo por que se notaba que tenía mucho carácter, y no dudaría en decirme lo que piensa en cualquier momento, y eso me gustaba.
Pero nada más.
Hasta ahí llegaba mi interés por ahora.
O eso creía.

El jefe de estudios me presentó a lo que sería mi clase durante lo que quedaba de curso, pero la verdad no hice mucho caso, excepto cuando tuve que sentarme al lado de una chica que al parecer se llamaba Sara.
No hablé mucho con ella, sólo le pregunté los próximos exámenes y alguna que otra pregunta para romper el hielo.

A la salida, me disponía a irme a mi casa cuando vi otra vez a la mini fiera.
Ignorando a mi conciencia que me decía que pasase de ella, me acerqué y fingí que me chocaba contra ella.

- ¿Pero que...?-dijo pegando un gritito.
Me reí.
- Ui, perdona me he caído- añadí poniendo cara de póquer.

Puso los ojos en blanco.
Parecía que le gustaba hacer mucho eso.

-Se me había olvidado preguntarte el nombre.-
-Carla.-
- Muy bien, encantado yo soy Carlos- dije poniendo la cara más simpática que pude.
- Vale- y después de decir eso vi como se le puso un gesto incómodo en la cara y como empezó a mirar a otro lado.- ¿algo más?.-
- No sé si ha sido buena idea decírtelo, no vayamos a que te obsesiones conmigo- bromeé.
- Seguro que sí- dijo mirándome como si me fuera a cortar la cabeza.

Esta chica tenía un problema, o eso o estaba loca.
Pasaba de un estado de ánimo a otro, por lo que había visto y no sólo eso, además conmigo parecía como si se transformase en un ogro con dos cabezas.
Y eso me divertía.
Muchísimo.

Cuando llego a mi casa me encuentro en la cocina a mis padres hablando con mi hermano.

- ¿Otra vez? Ya te he dicho que te quedas donde estás y punto, no hay más que hablar.-
-Cálmate Laura.- tranquiliza mi padre a mi madre.
- Hemos cambiado a tu hermano, porque era necesario.-
-Siempre con el puto favoritismo...-

Y ahí es donde intervengo yo.

- Cole ¿Qué cojones te pasa? basta ya pareces un crío de doce años.-

Mi hermano me mira con su típica mirada asesina y se va echando humo de la cocina.

- Dios Miguel, ya no se que hacer con él.-

Mi hermano tenía 16 años y parecía que le había poseído el espíritu de un yonqui de 20.
De un día para otro había llegado a casa borracho con olor a porro. No digo que yo sea un santo, también caí en eso en su momento, pero nunca llegué a meter a mis padres.
Había salido de eso hace tiempo, a veces tenía ese gusanillo pero no pensaba volver a caer.

- Bueno, ¿qué tal tu día cariño?- Me pregunta mi madre.
- Nada nuevo, no me gusta, pero para lo que queda.-
- ¿Cuándo acabas?- Interviene mi padre.
-  Supongo que en junio, no lo sé.-
- Pues ya sabes lo que tienes que hacer.-

Y volví a recordar porque estaba en ese instituto y lo mal que lo pasaría, odiaba que me dijeran lo que tenía que hacer, y eso era muy típico de mi padre.

Maldito desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora