Capítulo 49

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Carla

Lo examino con cuidado repetidas veces para asegurarme que es él. Lo miro y lo miro y sigo viendo lo mismo delante de mi. La cara de Alex me mantiene la mirada todo el tiempo. Parece sereno, tranquilo, pero al fijarme en sus manos veo que están blancas por la fuerza con la que agarra la bandeja de comida.

Ya hacía unos días que no lo veía porque como ya dije, me evitaba. Su rostro estaba perfecto, su pelo negro le caía por la frente haciéndome pensar que no encajaba nada en este sitio, con esta gente. Nunca me hubiera imaginado que estaría de su parte. ¿Cómo he sido tan estúpida de no darme cuenta antes?. Todo este tiempo he estado al lado de alguien que forma parte de esto. Parecía inofensivo, tan solo un idiota pesado que solo me ponía las cosas un poco más difíciles. No me puedo creer que sea uno de ellos.

Ha estado pendiente a cada uno de mis movimientos siempre, ¿esa declaración en el vestuario también era mentira?. Lo que me dijo el día en que nos conocimos era solo para acercarse a mi. Para tenerme en su terreno, para observar cada uno de mis movimientos, para informar sobre lo que hacía o no. Es un títere más, un puta marioneta.

Me mantengo en silencio y niego con la cabeza para hacer evidente mi decepción. Se que nunca hemos tenido una relación de super amigos, pero le tenía aprecio, era alguien que siempre me hacía reír cuando estaba muerta de cansancio en el restaurante. Era alguien que de una manera u otra siempre lograba sacarme una sonrisa. Me decepciona saber que está del lado de un hombre que se dedica a hacer cosas malas.

A mi lado Míriam tiene la misma cara de sorpresa que yo cuando logré verlo delante de la puerta. No dice nada, pero tiene los ojos abiertos de par en par.

De repente dos hombres más aparecen a su lado, uno de ellos con otra bandeja gris, que perfectamente podrían haber robado de alguna cárcel. Lo que se supone que nos tenemos que comer consiste en: un trozo de pan, que por la pinta que tiene, estará más duro que una piedra, y una manzana. Un vaso de plástico con agua está al lado. ¿Con esto pretenden alimentarnos?, si no estuviera en la situación que estoy me reiría en su cara.

- Es hora de que comáis algo.- nos avisa acercándose a mi.

Osea que no va a sacar el tema. No se va a dignar a explicarme que está haciendo aquí, formando parte de un secuestro. Prefiere hacerse el tonto a enfrentarse al asco de persona que es.

- Es hora de que te vayas a la mierda.- se me escapa.

Iba a quedarme callada, iba a dejar que se saliese con la suya sin sacarle en cara nada, porque no vale la pena. No merece ni un segundo de mi tiempo, ni de mi enfado. Pero se me hace imposible no soltarle nada.

Su expresión no cambia al oír mi comentario. Sigue a lo suyo serio indicándoles a los otros dos que coloquen unas mesas pequeñas de plástico en frente de nosotras. Parece despreocupado, me ignora como si no fuera consciente de lo que está pasando delante de sus narices. Estamos retenidas en contra de nuestra voluntad y a la espera de lo peor. Es más idiota de lo que me esperaba.

Se aproxima a mi dejando la bandeja de metal en la mesilla y se pone detrás mía para empezar a desatarme las manos. Cualquiera pensaría que es una buena oportunidad para escapar, pero yo creo que no. Seguía teniendo los pies atados y aún así, si conseguíamos salir de la habitación, lo más seguro es que hubiese cinco hombres más esperándonos para volver a meternos dentro. ¿Por qué toda mi vida se empeñaba en parecerse a una película cutre estadounidense?

Al sentir sus manos rozando las mías hago una mueca en la cara. No soporto que me toque.

- Lo mejor será que no os hagais las dignas y que comáis.- nos aconseja dándonos la espalda para volver a salir con los otros dos detrás.
- Eres despreciable.- le suelto creyendo que ya no me va a escuchar.

Maldito desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora