Capítulo 17

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Carla.

Era raro sentirse así un lunes.
Se supone que son aburridos y ponen a la gente de mal humor.
Pero yo iba siempre en contra del mundo, y ahí estaba.
En una discoteca de un tal Julio a las 2 de la mañana bailando sola, borracha, con una mano tocándome la cintura y con la poca importancia que le daba a todo en ese momento.
En una cosa le daba la razón a Julio, para una buena fiesta siempre hay tiempo.
No era de las que salía todas las semanas, pero cuando se me presentaba la ocasión la disfrutaba al máximo.

Aunque en ese momento la cerveza que me había tomado después de los dos chupitos estaba haciendo su efecto, no solía emborracharme con facilidad, tampoco bebía mucho nunca, pero en ese momento lo necesitaba.
Necesitaba olvidarme un poco de todo, aunque fuese lunes y mañana hubiera clase.
No se como me iba a levantar a las 6 de la mañana.

Me había quitado la chaqueta vaquera hace un rato, pero en ese momento ni me acordaba de donde estaba ni me importaba.

-¿Nos vamos?- Había escuchado de repente.

Otra vez.
Estaba ahí de pie, observándome como si fuera una niña de 3 años a la que tiene que vigilar.
Había seguido bailando hasta que me di cuenta de quien me estaba tocando.
De todas las personas en el mundo, tenía que ser él.

Pablo estaba mirándome de arriba a abajo con esos ojos que en su momento me fascinaron.
Esto no iba a acabar muy bien y yo lo sabía.
Había cortado la relación con él hace 4 meses, pero había seguido llamándome sin importar lo que hiciera o dijese. Era un tira y afloja que no estaba dispuesta a seguir.

Había jurado que Carlos se metería, pero nunca llegué a imaginar que empezaría
a pegarle puñetazos como si hubiera cometido un crimen. Intenté pararlo, pero sabía que como me metiese en medio me acabaría llevando un golpe.

No sabía como enfrentar la situación que tenía delante. Ya ni siquiera me dolía que Pablo se refiriese a mi como una "puta", ya no era eso lo que realmente me importaba. Era el hecho de que se creyese con derecho a dirigirme la palabra y encima a creer que me iría con él después de todo el infierno que había pasado por su culpa.

No tardó mucho en llegar el de seguridad para sacarnos a los cuatro. Una masa de gente estaba alrededor nuestra, y como era evidente, ninguno hizo nada. Se limitaron a grabarlo todo o a gritar el nombre de alguno de los dos.
Estas situaciones me parecían patéticas.

Cuando me quedé a solas con Carlos no pude evitar enfadarme.
Además de que estaba todavía medio borracha, por mucho que me costase aceptarlo estaba preocupada por él.
Por mi culpa tenía el labio partido, y encima parecía que le hacía gracia la situación.

Como era de esperarse de mi, acabé pagando con él toda la frustración que sentía, quería alejarme de allí, quería estar sola para asimilar todo lo que me había pasado de un día para otro.

Por eso mismo me di la vuelta para irme, el caso es que ni por un momento se me paso por la cabeza que se le ocurriría besarme.
De un segundo a otro había notado como me daba la vuelta de un solo movimiento y ponía sus labios sobre los míos.
Ese instinto de supervivencia había hecho que intentase apartarlo de mi, pero estaba tan frustrada y a la vez sentía tanta adrenalina que acabe por ceder.
Millones de pensamientos se me pasaron por la cabeza, pero ninguno era el de querer parar.

Nuestras bocas se movían al unísono, ansiosas, como si hubieran estado esperando este momento toda la vida.
Me tenía agarrada por la cintura con las dos manos cada vez acercándome más a él.
Yo tenía las manos en forma de puños pegadas a su pecho, pero poco a poco se fueron relajando más y más hasta el punto que opté por agarrarlo del cuello.
No se como me podía sentir así, tenía ansias de tocarlo, tenía esa necesidad de tener tanto contacto con el como fuera posible.

Maldito desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora