CAPÍTULO XXIII.-¿MORÍ?

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AMENADIEL

Buscamos por todo el lugar sin éxito en encontrarlas —¿A dónde habrán ido? —le pregunté a Connot, quien estaba como loco buscando a Kalila a las afueras de los terrenos. Me senté bajo un árbol con un fruto de el en mis manos, lo limpié para darle una gran mordida.

—No lo sé, no están en ningún lugar, ya hemos buscado en todo el terreno, a menos de que...hayan salido de éste. —se quedó mirando fijamente hacía la puerta preocupado del no saber dónde se encontraban.

—Será mejor salir a buscarlas. —le indique poniéndome de pie enseguida, para salir del terreno.

—Yo también iré. —una voz a nuestras espaldas nos detuvo y ambos volteamos a mirarle.

—Aitor. —comentó sorprendido Connot.

—Yo iré con ustedes, sospecho de Grandier, desde ayer andaba raro y no aparece por ningún lado. —con tono de voz grave y su rostro se le veía demasiado serio.

—¿Dónde crees que se encuentren? —pregunté curioso y obvio sospechando de él también.

—Si no aparecen en todo el terreno, seguro, que están en el otro terreno y más si se enteraron de que Yelina es la que es la vulnerable en sus emociones, o sea, la dueña del corazón. —tomó aire molesto —no desperdiciaran la oportunidad.

—Hermano, no estamos preparados para enfrentarlos, todos corremos peligro al presentarnos sin algún plan. —nervioso levantó su ceño esperando su plan.

—Entraremos de contrabando, es lo más seguro. —sugirió Aitor con voz firme. —ya que estarán demasiado ocupados sacándoles información a ambas.

—¿Cómo? No conocemos tal lugar. —rasco su cabeza frustado.

—Kalila me platicó un poco de él. —afirmó —es hora de avanzar o ellas pueden estar en peligro. —sugirió saliendo del terreno.

Al llegar a la puerta del terreno entre la nada, sacó una herramienta de defensa de un baúl color chocolate que se encontraba bajo tierra —tomen lo que necesiten. —indicó mientras él sacaba una espada de plata colocándola en su coraza y otras dos pequeñas, Connot se acercó tomando lo mismo para entregármelo para él tomar una espada, flechas y un arco. Aitor, al ver que terminamos lo enterró de nuevo y salimos en busca de nuestras doncellas.

HAHSTON

Todo mi plan iba perfectamente en marcha, ella caía en sus absurdos sentimientos y emociones dando más fortaleza a mi obscuro y desierto terreno. Kalila sufría junto con ella por lo que mi felicidad aumentaba, pues ella no podría intervenir en esta destrucción de emociones para la humana. Mi hermano Arnold, se concentraba en el corazón de esta para sacar sus más obscuros y dolorosos momentos, ella había cruzado por cada momento doloroso y frustrante de su infancia hasta llegar a su edad actual.

La castigamos a tal punto que llegamos a su vulnerabilidad y a la conclusión de todos sus momentos repugnantes. Su vulnerabilidad era...la muerte.

—Querida veo que le temes tanto a la muerte. —río con sarcasmo veremos si esta también te gustará. —la tomé de la barbilla para mirarla mejor. Sus ojos estaban rojos del llanto y su corazón estaba más chiquito que una pasa de tanto dolor. Claro, me esforcé demasiado en hacerle cada momento como si fuera la primera vez y ella estaba totalmente hecha una mierda en el suelo, pidiendo al cielo que esto acabará, sobre todo que no fuera cierto.

Ella me miró devastada —ya basta. —gritó —te lo imploro, por favor basta. —se revolcaba en el suelo como un bicho moribundo y eso me gustaba, me gustaba verla sufrir.

VIAJANDO A TU LADO 🚀 © COMPLETA [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora