Capítulo X.

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Limpió sus lágrimas bruscamente con la manga de su suéter y subió al auto para conducir lo más rápido a la casa de Brian; le dejaría bien en claro que no era su juguete.

Estacionó su auto afuera de la gran casa de May, solo estaba el guardia de la entrada mirando si había algún problema.

-Señorita Taylor, ¿Busca al señor May?-Preguntó con amabilidad.

-Sí Chad, ¿Puedo entrar?-Éste asintió a lo que la chica le sonrió amable.

Caminó a pasos fuertes, hasta llegar a la puerta y hacer sonar el timbre muchas veces, dando a entender que estaba desesperada porque la atendieran.

-¡¿Qué sucede?!-Gritó Brian al escuchar el horrible sonido del timbre sonar tantas veces. Abrió la puerta encontrándose con Zoe furiosa. No le tomó ni 2 segundos cuando sintió su mejilla arder por la gran cachetada que la había propinado la joven.

-Te mereces eso y mucho más Brian May.-Escupió con odio.- Solo quiero decirte que ya no me busques, no me hables, no me mires, cuando nos encontremos por algunos eventos con mi padre, no me dirijas la palabra, porque estás muerto para mí.-Sus manos se fueron a su cuello, donde llevaba un collar de oro con un hermoso dije que Brian le había obsequiado.-Dáselo a otra jovencita que te quieras coger y luego abandonar.-Se lo entregó.-Adiós.

Brian se quedó perplejo, estaba a punto de llorar, no podía creer lo que había dicho la chica. Observó el collar que colgaba entre sus manos, recordaba cuando se lo había entregado, ese sentimiento de verla feliz. Pero sabía que jamás volvería a verla feliz por sus acciones.

La joven regresó a su auto con lágrimas escurriendo por sus mejillas, no le quedó tiempo de despedirse del guardia. Entró al auto de manera brusca, dió un gran respiro y comenzó a llorar en libertad. Al fin sentía que estaba descargando toda su furia, estaba claro que ya no volvería a ser el juguete de Brian, sabía que no le importaba como se sentía ella. Estos dos años fueron una farsa. Tenía claro que eso cambiaría. Al pensar eso una sonrisa asomó por sus labios, encendió el auto y regresó a su casa como si el peso sobre sus hombros hubiera desaparecido.

When love must die; Ben Hardy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora