Capítulo XXI.

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Zoe fue la primera en despertar, con lo primero que se encontró fue el reloj en su mesa de noche, eran las 2 de la mañana. Se giró para volver a dormir cuando se encontró con su rostro; Ben parecía un ángel mientras dormía, Zoe se acercó para besarlo.
Podría ser que Ben tuviera el sueño ligero y con eso despertó, la chica se avergonzó por haberlo despertado pero él no dijo nada por eso, ambos sonrieron.

Ben se acercó a ella para besarla, ella lo correspondió, se sentían tan bien estando juntos. Querían hacer esto una y otra vez.

De eso siguieron las caricias, Zoe se giró para quedar encima de él, Ben le acariciaba la espalda, el cuello, la cintura; todo lo que estuviera a su alcance, continuaba porque a Zoe parecía gustarle, el beso continuaba.

Se separaron por un momento, se miraban a los ojos fijamente, tenían la respiración agitada y con una emoción que casi les salía por las orejas. Zoe no lo dudó más y se quitó el camisón que la cubría y dejó sus pechos al aire.

Ben la miró, no tenía palabras. Lo único que hizo fue tomarla para seguir besándola. Continuaron con el beso, sentían muy reconfortante la sensación de piel con piel. Estaba más que claro lo mucho que se deseaban en todas las maneras posibles.

Ben la volteó y se levantó, empezó a sacarse los pantalones; quedó completamente desnudo, se lanzó sobre la cama y todo se reanudó, la tomó del cuello y jugueteó con su cabello.

-Házmelo...–Dijo Zoe susurrándole con la respiración agitada.

Ben la tomó y la subió entre sus piernas, sentía como entraba en ella, ella lo sentía igual.

Lo hicieron lento, al parecer les gustaba así; ambos gemían de placer. Se mantuvieron abrazados mientras lo hacían. Estaban maravillados uno con el otro, lo que más había sido tierno es que no fue un sexo violento, sino como algo más delicado y que fuera tratado con el mayor cuidado del mundo.

La chica besaba su cuello, sus mejillas, hasta llegar a sus labios, de ratos interrumpía el beso cuando sentía que llegaba al orgasmo.

Ambos llegaron y continuaban en la misma posición, no se querían separar, las caricias y los besos no pararon. Como si eso nunca fuera suficiente.

-Te amo.–Dijeron al unísono.

Se miraron con la mayor ternura del mundo, sonrieron y se acostaron. Desnudos, abrazados e irradiando felicidad, no había mejor sensación que esta.

When love must die; Ben Hardy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora