Capítulo XLIII.

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La luz comenzaba a lastimar sus ojos hinchados, poco a poco fue abriéndolos, sin tener la más mínima idea de dónde provenía ese blanco que salía de toda la habitación donde se encontraba.

Había un pitido que no había parado de sonar, siempre al mismo tiempo. Sin saber que ese pitido era el que anunciaba como se encontraba.

Poco a poco fue recuperando la claridad de su vista, y notó que estaba en un hospital. ¿Qué demonios hacía en un hospital? No recordaba nada, no sabía que había pasado en las horas pasadas. Eso la empezó a preocupar, pero notó que no serviría de nada asustarse, tal vez pronto le dirían que ocurría.

La puerta que se abrió interrumpió sus pensamientos, era una enfermera que resultó sorprendida al ver a la chica despierta, salió inmediatamente a buscar al doctor que estaba encargado de su caso.

Alguien por favor dígame qué está sucediendo conmigo.

-¡Vaya!, has despertado más pronto de lo planeado.-Saludó el doctor mientras cerraba la puerta. Zoe solo lo miraba, los tubos que la ayudaban a respirar no le permitieron hacer ningún ruido, aunque de igual manera ella no tenía ganas de decir nada.-Bueno, te diré que fue lo que pasó, que me imagino tienes muchas dudas en tu cabeza. Tuviste un infarto durante tu concierto y te trajeron aquí, logramos traerte de vuelta pero tu corazón quedó muy dañado por tanto estrés. Te hicimos una operación de corazón para que no volviera a pasar algo igual y que hubieras quedado más afectada y que... No sobrevivieras.

A Zoe se le comenzaron a cristalizar los ojos, no podía creer que había llegado tan lejos en su vida como para llegar a infartarse, pensaba que era alguien saludable, que equivocada estaba.

–No... Por favor no llores.–El doctor se acercó a ella. No era el típico doctor frío que a uno le tocaba.–Acabas de despertar luego de una operación a corazón abierto.

La ojiazul cerró los ojos dándole a entender un "sí", no podía moverse mucho debido a los tubos que impedían que ella hablara o se moviera.

–Ya que despertaste procederemos a quitarte el tubo porque ya sabemos que puedes respirar por si sola.–Volvió a cerrar los ojos.

Zoe ya estaba libre de tubos aunque la tenían monitoreada para comprobar que estaba respirando mejor.

–¿Cómo te sientes, Zoe?–Preguntó el doctor.

–Tengo algo de sed.–Habló por primera vez, con la voz débil.

Bajó su mirada a su pecho, este estaba con una larga cicatriz que estaba en medio de sus senos.

–Es un milagro que estés viva.–Mencionó el doctor.–Tuvimos muchos percances en la cirugía, pero logramos estabilizarte y poder hacer funcionar nuevamente tu corazón.

–¿Mis padres están afuera?–Preguntó.

–No se han separado de la sala de espera, sobre todo un joven rubio que pregunta a cada rato sobre tu bienestar.

Sonrió, sabía que se trataba de su novio.

When love must die; Ben Hardy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora