Cap. 49

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49.
NOTICIAS


No dejaba de retorcerme las manos. No tenía ni idea de cómo iba a decirle a Liam que íbamos a tener un bebé que no estaba contemplado en nuestros planes.

Odiaba a la ciencia. Odiaba a las farmacéuticas con píldoras y margenes de errores y, sobre todo, odiaba más sentirme tan confundida.

Tenía que estar feliz, ¿no? Katy se había puesto a saltar de felicidad cuando vio la prueba en el baño. Dorian me estrechó en un fuerte abrazo y yo solo podía pensar en las mil razones por las que no podía hacerme cargo de otro ser yo misma.

1) Apenas estaba comenzando a adaptarme a mi nueva vida.

2) La prensa era una mierda y yo apenas lograba separar sus notas de mi realidad. No era tan sencillo que todo el mundo se creyera con el derecho de opinar sobre tu vida y tú no pudieras decir nada. Porque la fama es como caminar sobre arenas movedizas... Entre más luchas, más te hundes... Ahí tienen a Taylor Swift con las Kardashians, o Nicky Minaj con... Bueno, con todo el mundo, esa mujer necesita terapia.

3) Liam no había tocado el tema de los hijos después de nuestro viaje a Hallstatt. Me quedaba claro que quería cinco (¡Ni en sueños!), pero también era consciente del mal rato por el que pasaba la editorial, la increíble carga de trabajo que suponía tratar de mantener a flote una balsa vieja y lidiar con la prensa. Demasiado estrés. No teníamos tiempo para niños...

4) Había sido una mierda cuidando a Mery, si mamá no hubiera aparecido con una mejor oferta para mi hermano, seguro se me ahogaba hasta con aire.

No, no estaba hecha para la misión.

Pero ya no tenía otra opción.

Suspiré por décima vez en los últimos cinco minutos y seguí exprimiendo limones con furia.

Liam estaba afuera, estaba tan frustrado por el pésimo día de trabajo, que decidió entregarse en cuerpo y alma a la tarea de reparar en auto que, para colmo, se había descompuesto esa mañana.

Al principio fue gracioso, luego Liam me miró mal y... Bueno, no, no perdió la gracia, en realidad seguía siendo bastante divertido verlo en esa faceta de «hazlo tú mismo», principalmente cuando lo escuchaba maldecir entre dientes cada vez una pinza se le caía o se manchaba la camisa con aceite.

No, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero supongo que le daba algo en qué ocupar la mente.

Nunca fui una buena confidente. Guardar secretos no era parte de mí naturaleza, pero tampoco era uno de los mejores días de Liam y no quería arriesgarme a que me arrojará una pinza a la cabeza... Con lo sensible que estaba seguro que me divorciaba.

Continué mezclando azúcar con el jugo de limón y el agua. Había tanta furia en mis movimientos que en solo tres giros el azúcar era historia.

Tomé un par de respiraciones antes de tomar dos vasos y la charola con los sandwiches. Estaba lista para salir y enfrentar a un muy malhumorado Liam.

También iba preparada para arrojarle los sandwiches a la cabeza si era necesario.

—Se ve que has progresado —saludé, intentando romper el hielo.

No funcionó.

—No es gracioso —Liam me cortó sin una pizca de humor.

Bueno, al parecer intentar ser amable no iba a ser una alternativa en esas circunstancias.

—Hablo en serio, hace unos minutos no estaba tan bien... Y ahora hasta está... goteando... aceite... Dios, Liam, ¿qué le hiciste?

¿Cómo demonios había hecho un agujero en el tanque de aceite si solo tenía unas pinzas, un desarmador y un par de tornillos? Y, sobre todo: ¿Qué demonios tenía que ver la caja del aceite con ruido que hacía cuando no encendía? Llámame loca, no sé nada de autos, pero yo apuntaría mi flecha hacia el motor en el capo.

Lucky Love (LR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora