Cap 29

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29.

Me sostuve con fuerza del marco de la puerta. Necesitaba conocer la verdad, necesitaba escuchar la única versión de la historia que realmente me importaba. Por extraño y estúpido que pareciera todavía sentía que podía confiar en él, todavía creía que me diría la verdad.

Había pasado un mes más desde la noche en la que me presenté a su casa con un estado... Deplorable... Dios, sentía tanta vergüenza de solo recordar... —suspiro— supongo que debía creer que era una niña tonta haciendo un berrinche de secundaria. Pero lo peor era que de verdad me importaba lo que pensara sobre mí, todavía me importaba.

Dos meses desde nuestro encuentro con Will y no había logrado superarle ni un poco.

Era un desastre.

Me arme de valor y toqué el timbre de la puerta. Al parecer desde que me fui la noche de Will, Liam había dado órdenes explicitas sobre dejarme entrar sin ningún miramiento.

Pues ahora habría deseado que alguien me frenara.

Al poco tiempo Martha, la mujer de limpieza, abrió la puerta y me miró como a un fantasma.

—Hola, Martha —saludé a la distancia dedicándole una sonrisa cansada.

Había practicado tanto esa sonrisa durante los últimos dos meses, que ya me salia en automático.

Los ojos de Martha se cristalizaron y, sin esperar un poco más, me envolvió en un fuerte abrazo.

Nos habíamos vuelto cercanas durante el tiempo que pasé en casa de Liam. Yo también la había echado de menos.

Martha se limpió las lágrimas y, después de contemplarse un par de segundos más, me indicó que iría a buscar a Liam.

Cuando la estancia quedó sola me dediqué a vagar la mirada por el lugar: las paredes, el piso, los muebles, la decoración, todo era igual, nada había cambiado, se sentía como si pudiera volver a tocar cada cosa, se sentía como si aquello fuera una parte de mí. Pero una cosa es lo que uno siente y otra cosa es la realidad. No podía tocar nada, a pesar de que sentía que podía, una parte de mis sabía que ese ya no era su lugar, que no tenía una zona de confort en esa casa, que era una extraña.

Pronto, Liam salió a mi encuentro y me miró como si fuera un espectro, alguna aparición repentina con marca patentada a sus pesadillas.

Quizá lo era. Después de nuestro último encuentro no se sorprendería si me echaba de la casa con una camisa de fuerza.

Estaba tan demacrado. Tenía el cabello crecido formando remolinos agraciados sobre su cabeza, debajo de sus ojos se extendían unas sombras que no pertenecían a sus largas pestañas, el rojo en su mirada eran intimidante, tenía una barba corta de varios días de descuido y, aun así, para mí, seguía siendo el hombre perfecto.

Dolía. Dolía verle a los ojos, dolía ver su cuerpo, su piel y recordar. Dolía saber que no podía tocarle, que no podía volver a golpearle el hombro cada vez que decía alguna estupidez, que no volvería a sentir sus manos cálidas rodeando mi cintura, dolía saber que no iba a volver a dedicarme una sonrisa que le llegara hasta los ojos.

Mi mirada de opacó y tuve que morderme el labio para obligar a mi barbilla a que dejara de temblar como hacia cuando tenia cinco años.

Liam dio un paso al frente, pero pareció pensarlo mejor y se limitó a desviar la mirada hacia el florero sobre la mesa.

—Quiero la verdad —logré pedir soportando el nudo que se había formado en mi garganta al instante—. Quiero escucharlo de ti, quiero saber cada detalle.

Lucky Love (LR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora