Cap. 58

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Desperté en una habitación oscura. Intenté ponerme de pie, pero tenía las manos esposadas a unos barrotes de metal y no pude hacer más que ponerme en cuclillas y tratar de aclarar mi visión.

Estaba sola en un lugar oscuro y húmedo en el que apenas pude distinguir a un hombre robusto, durmiendo como si llevara horas de guardia frente a la puerta.

No fue difícil deshacerme de las esposas. Llevé mis manos a la cabeza y tomé una de las horquillas para el cabello, les di forma y comencé a laborar liberándome solo unos minutos después.

Me acerqué con cautela hacia adelante, esperaba que el guardia fuera un hombre de sueño pesado y ni siquiera notará mis manos sobre las llaves que colgaban de su cinturón.

No hacía falta ser un genio para saber en dónde estaba... Bueno, en realidad no sabía exactamente en dónde estaba, pero sí sabía con quién estaba y esa persona no encabezaba, precisamente, mi lista de la amistad. Quizás fuera un lugar con poca seguridad, uno en el que pretendían dejaré unas horas antes de llevarme al verdadero destino. Siendo así, seguro podía tener sus deficiencias. La esperanza moría al último.

Tomé las llaves sin ningún problema, en realidad fue tan sencillo que tuve que detenerme a comprobar que el hombre estaba vivo, antes de comenzar a maniobrar con el enorme candado de metal.

Logré salir a hurtadillas. Al salir, encontré un panorama libre. La luz amarilla de la bombilla de la siguiente habitación, me encandiló la visión, pero pude recuperarme casi al instante.

La habitación de al lado era un extraño laboratorio abandonado, o al menos eso parecía desde mi perspectiva.

Mientras inspeccionaba el lugar, encontré una pequeña hoja de bisturí y la tomé como arma, por si era necesario usarla al salir... De lo cual estaba casi completamente segura.

Necesitaba salir de ahí, pero definitivamente no iba a usar las puertas principales, así que comencé a buscar algunas ventanas y salidas anexas, pero lo único que encontré fue una rejilla del ducto para la ventilación y de ninguna manera iba a poder entrar por ahí, no después de tres bebés.

Giré resignada con el ducto, pero dispuesta a buscar otra alternativa, cuando encontré el cuerpo grande y confiado de Will, recargado junto a la pared, como si hubiera permanecido varias horas estudiándome como a un conejillo de laboratorio.

Me sonrió. En su mejilla se formaron dos hoyuelos y un escalofrío me recorrió la espalda. Había olvidado cuánto me doblegaban esas mejillas en el pasado.

—¿Te diviertes?

Me tensé, me puse en guardia y esperé a que atacara, pero no lo hizo, en cambio, rio como si verme alterada fuera un buen chiste.

—La verdad es que quería darte una buena bienvenida, pero nunca me lo has dejado sencillo. —Negó—. A veces olvido quién eres. Supongo que ya tendremos tiempo de ponernos al día.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté con más rencor del que creí poder proyectar en la voz.

Will me escudriñó con la mirada, parecía atento, intrigado, un ser sumamente fascinado, como si en realidad le hubiese declarado mi amor eterno y no estuviera dispuesta a clavarle una hoja de bisturí y en el cuello a la primera oportunidad.

—Luce, ya deja eso —pidió cansado.

Intentó acercarse, pero alcé la hoja de bisturí y esperé a que se retractara. Sabía que no iba a funcionar por mucho tiempo, no con Will, una hoja de bisturí no iba a intimidar al hombre más buscado por la CIA, pero al menos no se lo iba a poner tan sencillo.

Lucky Love (LR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora