Cinco

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Ya han pasado dos semanas desde que regresamos del campamento; estos días para mí, han transcurrido lentos pero sobre todo aburridos ya que a causa del yeso no puedo hacer muchas cosas; así que en estos días mis actividades se han basado en estar ...

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Ya han pasado dos semanas desde que regresamos del campamento; estos días para mí, han transcurrido lentos pero sobre todo aburridos ya que a causa del yeso no puedo hacer muchas cosas; así que en estos días mis actividades se han basado en estar sentada viendo televisión, leyendo o simplemente tener la mirada perdida en un punto fijo y eso es una gran tortura para mí porque soy una persona que no puede quedarse de brazos cruzados sin hacer nada durante mucho tiempo; como si fuera poco, tampoco puedo ir a las actividades que se hacen durante los días de semana en la iglesia, sólo puedo ir a los servicios del fin de semana ya que siempre hay alguien que se ofrece a llevarme y traerme de regreso.

Gracias a que me lastime bien feo por no querer quedarme tranquila en el sofá, me extendieron el tiempo, así que ahora me quedan tres semanas más en compañía de este yeso y por lo visto serán unos días bien largos.

—Si el año siguiente quieres volver a un campamento, te aconsejo que te pongas a orar, ayunar y hacer silicio, desde ahora porque no te dejaré ir sabiendo que tal vez puedas volver siendo una aspirante a inválida —comentó mi mamá mientras me trae la merienda, lo mismo que siempre como todas las tardes, galletas de canela con té.

—Mamá, no estoy inválida —Me quejé tomando una galleta en mis manos.

—Por eso dije aspirante, no lo estás pero aun así hay que ayudarte con todo —se encogió de hombros y se dirigió hasta la puerta.

—Lastimas mi corazón —puse mi mano derecha sobre mi pecho e imité un lloriqueo pero ella sólo me miró de lado.

—Aja ¿Y qué más?

—Que el Señor te perdone —respondí intando poner una cara enojada con el entrecejo arrugado a más no poder y los labios en un pico; mamá rió.

—Ay sí, a mí que me encanta que me perdone —comentó con una sonrisa y salió de la casa, reí.

Cada vez que mi hermana y yo la hacemos trabajar de más, mamá se pone de mal humor, no nos grita pero pone una cara seria y a veces hace comentarios crueles; entonces cada vez que me hace uno de estos, yo trato de hacerla reír, aunque muchas veces en lugar de reír se enoja más, pero hoy ese no fue el caso.

No paso mucho tiempo desde que mamá salió, cuando vi a Eliana tratando de salir de la casa sin hacer ruido.

—¿Y para dónde tú vas? —ya sabia la respuesta, pero le pregunte para que ella notará que su intento de salir sin que yo me dé cuenta, fue en vano.

—Para la iglesia junto a los jóvenes —respondió volteándose lentamente hacia mí.

—¡Traición! —chillé a la vez que la señalaba con mi dedo índice—. Dijiste que te ibas a quedar conmigo para que yo no me sienta mal ni aburrida —le recordé en un tono suave y hice un puchero con mis labios.

—Pero son las visitas juveniles y son demasiado buenas —lloriqueó—¡Además! —gritó de repente cuando al parecer recordó algo y se emocionó por esto.— Puedes quedarte pensando en Declan e imagina como su será su historia de amor —rodé los ojos; otra vez con lo mismo y ni siquiera he vuelto a ver a ese chico después del campamento, ya que este no asiste a la misma iglesia que yo.

Aliento de vida {borrador} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora