Veinte

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Luego de varios días en el hospital, ya por fin me dejaron salir de ese lugar que a mi vida sólo trae mala noticias

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Luego de varios días en el hospital, ya por fin me dejaron salir de ese lugar que a mi vida sólo trae mala noticias.

Ya no podía soportar más tiempo encerrada allí. No quería seguir viendo a las personas sentadas en esos frío muebles, mirándome con lástima. Estaba cansada de escuchar sus palabras de aliento.

Fue algo tan fuerte y exagerado que el último día, de mi estadía allí; llegaron unas desconocidas a predicar, no pude escapar así que tuve que escuchar su sermón durante veinte minutos hasta que la enfermera entró para ponerme medicamentos.

Declan abrió la puerta del apartamento y el primer olor que inundó mis fosas nasales fue el aroma dulce que tienen los pancakes. Fruncí el ceño y mire a Declan pero él sólo se dedicó a sonreír.

No entiendo, en estos momentos sonríe más que nunca.

Caminé por el pasillo de entrada para luego doblar hacia la derecha, lo cual me lleva directo a la cocina donde está Lea preparando el desayuno.

—Hola hermosa, espero que tengas hambre —su tono de voz fue tan suave que apenas se escuchó. Permanecí en silencio y me senté en la mesa.

En estos días no he tenido nada de apetito, tanto así que los tres días que estuve en el hospital sólo comí gelatina.

Declan repitió la misma acción mía y se sentó a mi lado, ninguno habló. El único ruido que se escucha en el lugar es el sonido que emiten los trastes al ser movidos por Lea.

—Listo — después de un rato puso el plato lleno de pancakes sobre la mesa, junto a la miel, el syrup de chocolate, los platos y tenedores.

—Gracias mamá —mi esposo agradeció sonriente.

No entiendo que hacen los demás para olvidarse del dolor. En mi mente no cabe la idea de que alguien, después de una experiencia tan horrible, pueda sonreír sin problemas. No comprendo como ríen y hablan con alegría porque por más que lo intente mi corazón me sigue doliendo a causa de tanta tristeza que alberga.

—Pues los dejo, volveré después a ver como están —se despidió Lea pero no salió sin antes darnos un beso en la cabeza.

Terminamos de comer los pancakes y nos quedamos ahí, sin decir nada. No me atrevo a mirarle la cara; tan sólo sonreí cabizbaja mientras batallo para que las lágrimas no salgan a realizar su recorrido por mis mejillas.

—Perdón —susurre.

No sé cuál fue la cara de Declan pero si sentí, y vi, su mano sobre mi pierna—. ¿Por qué te disculpas?

—Por no ser lo que todos esperan que sea.

Esta vez levanté mi cabeza y lo mire. Mi voz salió ahogada por culpa del llanto que pelea por salir.

—No tienes que disculparte por eso —musito mientras yo, después de tanto tiempo, me volví a perder en su hermosa sonrisa—. Tú no tienes que ser lo que otros esperan sino lo que tú deseas y hacer lo que sabes que es correcto.

Aliento de vida {borrador} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora