Veintitrés

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Me dirijo hacia las puertas del hospital, tan rápido como mis piernas me lo permiten, estas se abrieron una vez que estuve frente a ellas para dejarme pasar y, en tan solo un instante, el fuerte olor a cloro se hizo dueño de mis fosas nasales.

En estos momentos lo único que puedo repetirle a Dios, en mi interior, es que nada grave le haya sucedido. 

Me detuve frente a la mesa de recepción pero no pude hablar por causa de la agitación. Me doblé un poco sobre mi rodillas para recuperar el aliento perdido.

Luego de unos minutos me pare derecha y observe a la chica de la recepción, ella está tan concentrada en la computadora que ni se percató de mi presencia. Me tomé el atrevimiento, a pesar de la situación; de mirarla por un breve lapso de tiempo.

Es una chica pelinegra, con grandes bucles los cuales le llegan a los hombros. Cabe destacar que su apariencia es bastante joven.

—Disculpe. —Ella pauso su acción para prestarme atención—. ¿Puede decirme dónde se encuentra Declan Barclay?

—Espere. —Volvió a teclear durante un minuto—. Esta en la habitación trescientos seis. —Una pequeña sonrisa se formó en su labios.

Asentí.

Camine a paso rápido por el frío pasillo hasta llegar frente a las puertas metálicas del ascensor; mientras aguardo por el mismo, baje la vista hacia mis manos y caigo en cuenta de que estoy temblando y mi corazón está acelerado por el miedo.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, permitiéndome ver la cabina vacía. Entré allí, presione el botón del piso tres con eso las puertas se cerraron y junto a ellas la presión en mi pecho comenzó a crecer.

«Inhala, exhala». Me recordé a mi misma.

Levante mi cabeza, suprimí las ganas de llorar y limpie todo rastro de lágrimas.

Lo único que deseo hacer en estos momentos es: encongerme en una esquina, ocultar ni rostro entre las rodilla y sollozar hasta que no pueda más, pero no puedo permitirmelo; necesito ser fuerte por un momento porque ya he llorado lo suficiente y no he conseguido nada con eso.

Salí del ascensor y camine hasta llegar a la puerta de la habitación pero, antes de abrir la puerta, caí en cuenta de que Marcus esta sentado en el sofá que está en el pasillo.

Antes de acercarme lo examiné, durante un corto periodo de tiempo, y noté que su ropa está  ensangrentada e incluso, su cara tiene algunas gotas de sangre seca y su mirada está perdida en algún lado.

—Hola —susurré, una vez que estuve cerca.

El chico giro su rostro para verme—. Lo siento —murmuró, de nuevo.

Si sabes observar puedes ser capaz de mirar el alma, de la otra persona, a través de sus ojos. Estos te hacen saber mucho más de lo que las personas creen.

A través de ellos se puede ver qué tipo de persona es, hasta conocer las intenciones de dicho sujeto. En este caso, con Marcus; lo único que alcanzo a ver es: un hombre vulnerable, cansado, roto y, aunque no sé exactamente porqué; puedo notar arrepentimiento.

—¿Qué pasó? —Me senté a su lado y coloque mi mano sobre su brazo.

Debería de estar adentro, con Declan, pero no puedo entrar allí e ignorar a Marcus; quien necesita de alguien que le ayude porque en estos momentos la está pasando mal.

—Yo... —sus palabras se quedaron en el aire. No lo presione esperé hasta que, varios minutos después, me miró y habló; sin seguridad pero lo hizo—. Tan sólo quería que me ayudará a salir de donde he caído, quería una nueva oportunidad; por eso lo llamé y ahora está aquí, por mi culpa.

Aliento de vida {borrador} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora