Diecisiete

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La mejor sensación que hay en el mundo —de acuerdo a mis criterios— es sentir el calor del hermoso verano

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La mejor sensación que hay en el mundo —de acuerdo a mis criterios— es sentir el calor del hermoso verano. Me encanta sentir sobre mi piel los calurosos rayos del sol; esos que si no te pones bloqueador o pasas mucho tiempo expuesto a ellos, queman tu piel dejándote uno de los peores dolores que hay en esta vida y no sólo eso sino que también deja tu piel más oscura para día después empezar a ver como mudas esa parte de la piel.

Pero no puedo pasar por alto la calida brisa del verano. Me encanta cuando esta choca con mi rostro y a la misma vez revuelve todo mi cabello, pero sobretodo me fascina el sonido que provoca el viento cuando choca con las palmeras.

Otra cosa que me tiene enamorada, y que para mí es lo mejor, es el agradable olor del bloqueador solar mezclado con el suave aroma que nos regala el mar, sin duda alguna es lo mejor porque te confirman que estas en el lugar indicado y más deseado: la playa.

Pero también uno de los mejores sonidos que puedes escuchar es el de las olas con su vaivén. Disfruto todo esto pero algo que me gusta hacer y que, sobretodo, disfruto cuando estoy en la playa; es sentarme a la orilla del mar, sobre la arena mojada por el mismo, y tomar un puñado de la misma para luego esparcirla sobre mi piel y con mis manos frotar de manera circular, provocando que esta rústica sensación me haga sentir bien.

Otro hábito que he formado para cuando voy a la playa es buscar un breve momento, donde este yo sola, para sentarme alejada de todos y así ver, tranquila, a los niños jugar en el agua, cada uno entreteniendose a su manera. Me encanta escuchar sus risas, pero también son tiernos cuando se enojan por situaciones estúpidas y da risa esas conversaciones tan inocentes que tienen unos con otros...

Pero como todo tiene su lado negativo; puedo decir que lo peor de todo esto es tener que escuchar el sonido de la alarma indicando que ya es momento de levantarse para ir a trabajar.

Gruñí entre dientes. Odio escuchar la misma alarma cada mañana, cualquier sonido que pongas al final lo terminas odiando, por ser ese envidioso que te quiere separar de la relación entre tú y tu cama. Extendí mi brazo hacia la pequeña mesa de noche para apagarla, pero por más que palpe sobre la superficie de madera, no la encontré; así que me senté en la cama con velocidad y con molestia haciendo en mí, para ver donde se encuentra el reloj pero me encontré con la sorpresa de que no está ahí sino que está en el piso, junto a la puerta de la habitación.

Salí de la cama lo más rápido que pude —porque ya no soporto escuchar ese sonido por un minuto más—, tome el aparato y lo apagué con brusquedad.

Sé que el único individuo al que se le pudo ocurrir hacerme eso fue a Declan —y además, sólo somos nosotros los que vivimos aquí—, ya que él sabe que normalmente la apago y me vuelvo a dormir, entonces tiene que venir él a despertarme y luego, yo tengo que hacer todo rápido por la razón de que tengo el tiempo encima.

Aproveche que está temprano para sentarme junto a la cama y hacer mi momento devocional. Como me levanto muy tarde, siempre dejó mi momento de oración y lectura bíblica para cuando regrese del trabajo pero a veces no tengo tiempo o llego extremadamente cansada, por todo el trabajo que me dejan a mi sola, y por eso no lo hago.

Aliento de vida {borrador} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora