Día IV: Fuegos artificiales

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Universo: Supernatural AU

Estado: Capítulo Único.

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— ¿Sabes? Definitivamente el verde es tu color.

— ¿Tú crees?

Pidge volvió a mirarse hacia el espejo que tenía al frente con suspicacia, con la tela de dos kimonos alrededor de sus hombros para decidir cuál de los dos escoger para esa noche. Después de varias horas decidiendo junto con Shiro, habían sido los únicos que habían llamado verdaderamente su atención lejos de colores demasiado llamativos y diseños extravagantes que portaban algunos. Pero en ese punto, no podía decidirse por cual de ambos usar.

Ella no era buena decidiendo su propia ropa del día a día. Muchas veces optaba por usar lo primero que encontraba. La especialidad de su trabajo muchas veces implicaba que solo un vestido y una buena armadura era suficiente para pasar el día. Y en festividades especiales, su familia solía encargarse de vestirla correctamente para seguir los protocolos establecidos de su raza materna. ¿Cómo podría hacerlo con una prenda que ni siquiera tenía relación con su cultura?

Pero tenía que hacerlo, por Shiro. Pidge había aceptado llevar algo concorde a la situación, entusiasmado a Shiro en cuanto ella le hizo saber que quería llevar uno de los atuendos tradicionales japoneses visualmente cómodos, para acompañarlo hacia el templo mientras disfrutaban de lo que les deparaba esa noche.

No sería justo arrepentirse ahora, cuando lo había tenido casi toda la mañana ayudándola a elegir un buen kimono.

Diablos, hasta Curtis había estado deprimido (y algo celoso) en cuanto Pidge acaparó toda la atención de Shiro incluso antes de bajar del barco.

Una de las prendas que había elegido era de un rojo italiano con un estampado sofisticado de gorriones negros a sus alrededores, mientras un desgrade del mismo color empezaba al inicio de las rodillas. Si bien era más fuerte que los demás, Shiro lo había considerado elegante, además, en caso de encontrarse con barro mientras caminaban por el santuario a causa de las recientes lluvias, no se notarían tanto las manchas.

El otro era verde, el mismo verde agua que ella tanto amaba llevar en su época de adolescencia, antes de conocer a Shiro y sus amigos, cuando se mantenía oculta bajo la protección de los árboles y su familia. Su desgrade blanco iniciaba a la mitad del torso, y tenía encantadores dibujos de ramas de cerezos estampados a su alrededor, que contrastaba de manera bastante femenina.

Ambos eran realmente preciosos.

Cuando se dio la vuelta para ver a Shiro, pudo observar un ligero temblor en sus pies mientras su mirada se dirigía hacia la puerta, como si estuviera ligeramente nervioso.

— ¿Shiro?

— ¿Sí? — Puso su atención en Pidge en cuanto llamó su nombre, algo desorientado. — Perdón, ¿qué decías?

— No dije nada... ¿Esta todo bien? — Preguntó preocupada, no era normal (ni tampoco bueno) ver a Shiro ansioso sobre un asunto, más aún si se quedaba callado. — Pareces alterado.

— No es eso... — Shiro se detuvo unos minutos para pensar, mientras se tapaba la boca con una de sus manos. Luego de unos segundos, suspiró con fuerza. — Han pasado muchos años desde que estoy aquí... Es solo, extraño.

— ¿Te sientes bien?

— Algo así. — Se encogió de hombros, apenado. — Es solo... Nunca esperé volver a mi país natal, no luego de una guerra que nos llevó tanto tiempo detener. He llegado a olvidar un poco mi propio idioma. Solo se siente extraño, ver todo esto.

Many ways to say I love youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora