Día XXVI: Persecución

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Universo: Medieval AU

Estado: Parte 2/2

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Estaba atenta repitiendo en su mente las enseñanzas de Shiro mientras tensaba la cuerda con sus manos sin perder de vista su objetivo, recordando vagamente como se le había inculcado apuntar la flecha hacia la dirección correcta. El ciervo miraba alrededor sin saber que Pidge estaba acechándolo a una distancia prudente, comiendo la precaria hierba que comenzaba a florecer con la llegada de la primavera, lo que le indicaba que había hecho un excelente trabajo ocultándose entre la maleza. Era un tiro sencillo, no podía fallar como la última vez.

De repente, soltó un leve jadeo cuando sintió las manos de Keith alrededor de su cintura, tomándola con tal suavidad que por un momento pensó que lo había imaginado, pero cuando miró por el rabillo del ojo lo vio a su lado, mirando su objetivo con el mismo análisis minucioso del que tanto se caracterizaba. Movió su mano izquierda que sostenía el arco un par de milímetros hacia arriba. Pidge podía sentir como su respiración golpeaba el contorno de su cuello, como si estuviera jugando con ella tratando de distraerla en un juego perverso.

Pidge cerró los ojos por un segundo, por esa razón odiaba que Keith la acompañara a cazar.

— Estas tensando mucho el arco. — Susurró Keith sobre su oreja, Pidge pudo sentir como sus labios rosaron su piel por unos segundos, dándole un escalofrío sobre su columna. — El tiro tiene que ser preciso, o fallarás otra vez.

— Lo sé. — Respondió Pidge, tratando de concentrarse todo lo que podía y no pensar que la mano de Keith se estaba moviendo demasiado cerca de sus costillas, el ciervo aún no se movía de su posición. —

— Dispara.

El movimiento que vino después de escucharlo fue tan sutil y directo como la voz que se lo ordenó. El disparo había acertado, pero la fuerza de la flecha no fue suficiente para romper el cuello del ciervo, asi que rápidamente huyó hacia las profundidades del bosque cuando sintió el golpe venir desde la nada. Pidge gimió derrotada acercándose hacia el lugar donde su flecha cayó después de impactar, parte de la punta estaba ensangrentada por el corte que seguramente le había hecho al pobre animal.

— Tal parece que te faltó algo de fuerza. — Comentó Keith una vez se acercó hacia ella. — Por lo menos no fallaste el tiro.

— No es suficiente. — Pidge bufó frustrada. — Es mi cuarta cacería solitaria y no he sido capaz de atrapar ni siquiera un conejo. — Keith sonrió compasivo ante sus palabras, rodeando sus hombros con su brazo para confortarla de alguna manera. —

— Has avanzado mucho los últimos meses Pidge, es solo cosa de tiempo.

— No necesito tiempo, necesito mejorar.

Los ojos de Keith se oscurecieron ante sus palabras, pensando las razones que podría tener para querer mejorar sus habilidades de recolección lo antes posible. Pero a pesar de que llevaban dos años conociéndose y trabajando juntos, ella estaba siendo últimamente demasiado reticente hacia él, por lo que no hablaba más de la cuenta cuando Keith le preguntaba alguna que otra cosa. Pidge se cerraba completamente, especialmente cuando estaban solos, como si no confiara lo suficiente en sus intenciones o su mera presencia le generase un deje de ansiedad, lo que entristecía a Keith más de lo que le gustaría admitir.

Para ser sincero, Keith tenía la culpa. Su relación se había volcado hacia una profunda incomodidad desde la última charla que tuvieron.

Hace un par de meses atrás, después de un ataque contra una tribu cercana que clamaba su territorio como propio, habían salido demasiado lastimados durante la batalla cuando defendieron la villa, por lo que fueron obligados a guardar reposo absoluto por órdenes de Shiro y el consejo. Pidge y él se dedicaron varias noches juntos ya que necesitaban descanso, y a través del tiempo, su relación se había tornado hacia algo mucho más íntimo y agradable. Por lo que no fue sorpresa para nadie que se acompañaran en su recuperación. 

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