Al ver a Mike alejarse de mí por completo, no pude evitar dejar caer una lágrima. Era dulce y fría. Por si sola, significaba mucho. Me sentí perdida por primera vez en mucho tiempo y sentí que empezaba a ser consciente de todo.
Tras largos minutos estando completamente paralizada en el pasillo, viendo enfermeros y médicos paseándose de un lado a otro, entrando en habitaciones y saliendo de nuevo, decidí ir a dar una vuelta. Tuve la necesidad de respirar aire, como si no lo hubiera hecho por demasiado tiempo. Quise gritar, correr, desaparecer por unos instantes. Así que tan solo lo hice. No lo pensé dos veces y me eché a correr. Pasé por todas las calles del pueblo hasta cansarme. Grité y golpee todos los muros que se plantaban frente a mí. La lluvia me mojó por completo y aunque eso no me impedía seguir con mi labor, nada me llenó el vacío que se hallaba en mi estomago. Me tiré a suelo, en medio de la carretera y quise que algún coche pasara y me atropellara. Quise poner en riesgo mi vida, para que el universo decidiera si debía seguir existiendo o no. Afortunadamente, no pasó ningún vehículo y me sentí en la obligación de volver a casa.
Al hacerlo, tan solo me senté en mi cama y me quedé así el resto de la noche. Abracé mis rodillas con ambos brazos sintiendo toda la humedad de mi ropa. Mi maquillaje estaba corrido por completo y mi pelo no se parecía a nada. Sin embargo, no me importaba. Estaba demasiado ocupada en culparme a mí misma sobre todo lo que pasaba a mi alrededor.
Dicho así, las horas fueron pasando hasta que la alarma habitual de mi teléfono sonó. Me levanté de la cama, y me metí dentro de la ducha. Estuve largos minutos sintiendo el agua caliente pasando por toda mi cara y oliendo el dulce aroma de mi champú. Salí al acabar de lavarme completamente y me vestí rápidamente. Cogí mi mochila y me dirigí hacia el punto de encuentro que había marcado con Axel para que viniera a recogerme.
Aunque odiara actuar con normalidad, en el fondo sabía perfectamente que quedarme en casa no iba a ayudarme en nada. Así que, tan solo sentí la necesidad de salir, ir a la preparatoria, y plantar una falsa sonrisa en mi cara. Aunque, a decir verdad, lo de la sonrisa iba a ser algo difícil.
Cuando llegué, Axel se hallaba junto a una moto azul, igual a la que llevaba Milo la noche que me trajo a casa. El chico elevó la comisura de sus labios al verme y me tendió un casco rosa.
-Buenos días, princesa. - dijo él con aire divertido.
Me limité a rodar los ojos y esperar a que se montara en la moto, para que yo también pudiera subir.
-Al parecer no tan buenos. - comentó con algo de burla al ver mi cara.
-He tenido una mala noche. - respondí fríamente, sin querer dar más explicaciones.
El chico se subió a la moto y esperó a que yo hiciera lo mismo tras él. Me agarré de su cintura sin mucha fuerza y esperé a que arrancara.
-Te caerás si no me coges con más ganas. - susurró girando ligeramente su cabeza hacia mí.
Suspiré cansada de su actitud y reforzé mi agarre. Sentí sus marcados abdominales a través de su fina camiseta y la tensión que se había instalado entre nosotros. El chico volvió a levantar la comisura de sus labios y a mirarme con un aire divertido.
-Así está mejor, princesa. - puntualizó mirando hacia el frente y orgulloso de conseguir lo que quería en esos instantes.
Cuando iba a pedirle que no me volviera a llamar princesa, Axel arrancó de un solo golpe obligándome a aferrarme a su cintura para no salir disparada hacia atrás. Sentí como soltaba una ligera carcajada ante mi gesto y aceleró por las ahora transitadas carreras del pequeño pueblo. Cerré mis ojos por unos instantes y decidí disfrutar de la agradable brisa que corría por todo mi cuerpo. Me sentía libre de nuevo, aunque solo duraran unos cortos instantes.
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ARIA
Action> Tras la muerte de su hermano, Aria queda completamente devastada. Decide alejar a todos sus amigos y odiar todo lo que le rodea. Sin embargo, cuando descubre que el chico no murió accidentalmente, no puede evitar buscar al culpable. De esa forma...