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Los días fueron pasando y no volví a ver a Axel de nuevo. Sabía que el chico era demasiado egocéntrico cómo para desaparecer por culpa de mi rechazo, por lo que me temí lo peor. Quizás había muerto. Quizás lo habían matado por mi culpa. O quizás había hecho una locura. No lo sabía, y eso era lo peor.

Como buena masoquista y estúpida que era, decidí conducir hacia su casa tras casi una semana sin verlo. Me preocupaba. Me preocupaba más de lo que me gustaría admitir. Llamé varias veces, pero nadie respondió. La puerta estaba cerrada y no tenía cómo abrirla por lo que tras quedarme por unos veinte minutos más esperando a que volviera de donde fuera que se había ido, me rendí. Volví a coger el coche y conducí.

Obviamente, cómo no había aprendido absolutamente nada de estos últimas semanas junto a la banda y mi miedo a morir se volvía más pequeño cada día, me dirigí hacia el pabellón. Me sorprendió verlo desierto, sin ningún rastro de ninguno de los del Clan.

¿Habían venido unos ovnis a abducirlos a todos? ¿Se estaba haciendo mi sueño realidad?

La idea de que hubiesen cambiado de paradero atravesó mi mente, pero algo me decía que no era posible. Quizás porque esperaba que alguno de ellos me hubiese avisado. Quizás porque era lo suficientemente tonta como para pensar eso.

Pero Axel no se hubiese ido sin más, eso lo sabía. Aunque podía perfectamente ser un juego para él, una manera de conseguir lo que él quisiera, sabía que su ego querría verme la cara de decepcionada al avisarme que iba a irse para siempre.

Al fin de cuentas, empezaba a conocerle. Empezaba a saber cómo iba a actuar ante determinadas situaciones. O eso quería creer.

Tras minutos de reflexión y sin saber realmente hacia donde dirigirme, mi teléfono sonó. Me planté frente a mi coche, en un lugar donde pudiese ver la entrada del pabellón en caso de que alguien apareciera por sorpresa. Vi el nombre de Mike en mi pantalla así que sin dudarlo, llevé mi dedo hacia ella. Entonces, escuché un ruido y un pitido extremadamente fuerte. Un increíble dolor invadió mi cabeza, y luchando con todas mis fuerzas para que no sucediera, acabé doblando mis piernas y cerré mis ojos para caer inconsciente.

***

Escuché una voz a lo lejos mientras abría mis ojos con dificultad. Seguía teniendo un extremo pitido invadiendo mi mente mientras intentaba mover las puntas de mis dedos y notaba que les costaba responder. Me dolía la cabeza. Demasiado. Notaba la garganta seca y mis ojos llorosos. No sabía dónde estaba. No sabía nada.

Unos ojos azules se posaron justo delante de los míos, mirándome con preocupación. Reconocí su pelo rubio cayendo por ambos lados de su cabeza.

-Aria, ¿me escuchas? - preguntó el chico posando una mano en mi mejilla.

Tuve la necesidad de incorporarme al instante al recordar lo que había pasado. Unas tremendas ganas de vomitar me invadieron así que me giré un poco y expulsé lo único que mi estómago conservaba. El chico cogió mi pelo con una facilidad sorprendente y me acarició la espalda mientras luchaba por no llorar. Sentía que todo me dolía. Sentía que quería volver a caer inconsciente para olvidar la agonía del momento.

-¿Que ha pasado? - me preguntó Milo limpiando el sudor de mi frente con la manga de su camiseta. - ¿Te acuerdas de algo?

Hice un esfuerzo para cerrar mis ojos e intentar recordar todo lo sucedido. El pabellón apareció en mi mente y el golpe en mi cabeza que me había dejado inconsciente.

Asentí mirándole directamente a los ojos mientras notaba como mi corazón se aceleraba. Observé mi alrededor y la verdad es que entendí que no había mucho que ver. Estábamos en una extraña habitación, un sótano al parecer. Todo era oscuro y húmedo y no había absolutamente nada a parte de nosotros. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras cada vez me costaba más respirar.

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⏰ Última actualización: Apr 13, 2022 ⏰

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