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Miré a Axel esperando alguna reacción por su parte, aunque tan solo se limitó a fruncir el ceño y sostener el USB entre sus manos. Liam guardó el arma de nuevo en el bolsillo trasero de sus pantalones y Sarah encendió el pequeño portátil que se hallaba entre sus rodillas.

Tras algunos minutos de silencio incómodo y miradas de desdén, finalmente consiguieron ver el video del que les había hablado. Ninguno de ellos se estremeció al presenciar aquellas imágenes, por lo que yo tuve ganas de romper todo lo que me rodeaba. Volver a escuchar los tiros y los gritos que se habían producido en aquellos instantes me hacían querer vomitar.

Al acabar, Sarah cerró el ordenador con tranquilidad y todos se miraron satisfechos.

-Al parecer la niña ha cumplido con su promesa. - comentó Rose con una sonrisa preocupante.

-Todavía falta vuestra parte del trato. - dije sentándome en una de las butacas.

-No exactamente. - intervino Liam mordiendo su labio, fingiendo concentración. - Técnicamente, Axel nos ha traído el video. Así que, le debemos un favor a él.

Abrí mi boca algo sorprendida e identifiqué una sonrisa por parte del chico de ojos azules.

Todo había hecho parte de un perfecto plan.

Respiré hondo intentando calmarme y me incorporé en mi asiento.

-Me lo ha robado. - aclaré. - No pude recuperarlo antes de llegar aquí.

-¿Recuperarlo? - preguntó Rose. - Este video nunca ha sido tuyo, querida.

-Si no fuera por mí, no lo tendríais. - insistí. - Podría haber acabado en manos equivocadas.

-Nos lo has conseguido porque prometimos no matarte a cambio. - intervino Axel. - Esta es tu parte del trato.

Sentí unas ganas inmensas de cogerle del cuello y gritarle con todas mis fuerzas. Y lo cierto es que nunca había retenido por tanto tiempo mis impulsos.

Así que, finalmente entendí que aquella conversación no iba a llegar a ninguna parte. Era hora de aceptarlo, y por una vez en mi vida, agachar mi cabeza y asentir rendida.

Me levanté del sillón y los miré por última vez. Cada uno de ellos me causaba la misma repugnancia. Incluso Milo, que no había abierto la boca desde el video. Podía ser el lobo más amable, pero seguía siendo lobo.

-Supongo que ya no me necesitáis. - dije como despedida.

-¿Como sabemos que no dirás nada? - preguntó Rose levantando una ceja.

-Tendréis que confiar en mí. - dije encogiéndome de hombros.

-No lo hacemos. - respondió Axel.

-Entonces, tendré que ganarmelo. - puntualizé retomando sus propias palabras.

El chico relamió sus labios algo incómodo y yo me dirigí hacia la salida. Si esto había sido una despedida, esperaba no tener ese sentimiento de decepción en el estómago por un largo tiempo.

Además, ¿qué esperaba?

Todos ellos eran unos psicópatas asesinos mirando por su propio bien. Lo cierto es que no los culpaba. Yo había sido la idiota. Yo y solo yo. Había confiado en que mantuvieran una palabra que no significaba nada para mí. Y ahora me hallaba sola. Sin video ni venganza.

Quizás lo peor, fue que en cualquier momento podía aparecer alguien en la calle y matarme para mantener mi boca cerrada para siempre. Pero no pasó. Los días transcurrieron con normalidad, almenos para mí. No volví a ver a Axel, y sentí como Mike empezaba a evitarme. A él tampoco lo culpaba. Incluso sabía que ambos nos hallabamos mejor así. Ryan el capitán del equipo de fútbol americano, por su parte, solía flirtear conmigo de vez en cuando y me convencí que quizás despejarme con alguien más me ayudaría. Aunque en el fondo, sabía que lo único que quería el chico era un buen polvo.

ARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora