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Me apresuré a salir del agua lo antes posible y me vestí rápidamente sin que me importara que mi ropa interior estuviera completamente mojada. Sostuve mis zapatillas entre mis manos dispuesta a ponermelas cuando ya no hubiera más arena y esperé a que Axel acabara de ponerse los pantalones. Pasó su camiseta sobre sus hombros y empezó a caminar hacia la colina nuevamente sin decirme nada. Pensé que quizás así sería mejor, aunque el chico pareció estar decepcionado de mi rechazo. Ambos subimos la colina nuevamente y llegamos junto a la moto en cuestión de minutos. Él la encendió y me tendió nuevamente mi casco. Cuando acabé de ponérmelo, vi como Axel ya estaba sentado encima del vehículo, aunque no se había puesto todavía la camiseta.

-¿No te la vas a poner? - pregunté con curiosidad. - Puede ser peligroso.

-He hecho cosas peores. - respondió con sequedad.

Decidí no insistir más y subirme también tras ponerme las zapatillas, cogiéndome fuertemente de su torso desnudo. Al sentir mi tacto, el chico tensó sus abdominales y yo le solté de inmediato.

-Lo siento. - dije algo nerviosa.

El chico soltó la moto para cogerme las manos y volver a ponerlas alrededor de su cintura. Las cubrió con las suyas y las acarició lentamente.

-Estás helada. - susurró.

Decidí no responder a eso, por lo que él volvió a centrarse en su moto y arrancó para adentrarse de nuevo sobre la carretera. El trayecto fue corto, más que antes, aunque disfruté cada pequeño instante. A pesar de la incomodidad que se había instalado entre Axel y yo, sentía que con él había podido desconcertar del resto del mundo.

El chico paró el vehículo tras cortos minutos de conducción y finalmente pude observar mi alrededor. Nos hallabamos en un pequeño parking, junto a un restaurante de comida rápida. No tuve más opción que bajarme del vehículo y mirar el lugar con extrañeza.

-Diría que esto no es la preparatoria. - dije yo, sarcásticamente.

Axel pasó junto a mí, cogiendo mi casco con sequedad y dirigiéndose rápidamente hacia el local.

-Me dio hambre. - respondió fríamente.

Levanté mis cejas sorprendida y suspiré exasperada, queriendo no tener que tratar con un niño inmaduro de 8 años.

Llegamos a la barra y pedimos lo que queríamos comer. Axel se alegró rápidamente cuando la chica que nos atendía no se resistió al encanto del "dios griego" y empezó a flirtear con él. Ambos empezaron a hablar entretenidos y animados, ignorando mis miradas de asco a unos centímetros de distancia. No los incomodé, en lo absoluto, pero como venganza pedí todo tipo de comida, obligando a la chica a ayudar a sus compañeros en prepararla, y a Axel a pagarlo todo a regañadientes.

Cuando mi comanda fue finalizada y que me hallaba repleta de hamburguesas y patatas de todos los sabores, Axel guiñó un ojo a su supuesta presa y ella se limitó a escribirle su número en un pequeño papel. Por mi parte, me dirigí hacia la mesa más lejana de la barra, para no tener que vomitar mientras veía sus intercambios de miradas.

Me senté tranquilamente y empecé a comer evitando masticar como una salvaje, aunque eso me importara lo más mínimo.

-Supe que preferirías esta comida a la del refectorio de la preparatoria. - comentó el chico.

-No está tan mala. - repliqué rodando los ojos. 

-Está asquerosa.

-Eres un malagradecido.

-Y tú una gruñona. - puntualizó.

-Fuiste tú el que cambió de humor al volver de la playa. - contraataqué.

ARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora