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Gracias a las diversas indicaciones que fui dando durante el trayecto, Axel encontró con facilidad mi casa. Estacionamos el coche fuera y ambos salimos manteniendo el silencio incómodo que nos había acompañado durante los anteriores minutos. Nos paramos frente a mi hogar, el uno junto al otro, y dejé que el chico observara todo a su alrededor con curiosidad. Tras largos segundos en los que mis manos sudaron como nunca, ya que esperaba que no reconociera la casa a causa de su amistad con mi hermano difunto, él me dedicó una sonrisa tranquilizadora permitiéndome respirar de nuevo.

-¿Piensas quedarte aquí fuera o vas a invitarme a entrar? - preguntó divertido.

Rodé mis ojos y avancé hacia la puerta de la entrada. La abrí de un rápido movimiento, dejando mi llaves dentro de una pequeña cesta que teníamos a nuestra izquierda. Axel cerró la puerta detrás suyo y me siguió manteniendo una cierta distancia entre ambos. Por mi parte, tan solo caminé hacia mí habitación fingiendo desinterés y escondiendo lo nerviosa que me encontraba. Cuando pisamos la única sala de la casa que realmente me pertenecía, hice un movimiento de brazos para que el chico se sintiera agusto, y me encerré en el baño.

Me miré al espejo frunciendo el ceño y maldiciendome interiormente.

-¿Que mierdas estás haciendo, Aria? - susurré esperando que mi reflejo me diera la respuesta que tanto necesitaba.

Estaba asustada. Muy asustada. Sabía que Axel parecía pisar mi casa por primera vez, y que quizás tan solo debía tratarlo como un simple invitado. Pero, ¿y si no era así? Sabía lo terriblemente perspicaz que podía llegar a ser. Sabía que si reconocería mi hogar, no me lo diría. Esperaría lo suficiente, como para hacerme creer que no tenía idea de quien era yo, para descubrir todos mis secretos. Y eso era aterrador.

No obstante, al mismo tiempo, no podía evitar esa jodida tensión que se instalaba al estar encerrada en un mismo sitio junto a él. Los baños del pabellón me lo habían demostrado. Incluso los vestuarios de mi propia preparatoria gritaban por que me diera cuenta. Y eso tan solo lo complicaba más. Por más que quisiera alejarme de él, siempre acabábamos besándonos como dos jodidos adolescentes desesperados por tenerse el uno al otro. O así me sentía yo.

Mojé mi cara con algo de agua fría esperando que me aclarara un poco las ideas, aunque tan solo me hizo darme cuenta que Axel se hallaba solo en el resto de la casa, y que podía encontrar la habitación de mi hermano por "casualidad". Salí del baño rápidamente, y la escena que vi, no era la que me esperaba.

En mi cama, el chico se hallaba tumbado con tan solo unos calzoncillos, sosteniendo su cabeza con ambos brazos y mirando el techo aburrido.

JO DER.

-¿Qué estás haciendo? - pregunté evitando sonar como una acosadora.

-Esperarte para darte las buenas noches. - me miró enarcando una ceja.

-Me refiero a, ¿qué haces tumbado completamente desnudo en MI cama?

-No estoy desnudo.

-Estás en calzoncillos.

-Eso no es estar desnudo. - insistió pícaramente.

Bufé algo exasperada y me acerqué a él con desdén.

-No vas a dormir ahí, Axel. - aclaré.

-Yo soy el invitado. Y a los invitados se les trata con cortesía. - rió mirándome con esos perfectos ojos azules.

Cerré los míos propios evitando enfadarme y perder mis papeles, y sonreí falsamente.

-Hay otras habitaciones en la casa, querido invitado. Siéntete libre de usar la que quieras para que puedas dormir tranquilamente. - dije esperando que de esa forma moviera su bonito trasero de mi cama.

ARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora