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Una larga cabellera azul se hallaba sentada junto a mi, con una gran sonrisa de dientes blancos.

-Soy Sarah. - plantó un beso sobre mi mejilla rápidamente, y volvió a sonreír - Encantada de conocerte.

-Igualmente, supongo. - respondí sin entender.

La chica se recostó sobre su sillón y observó atentamente a los que bailaban completamente ebrios en la pequeña pista.

-Me dan algo de envidia ¿sabes? - dijo sin mirarme - Hace tiempo que no me divierto de esa forma.

-Si eso te hace sentir mejor, yo hace tiempo que no me divierto de ninguna forma. - solté sin pensar.

Ambas nos miramos, y ella sonrió elevando una de sus perfectas cejas.

-¿Puedo preguntar porque? - preguntó con curiosidad.

-Solo si yo lo hago primero. - dije esperando que no se atreviera a responder, para que no me tocara hablar de mi hermano.

-Buena jugada. - puntualizó.

Sonreí satisfecha y volví a dirigir mi mirada hacia la pista. Por su parte, se fijó en el vaso repleto de cocktail que se encontraba sobre la mesa, y lo señaló con el dedo índice.

-¿No lo quieres? - preguntó.

Negué con la cabeza y ella se acercó para cogerlo. Le dio un enorme trago antes de dejarlo de nuevo, y yo quedé algo desconcertada y asustada.

-No te preocupes. Te lo envió uno de mis amigos. Sé que no le han puesto nada dentro. - dijo viendo mi cara de incredulidad.

Volvió a recostarse sobre la silla exageradamente, mientras seguía mirando todo su alrededor.

-¿Crees que deberíamos estar bailando y emborrachándonos? - siguió preguntando.

Me encogí de hombros incapaz de buscar una respuesta coherente, aunque a ella le pareció suficiente.

-No es que me moleste, pero ¿porque estas sentada a mi lado?

Sarah se enderechó con lentitud, y giró su silla para quedar frente a mí. Todos mis sentidos se pusieron alerta, aunque no parecía tener la intención de hacerme daño.

-Creí que necesitabas algo de compañía. - respondió restándole importancia.

-No te la pedí.

-Lo sé. - se encogió de hombros - No suelo esperar a que la gente tome ese tipo de decisiones. Supongo que no me gusta la soledad. Ni para mí, ni para nadie más. - finalizó con una pequeña sonrisa.

Decidí no insistir más, e intentar ignorar el pequeño momento incómodo que se había instalado entre ambas. A pesar de eso, sentía una especie de conexión con la chica de pelo azul. Me transmitía seguridad y amabilidad, y la verdad es que ni tenía idea del porqué.

Sarah volvió a coger mi bebida para prácticamente acabarsela de un trago, y me miró despreocupada. Parecía ser una chica distinta a las demás. Alguien con quien podías pasar el rato sin hablar de nada, o hablar de todo, sin sentirse mal. Y eso, de alguna forma u otra, le hacía ser una persona especial, aunque no supiera nada de ella.

-¿Te parece si pedimos más bebidas? Necesito animarme un poco. -propuse.

Sarah asintió animadamente, y el camarero vino al cabo de unos segundos. Pedimos unas copas de tequila y bebimos sin parar, hasta perder la cuenta.

Las horas fueron pasando rápidamente, y ambas acabamos bailando sobre la barra del pub. Algunos chicos gritaban entusiasmados, mientras otros hacían lo posible por subir junto a nosotras.

ARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora