capitulo 8- Dulces Sueños

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Capitulo 8

Dulces sueños

No sabía si la había violado mientras había estado drogada. Quizás sería mejor nunca despertar para nunca tener que hacerle frente a la escandalosa y pavorosa realidad.

Como si fueran flores que florecen en primavera, sus ojos se abrieron. Allí estaba. El leñador sentado en una silla, llorando y riendo. Observaba unas fotografías. ¿Qué serian aquellas fotos?. El leñador tenía aspecto de galán de película de cine y llevaba unos jeans rasgados pero nada de camisa. Eso no le agradaba bastante.

No porque fuera como una adolescente a la que le da pudor la desnudez pero eso si le asustaba de verdad. Era una mala señal. Estaba sentado en una mesita que ella no había apreciado al entrar a examinar minuciosamente la habitación.

Estaba desnuda. Eso le causo más estupor.

El seguía riéndose. Y por ratos la observaba como si en sus ojos hubiera una especie de escáner de rayos-x mientras que por otros miraba atentamente las fotos y hacia muecas.

-concéntrate pequeña- se reía, parecía que disfrutaba cada silaba arrastrada de lo que decía- vamos a hacer algo y depende de cuánto yo vea que lo disfrutas de la posibilidad de que pierdas un lindo ojo de tu preciosa carita de ángel.- la última frase la dejo helada. Todos sus temores estaban bien infundados.

¿Por qué aquella pesadilla no podía parar? ¿Por qué?

No lo podría hacer. No podría gemir ni gritar su nombre. Tenía miedo de verdad. Que sentiría. Una mezcla de placer y de horror.

Al mirar un poco mas allá de la cama con sabanas de seda y ya no  notaba el cadáver de la extraña. Ni una mancha de sangre en el piso.

-por favor hazme dormir- le suplique con una voz que no parecía la de ella.

-está bien corazón, deberás guardar energías para lo que viene después- se sonrió maliciosa. Le tembló todo el cuerpo.

Se levanto de aquella mesita de madera y fue hasta el baño. De allí volvió con una cajita con agujas intravenosas y con un frasquito con líquido color ámbar.

-no te garantizo dulces sueños- le advierte.

Ella no puede hacer nada, solo esperar que el sueño o la pesadilla duren mucho y le den tiempo para pensar o para hacerse del valor necesario para enfrentar las horas de sufrimiento que están por venir.

Fue como una picadura de mosquito.

La aguja se introdujo en su cuello y el líquido empezó a circular por sus venas. No tardaría en llegar al cerebro. Sus pies empezaron a sufrir espasmos incontrolables, sus ojos se dilataron y su boca se humedeció y como si alguien la arrancara de la realidad con el tirón de un gancho se convulsiono y cayó en el sueño profundo. Pero algo sucedió, el leñador la mantuvo y le sujeto las pupilas. Y como un niño que muestra sus cartas en el truco, le enseño las fotos.

En ella se veía a ella desnuda, su sexo, sus pechos, su cara y a él encima de ella. Esto fue lo único que falto para desestabilizarla. Ahogo un grito y él le soltó las pupilas. Todo era tan extraño.

Fue como si soltaran a alguien y permitieran que se hunda en un océano hecho de maldad. No, no, no, no, era una pesadilla tras otra. Continuas.

                                              ****************

Estaba en una balsa. En medio de una especie de océano. No era de agua cristalina pero tampoco tenía musgo sino que tenia petróleo.

Petróleo.

Estaba desnuda, tirada en el centro de la balsa con un sol abrasador que la iluminaba exactamente en el medio de la cara. Sus ojos estaban rojos por las lágrimas y no podía levantarse. De un momento a otro se oyen gritos. Gritos de niños, mujeres, bebes, hombres. Todos piden ayuda y ella no puede hacer nada. ¿Quiénes son? La balsa se empieza a agitar. Del océano de petróleo salen grandes manos y caras que están siendo asfixiadas por la mezcla que compone al océano.

No puede moverse. La balsa se empieza a desintegrarse al compas del batir de las oleas pétreas. Queda reducida en la nada. Tabla por tabla se desarma como un manojo de alfileres atraídos por un imán invisible en el cielo.

Mi espalda ya no siente la textura áspera de los tablones si no que siente cada vez  el petróleo  frio y maloliente. Uñas, manos y brazos la empiezan a tocar y a tironear como si quisieran que ella se les una en esa mezcla tétrica. No puede ahogar sus gritos desesperados y sus lágrimas. Las manos se introducen en su boca y en cada centímetro de su cuerpo. Aquellas manos parecen de muerto y están llenas de costras, como si estuvieran quemadas.

Las olas negras la estaban ahogado y gradualmente el petróleo iba subiendo y entrándole por las orejas, la boca y sus ojos. De un momento a otro ya no estaba flotando si no que hacia un torpe intento por respirar bajo la masa de materia oscura mientras un millón de manos luchaban por hundirla.

La desesperación era total.

En un momento cedió. Y todo se puso oscuro.

La pesadilla no había terminado y aun faltaba algo.

¿Qué era?

Ah sí.

Dulces sueños.

 

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