Capitulo 11
Fuego y cenizas
Corría. Como si su vida dependiera de eso. No. En verdad estaba en peligro y no podía detenerse a pensar cuanto tiempo había pasado en la cabaña del leñador. Nada de eso.
Su estadía allí había sido una pesadilla que no dejaría atrás fácilmente. Pero tenía la certeza de que aquella no sería la única prueba horrorosa que tenía en frente.
Lo único bueno de haber estado en aquella morada infernal eran las cosas que había conseguido a cambio. Lo único que quedaba en la alacena era un tarro con maní y un sándwich de jamo que parecía estar de varios días allí. Había conseguido ungüento, vendas, analgésicos y unas jeringas cargadas de aquel líquido ámbar que causaba alucinaciones. Sus armas ahora eran dos: el hacha y un cuchillo. Todo esto guardado en una mochila vieja que estaba tirada en un frio armario de la cabaña.
El bosque seguía igual de sinuoso y desconcertante y no parecía haber otra referencia además del arroyo que cruzaba todo el bosque conocido hasta las montañas. A lo lejos se podía ver que no había nada en ella, a excepción e la supuesta torre oscura que algunos días se veía y otros no.
Quizás eran alucinaciones.
Frio, calor, tormenta, viento, lluvia y con el paso del tiempo el bosque se ponía más verde y más tupido. De día la luz se colaba por los recovecos que formaban la vegetación y lo arboles y cada noche la luna iluminaba todo el bosque pero de manera siniestra y era más fácil confundir una sombra reflejada en el agua con un atacante.
Lo único que no cambiaba era ella. Pasaba sus días escalando, examinando arboles, recogiendo provisiones como unas extrañas bayas doradas, mirando su reflejo en el agua, pensando, teniendo pesadillas, llorando y vigilando al asesino que la perseguía, quien ya llevaba mucho tiempo desaparecido, quizás por su último enfrentamiento.
Pero nunca hablaba.
Estaba muda. Así callaba a la voces de su cabeza y cuando se expresaban las ignoraba en silencio.
Con el pasar de los días cazaba mejor y se ejercitaba, se ponía en forma para su enfrentamiento.
Cada día se levantaba después de haber vivido una noche llena de pesadillas, tomaba un poco de agua y comía unas bayas o un castor que había cazado, se bajaba de un salto del árbol y practicaba el manejo del hacha con los pinos y arboles que había. Después descansaba un rato al lado del arroyo y se entrenaba en nado y así hasta la tarde cuando volvía a su tronco y cenaba sola a la luz de los truenos de la tormenta de la noche. Al final se tumbaba y s se ponía en posición fetal para vigilar la entrada al tronco hasta dormirse.
Día tras día. Sin hablar.
Estaba sentada a la orilla del arroyo mirando a unos peces raros juguetear. Sus ojos estaban perdidos en ellos, casi hipnotizados. El agua corría en una sola dirección y arrastraba desechos naturales de todo tipo y a veces sangre. O era solo ella quien veía sangre corriendo por el arroyo a veces.
A lo lejos se sintió un fuerte estruendo.
Era la montaña.
De su pináculo se soltaron grandes toneladas de rocas en diferentes direcciones. Varias avalanchas se produjeron y soltaron rocas aun mas grande que bajaban a toda velocidad por la otra orilla e impactaban directamente en los arboles. Dos, tres, cuatro, cinco temblores que sacudieron el suelo. Al tercero ella ya se encontraba corriendo hasta su refugio para evacuarlo. Allí había dejado todas sus armas.
El siguiente temblor fue fatal porque resquebrajo la punta de la montaña expulsando material magnatico. Era un volcán. Piedras y lava salieron expulsadas en todas las direcciones imaginables. Era todo un frenesí de fuego. Los pastizales más cercanos a la montaña ardían rápidamente. Los troncos se caían y sus hojas se consumían lentamente.
Ella corría. Como siempre. Pero en su camino hasta el tronco se debía enfrentar al fuego que penetro en el bosque y lo dejo como un hormiguero ardiendo en llamas. Con sus habitantes locos por sobrevivir.
Ya le faltaba poco para llegar hasta el tronco pero sus pies se vieron abrazados por el fuego cuando un pedazo de rama se desprendió de su árbol al quemarse por las llamas. Las llamas no podían separarse de sus pies. No podía rodar por el fuego. la quemaría y lo único que podía hacer era llegar hasta sus provisiones.
El fuego no tardo en unirse a su cuerpo y convertirla en una criatura de fuego adolorida tanto como era majestuosa. Primero atrapo a sus brazos, luego a su cabello que se quemaba rápidamente.
No llegaría nunca.
El tronco estaba cerca de un pozo lleno de algas y de agua cristalina que se encontraba bien escondido entre los restos de tierra quemada que el fuego había sembrado.
Llego hasta el tronco y sin importarle las llamas ni sus manos trepo audazmente hasta llegar a sus provisiones. Sus manos estaban desfiguradas. Y todo parecía oscurecerse por el humo. Con ellas tomo la mochila y de un salto llego al suelo.
Pero algo estaba mal. No se veía nada. Ni así llegaría hasta el arroyo. Todos los arboles se veían consumidos. Fuego y ceniza por todos lados. La montaña seguía escupiendo lava y rocas.
Lagrimeaba. Se tambaleaba y como una especie de ejercicio de confianza se arrojo. Como si esperara que alguien la detuviera. Pero no había nadie allí.
Lo único que la detuvo fue el agua del pozo.
Contuvo la respiración y se hundió.
Porque al final.
La superficie no era un lugar seguro.
Era solo fuego y cenizas.
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Aves De Rapiña
ParanormalNo sabe quién es ni donde está. Pero lo único que sabe con certeza es que está atrapada en un bosque en el que nada es lo que parece. Trampas mortales, gente que no es lo que aparenta ser, asesinos, drogas y un motivo por el que todo eso tiene senti...