Capitulo 29- Plastico

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Capitulo 29

Plástico

El túnel era como la aboveda- hogar de algún ángel caído o demoniaco. Susan sabía que no había logrado entrar por nada, si la habían dejado entrar era porque quizás creerían Los Amos que la podrían eliminar en su propio terreno con sus propias armas y sus propias artimañas. El techo parecía estar forrado con un alambrado que comenzaba en cada esquina del túnel, en cambio el piso parecía ser una pasarela metálica con barandales hechos de metal extremadamente desgastados.

Frente a Susan una alarma sonó y el fondo del túnel se abrió para revelar otro cuarto que tenía un aspecto totalmente diferente al del túnel. Todo se hallaba a oscuras pero se podía apreciar que era un cuarto cubico cuyas paredes eran totalmente blancas pero cruzadas por unas líneas finas de color negro, cosa que le daba un aire a cubo mágico. Susan avanzo un poco y cuando hizo el primer paso dentro del cuarto las luces se encendieron.

En el fondo del cuarto había una especie de maniquí totalmente blanco en perfecto estado, tenía la silueta de una mujer extremadamente delgada. Se acerco mas al maniquí y cuando estuvo lo bastante cerca de su alcance, revelo sus verdaderas intenciones.

Susan emitió un resoplido mezclado con un grito contenido cuando el impacto de unas luces rojas nacidas de los ojos del maniquí fue a dar exactamente en el punto del cuarto en el que ella estaba parada. El piso recibió todo el daño ya que Susan saco a relucir sus fieles reflejos que una vez la salvaron.

-Mierda- exclamo Susan mientras el maniquí estiraba sus piernas como si se liberara de ataduras invisibles y sacara a relucir su reciente habilidad para caminar.

-No deberías estar en este lugar- expreso el maniquí con voz inhumana un poco semejante a la de un demonio interdimesional al tiempo en el que volvía a atacar con sus armas que por alguna razón eran sus ojos.

Susan bajo la mochila negra de su espalda y tomo un cuchillo con el que había estado cortando pescado estos últimos días. Hasta se podía percibir en la hoja el olor a pejerrey que se había impregnado. El maniquí- androide (Porque a estas alturas ya lo podríamos catalogar como algo más que una figura de plástico) volvió a atacar con las ráfagas mortales de energía que salían de ambos ojos pero esta vez casi le atina a dar a Susan en la pantorrilla.

-Perra con suerte- grito el maniquí de mujer que hablaba con voz de hombre de 58 años.

Enarboló su cuchillo y corrió directamente y esquivando los lugares en los que el maniquí atacaba. Hasta llegar a solo unos metros de él. Le lanzo  el cuchillo demasiado cerca con toda la precisión con la que podía tener para terminar atinando perfectamente en la frente del tétrico maniquí- androide con figura y estética femenina. Pero no paso nada solamente una abertura se abro en su frente revelando un entramando de cables y de maquinaria. Simplemente el androide se saco el cuchillo y lo tiro a un lado. Arremetió contra el androide tomando carrera y yendo a impactar en su pecho, haciendo que el robot o androide se tambaleara un poco y escupiera un líquido rojo parecido a la sangre. Susan comenzó a pegar patadas y ganchos izquierdos y derechos al abdomen de la maniquí que parecía ceder ante los golpes.

Se paro. Como si estuviera en modo off. Algo paso porque donde antes había dos lomas que fingían ser pechos de mujer aparecieron abdominales. Donde antes había piernas débiles surgieron piernas atléticas y extremadamente voluminosas y tonificadas. Donde antes había un rostro femenino surgió un rostro con rasgos fuertes y bien determinados. Un rostro de hombre.

Susan se quedo atónita ante tan magnifica transformación, parecía que su exterior no estuviera hecho de metal si no de un plástico que se auto moldeaba.   El androide lanzo un golpe que impacto a Susan en su estomago y la hizo volar tres metros.

Susan  escupió sangre en el piso y vio como se teñía el blanco de un rojo muy fuerte. Había perdido el equilibrio y su vista daba vueltas no permitiéndole pararse firmemente. Con su visión revuelta pudo ver como el androide se preparaba para atacar y como sus ojos refulgían en señal de un ataque muy concentrado. Ya no tenía fuerzas para una pelea cuerpo a cuerpo y menos para correr hasta su mochila y buscar un arma. Estaba a merced del enemigo. Indefensa como un castillo de arena en los confines de la marea que amenaza con destruirlo todo. Cerró sus ojos y sintió el crujido de su cuerpo al ser tomado violentamente de mi cintura. Al parecer la estaba levando y poco a poco acomodaba sus manos en su cuello para estrangularla.

Abrió sus ojos y frente a ellos encontró los ojos inexpresivos y casi inexistentes del androide. La miraban como analizando cada rasgo de su cara y viéndola por última vez a los ojos. Susan debía defenderse pero ya no tenía fuerzas.

-Hermana- dijo con voz de niña pequeña el maniquí. Era una voz que a Susan le parecía desconocida pero en un punto encontraba la conexión. Era la voz de su hermana.

¿Cuánto más tendrían que hacerla sufrir? ¿Hasta que su ultimo poco de cordura se esfumara? Ya sabía el porqué de estar en ese lugar, sabia de su infancia y de que tenía una hermana, de que asesino mucha gente y aun así eso no era suficiente para acallarlos. Desde el primer momento Susan había sabido que la llevarían al extremo pero no a tal punto de volverse loca.

Empezó a gritar y agitarse mientras el androide la sostenía de su cuello:

-Déjenme salir- dijo Susan con lagrimas corriendo por sus mejillas y gritando en intervalos muy breves.

El androide la apretó más con sus manos metálicas y la visión de Susan empezó se cegó. Agito sus manos y con ellas logro tocar el rostro de su futuro homicida. Tenía la textura de una plasticola que era tocada y se desparramaba por los dos, como si fuera plástico caliente que se podía moldear.

Mientras el más fuerte apretaba su cuello ella hundía mas sus manos en el plástico tratando de darle algo de sentido a lo que estaba haciendo. Hundió cada vez más sus manos en aquella mezcla plástica hasta encontrar algo. El plástico empezó a caerse formando charcos y dejando entrever una capa de componentes metálicos unidos entre sí formando una malla metálica perfectamente simétrica.

Tomo con ambas manos las malla metálica y la forcé con toda mi fuerza. Sintió como el vidrio y el metal que las formaba se enterraba en mi piel y en los ligamentos de mis manos. Profirió un grito y cayo. Los brazos del androide se habían debilitado y habían cedido junto con todo su cuerpo. Y no tenía cara, y a su alrededor todo era un charco de plástico blanco liquido. Susan  tenía todas sus manos cortadas y sangrantes.

Y lo peor es que se había acordado de su hermana.

 

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